Egipto, luego del referéndum

El gobierno de los Hermanos Musulmanes ganó el referéndum sobre la nueva Constitución islámica, aunque sólo asistió a votar el 33% del padrón y perdió en El Cairo, el centro político del país, donde el "No" cosechó el 60 por ciento de los sufragios, al igual que en los centros industriales y en Alejandría.


Ahora deberá hacer frente a las legislativas en un cuadro económico de desastre. En vísperas del fin de año, la moneda egipcia sufrió una abrupta desvalorización, en medio de una tenaz fuga de capitales. Las condiciones de vida de la población se tornan cada vez más desesperantes. El 40 por ciento vive con menos de dos dólares al día; la desocupación de la juventud llega al 80 por ciento. El gobierno debió dar marcha atrás, a medias, con las medidas de austeridad pactadas con el FMI, que entonces suspendió el desembolso de un préstamo de 4.800 millones de dólares. Las reservas del Banco Central han caído a la mitad en sólo 18 meses.


Fractura política


En este cuadro, se han puesto de manifiesto síntomas de fractura en el campo oficialista. El islamismo dista de ser un bloque homogéneo, pero la crisis ha acentuado sus diferencias. Abul Futuh, el segundo más votado en las últimas parlamentarias, un islamista de orientación salafista, se alejó del gobierno para formar su propio partido -"Egipto Fuerte" -que debutó pronunciándose por el No a la Constitución.


También el ejército ha tomado distancia del gobierno. Por caso, no hizo empleo de la fuerza cuando la multitud, en las movilizaciones de diciembre, rodeó el complejo presidencial y se abrió paso entre las alambradas y muros que lo protegen. El ejército egipcio cuenta con un personal de 460.000 miembros y tiene vastas posesiones de tierras y empresas. Su presupuesto e ingresos son considerados secretos de Estado. Los negocios e industrias de propiedad militar representarían alrededor del 40 por ciento del PBI. La mayoría de los gobernadores provinciales son oficiales retirados, y muchas de las grandes instituciones civiles y empresas del sector público están dirigidas por ex generales. Algunos oficiales retirados han salido abiertamente a apoyar a la oposición.


En resumen, la transición política capitaneada por los Hermanos Musulmanes está prendida con alfileres.