Egipto: sin faraones ni asambleas

El resultado de los primeros comicios presidenciales luego de la caída de Hosni Mubarak volvió a poner de manifiesto la crisis de la llamada transición.


La participación electoral fue inferior al 50 por ciento del padrón electoral y ningún candidato logró más del 25 por ciento. Esto refleja mucho más que una dispersión, que contrasta con el triunfo contundente del islamismo en las parlamentarias: el más votado reúne apena el 13 por ciento del padrón electoral, o sea que carece por completo de un mandato popular.


El candidato de la Hermandad Musulmana (HM) logró ingresar en el ballotage cuando los sondeos lo dejaban afuera, apenas por encima del candidato de la izquierda nasserista (nacionalista laico). El candidato de la Junta Militar, un ex primer ministro de Mubarak, Ahmed Shafiq, contó con el apoyo del aparato estatal. Un ex canciller de Mubarak y ex secretario de la Liga Arabe, Amor Musa, quedó afuera a pesar del fuerte apoyo para su campaña por parte de la ‘comunidad internacional'. Shafiq tiene numerosos cargos de corrupción, pero es por sobre todo un hombre de choque de la derecha, el responsable del ataque que dejó once muertos y centenares de heridos en la plaza Tahir en plena revolución. Para el corresponsal de Le Monde (27/5), "encarna por sí mismo a la reacción contrarrevolucionaria". En la segunda vuelta podría convertirse en el presidente de Egipto, lo que equivale a un llamado a la guerra civil.


Un ballotage en crisis


La definición de la elección presidencial será entre un ex mubarakista, apoyado por el establishment militar y el sionismo, y el candidato de la HM. Una victoria del mubarkista Shafik desencadenaría una ola de violencias desde el poder, que mantiene intactos los servicios de espionaje y parapoliciales. La circunstancia de que el parlamento no ha podido redactar aún una Constitución, opera a favor de un vacío de poder que la contrarrevolución podría colmar a puro machete, en especial porque de acuerdo con la ley que prohíbe la elegibilidad de los ex funcionarios, su candidatura es por completo irregular. Una victoria de la Hermandad Musulmana desataría una enorme lucha patrimonialista, pues aunque suene paradójico el islamismo propugna una fuerte privatización de propiedades que en un 90 por ciento se encuentran en manos de las fuerzas armadas. El ‘medievalismo' que se atribuye a los islámicos es simple ignorancia, pues constituye en realidad un enorme conglomerado de intereses capitalistas con fuerte incidencia adentro y afuera de la Bolsa. Por otra parte, la organización ya manifestó su compromiso de defender las inversiones norteamericanas en el país.


En este cuadro se inscribe la parálisis en la que se encuentra sumida la Asamblea Constituyente, bloqueada por los militares y los liberales para evitar que los islamistas impongan su mayoría. La HM plantea un sistema parlamentario que le otorgue la posibilidad de formar gobierno, mientras el resto de las fuerzas buscan un sistema presidencial o semi-presidencial.


Los militares, en tanto, se enfrentan a un dilema que no es menor. Para atenuar las reiteradas movilizaciones de masas que reclaman su salida del gobierno, se comprometió a entregar el poder antes del 30 de junio. Sin embargo, en estas condiciones no habría quizá gobierno al cual entregárselo. Por otra parte, dilatar aún más esa entrega del poder podría precipitar un derrocamiento a manos de la movilización popular. La transición se encuentra completamente empantanada.


La izquierda y las elecciones


La novedad fue, sin duda, la candidatura ‘nasserista' de Hadmin Sabahi, que canalizó una gran cantidad de votos de los activistas de la revolución. Sabahi pasó al 20 por ciento de los votos y casi ingresa en la segunda vuelta. Sabahi carga con la hipoteca de haber llegado a un acuerdo con el islamismo en las elecciones legislativas precedentes. A la izquierda de Sabahi, Khaled Alí, un militante revolucionario con una trayectoria combativa a nivel popular, fue ninguneado por los medios y obtuvo apenas el 2 por ciento de los sufragios, que Le Monde (25/5) atribuye en parte al faccionalismo que reina en la izquierda revolucionaria de Egipto, una parte de la cual llamó a votar a Sabahi, otra a un islamista independiente (Abdel Moneim Aboul Foutouh) y otros a la abstención. Una parte se dispone a votar ahora al candidato de la HM contra el mubarakismo, lo que legitima la candidatura impugnada de Shafik. El grupo orientado por Socialist Worker acuñó la consigna: "Con los islamistas ocasionalmente, con el Estado nunca".


Un triunfo de Shafiq, en las actuales condiciones, desataría una crisis revolucionaria y la amenaza de una guerra civil; si ganan los islamistas, esa perspectiva demoraría algunos meses. Asimismo, Egipto está inmerso en una gran crisis económica a la que aún no se le ve salida.