EE.UU.: Crisis fiscal, crisis política

La negativa del Congreso a autorizar un aumento de la deuda pública (que ya alcanzó el ‘techo’ autorizado de 4,900 billones de dólares) y las divergencias entre Clinton y el Congreso sobre la reducción del presupuesto, provocaron la suspensión de 260.000 empleados públicos y el cierre temporario de las dependencias ‘no esenciales’ del estado federal norteamericano. La crisis presupuestaria, que estalla por segunda vez en dos meses, amenaza con demorar el pago de salarios a cientos de miles de trabajadores, atrasar el cobro de beneficios sociales y jubilaciones a millones de personas y, en perspectiva, amenaza con la paralización del aparato estatal.


“Un debate sin substancia”


En la controversia planteada, Clinton se presenta como el defensor de los programas sociales.


Sin embargo, “Hay pocas divergencias de principios” entre Clinton y el Congreso, sostiene The Economist (16/12): “ambos concuerdan en que el déficit debe ser eliminado y coinciden en hacerlo en un plazo de siete años”. Las diferencias entre uno y otro en lo tocante al gasto público son “bastante chicas y se hacen cada vez más pequeñas”.  En cuanto a los principales programas de la salud pública,  “las divergencias sobre Medicare (el servicio de salud para los ancianos) no harán naufragar un acuerdo” y el programa de Clinton para Medicaid (el servicio de salud pública) “difiere ligeramente” del republicano. En cuanto a otros programas —educación, medio ambiente, alta tecnología— las diferencias son “insignificantes”. En resumen, hay “una guerra falsa”.


Lo que está en juego


El desmesurado crecimiento del déficit fiscal es un fenómeno común a todos los países. La deuda pública creció explosivamente como proporción del producto bruto por dos motivos. El primero, que en los últimos años la economía creció a una tasa sustancialmente inferior a la de las décadas pasadas. La segunda razón es que los dineros públicos han sido usados, de manera creciente, para evitar la quiebra de grupos capitalistas. En los Estados Unidos, la ‘explosión’ de la deuda pública se produjo bajo los gobiernos republicanos de Reagan y Bush —conocidos por sus ataques a los ‘programas sociales’— como consecuencia del salvataje de las compañías de ahorro y préstamo en quiebra (que insumió una cifra superior al medio billón de dólares) y, sobre todo, del salvataje de los bancos y grupos financieros golpeados por el hundimiento de la Bolsa de Wall Street de 1987. La deuda federal es la ‘punta del iceberg’ de un proceso general de endeudamiento —que incluye a los estados, las municipalidades, las empresas y los consumidores—, que revela el desmesurado esfuerzo por sostener el ciclo económico más allá de los límites que le impone la propia acumulación del capital.


La pretensión de eliminar el déficit fiscal —que se ha convertido en un tema recurrente de la política norteamericana en los últimos años— ha fracasado reiteradamente y volverá a fracasar. Una reducción drástica del gasto público provocaría una descomunal recesión y una catástrofe financiera internacional, dado el papel central que juegan los papeles de la deuda pública norteamericana en la especulación internacional.


Ataque a las conquistas sociales


La quimera de la ‘eliminación del déficit fiscal’ es la cobertura ideológica para proceder a un ataque en regla y a fondo contra todas las conquistas sociales de las masas norteamericanas: la salud pública, la asistencia social, el seguro al desempleo y la educación pública.


Los programas de salud pública —Medicare y Medicaid— y de asistencia social a los ancianos están en el centro del ataque. Resumiendo el punto de vista de conjunto de la burguesía norteamericana, The Washington Post (17/11) caracteriza los programas de asistencia social y medicina para los anciamos como “un costo insostenible”.


En este punto, los acuerdos entre Clintion y los republicanos —recordemos a The Economist, “las divergencias sobre Medicare no harán naufragar un acuerdo”— traducen el acuerdo general de la burguesía norteamericana sobre la necesidad de provocar una baja generalizada y prolongada del nivel de vida de los explotados, cercenando sus conquistas fundamentales. Aún después de la flexibilización y de la precarización de las relaciones laborales de los últimos años, aún después del aumento del desempleo y la reducción de los salarios, las condiones de vida de las masas —y sus conquistas del pasado— resultan incompatibles con las condiciones de la crisis capitalista.


Dónde están las divergencias reales


La derecha republicana pretende dar una ‘salida’ a la impasse del régimen político norteamericano y a la polarización social —la actual y más aún, la que provocará la aplicación de la ‘austeridad’— mediante un programa de reacción política en toda la línea y de liquidación de las libertades y conquistas democráticas de las masas.


El Financial Times (13/11) enumera los “síntomas de las tácticas que usan los republicanos para imponer su propia agenda”: nueve de las trece leyes sobre gastos anuales están paralizadas por controversias … sobre el aborto; el presupuesto militar, de conjunto, está paralizado porque los republicanos exigen la prohibición de la realización de abortos en las bases militares. El presupuesto de la ciudad de Washington está paralizado por la pretensión de los derechistas republicanos de introducir un sistema fiscal que promueve la educación privada en desmedro de la pública. Otro ejemplo: los republicanos voltearon en el Congreso un programa de ayuda a las madres solteras menores de 18 años … que representa menos del 1% del presupuesto norteamericano.


Son estas divergencias políticas —y no las presupuestarias— las que explican el veto de Clinton a las leyes aprobadas por el Congreso y son también las que explican que diarios como The New York Times  o The Washington Post —firmes partidarios de atacar la previsión social— defiendan el veto presidencial y responsabilicen a los derechistas por la impasse.


No es en el presupuesto ni en el ataque a las conquistas de las masas sino en el cuadro político que debe acompañar este ataque inevitable: allí es donde radican las divergencias reales entre Clinton y los republicanos.