Ecuador: Una estafa política anunciada

Con el 54% de los votos, el ex coronel Lucio Gutiérrez ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales ecuatorianas. Derrotó a Alvaro Noboa, dueño de la mayor fortuna del Ecuador y de la cuarta mayor empresa mundial de exportación de bananas, famoso por haber estafado a sus hermanas para apropiarse de la compañía. Un tercio de los votantes se abstuvo.


La victoria de Noboa amenazaba convertir a Ecuador en una gigantesca plantación bananera, para el enriquecimiento de su dueño. ¿Pero, qué ofrece Gutiérrez?


Gutiérrez participó del derrocamiento del presidente Mahuad a principios del 2000, volteado por una rebelión indígena apoyada por una fracción de los mandos militares medios. En representación de estos últimos integró la Junta Provisional –integrada también por el presidente de la confederación indígena y un ex presidente de la Corte Suprema– que tomó el poder para cedérselo inmediatamente a los altos mandos.


Hoy Gutiérrez repite la historia. Llega al gobierno con los votos de las organizaciones campesinas y de partidos de izquierda y centroizquierda… pero ya adelantó que va a gobernar para los banqueros y el gran capital. En una gira por Estados Unidos realizada entre la primera y segunda vuelta, Gutiérrez “se ganó el apoyo de los inversores internacionales” por lo que el director para América Latina del banco Credit Suisse-First Boston calificó como “ideas y objetivos muy apropiados, renovadores y pragmáticos” (Financial Times, 22/11). En Estados Unidos, Gutiérrez se comprometió a “reforzar la dolarización”, a acordar con el FMI, a establecer una férrea “disciplina fiscal”, a “atraer la inversión externa”, a “cumplir todas las obligaciones internacionales” y a mantener la estratégica base aérea de Manta en manos de los militares norteamericanos (ídem). Nada va a cambiar en Ecuador de la mano de Gutiérrez, que encontrará la excusa perfecta en el dominio del Congreso por parte del Partido Socialcristiano.


Gutiérrez se apresta a engañar por segunda vez a los que confiaron en él. La diferencia es que esta vez, las organizaciones campesinas y de izquierda que lo apoyan no pueden alegar que no saben lo que va a suceder.