Egipto: Se reabre el proceso revolucionario

Egipto se encuentra en su punto de mayor ebullición política desde la caída de Murabak. Se desarrolla una explosión social y popular, la cual  pone en jaque la transición política comandada por los Hermanos Musulmanes (HM). El detonante fue el decreto de Morsi, por el cual se le asignan superpoderes y se lo convierte en un árbitro bonapartista. La oposición lo tradujo al lenguaje local: un nuevo Faraón. Morsi necesitaba evitar que el Poder Judicial, en manos del viejo aparato, desautorizara a la Asamblea Constituyente dominada por islamistas, que aprobó días atrás una nueva Carta Magna con disposiciones islámicas. Un rechazo judicial hubiera detenido todo el proceso de transición política y dejado a Morsi pedaleando en el vacío. O sea que estaba en juego la construcción de un nuevo régimen político y el destino de la HM. Al gobierno le quedaba por delante conseguir que un referendo aprobara esa Constitución y que, luego, se eligiera un Parlamento nacional. Todo un recorrido poblado de crisis.


La crisis específicamente política tiene su sustento en el derrumbe social que atraviesa Egipto, el cual produjo precisamente el derrocamiento de Mubarak. Un acuerdo que acaba de firmarse con el FMI elimina los subsidios a los servicios públicos y lleva a Egipto a una espiral hiperinflacionaria. La devaluación de la moneda nacional es imparable. Esa fue la razón para que la burguesía islámica reclamara la ‘asistencia' del FMI. La fuga de capitales ha vaciado las reservas del Banco Central, de 36.000 millones a 16.300 millones de dólares en menos de un año. La deuda pública representa el 76% del PBI. Existe el temor de que Egipto no pueda pagar sus importaciones Las dificultades de aprovisionamiento -como las que ocurrieron a comienzos de año con el combustible- desembocan en verdaderas avalanchas humanas. Las reacciones de los consumidores desesperados se vienen multiplicando. La inflación se mantiene en dos dígitos; el 40% de la población vive con menos de dos dólares por día. La crisis social está arruinando el clientelismo de masas de la Hermandad Musulmana. Los trabajadores textiles de Mahalla, cuyo prestigio y largos años de lucha se hicieron sentir en la revolución de 2011 contra Murabak, han anunciado una huelga en solidaridad con las nuevas protestas. Es una señal de que los trabajadores están entrando en acción y, por lo tanto, de la extensión, alcance y profundidad que está adquiriendo la revuelta popular.


Las nuevas protestas vienen unidas a huelgas de diversos sectores de trabajadores.


La situación es explosiva. Morsi podría convocar a un gobierno de unidad nacional, pero esto implicaría un retroceso político para los HM y la desaparición de una agenda política. Luego del papel de Morsi en la reciente crisis por la agresión sionista a Gaza, no debería excluirse la posibilidad de que Obama aliente un ingreso de los militares al gobierno. Más allá de estas variantes y conjeturas, lo fundamental es la política que determine la izquierda revolucionaria y los sindicatos obreros. Egipto necesita que se convoque una Asamblea Constituyente libre y soberana, la cual solamente podrá ser convocada por un gobierno de trabajadores.