El “ajuste” llegó a la CUT

El 8° Congreso Nacional de la Central Unica de Trabajadores (ConCut), celebrado en San Pablo entre el 3 y el 7 de junio, era esperado con gran expectativa, pues además de ser el primero en la “era Lula”, debía posicionarse frente a las reformas reaccionarias – en especial la previsional, la laboral y la sindical – desencadenadas por el “gobierno popular”, en estricto y hasta celoso cumplimiento de los acuerdos con el FMI.


El órgano de la “comunidad de los negocios” (Gazeta Mercantil, 6/6) bautizó al 2003, como “el año del ajuste económico”. ¡Y qué ajuste! Una caída del 10% del salario medio de los trabajadores (¡4% en marzo!); un desempleo que supera, oficialmente, el 20% en las principales capitales del país; un reajuste salarial ridículo y ofensivo de 1% (¡!) a los funcionarios públicos (después de más de un lustro sin reajuste, con una inflación en torno del 100% y una desvalorización cambiaria de 200% en cinco años); un crecimiento espectacular del “empleo informal” (sin ninguna contribución previsional ni impuestos laborales para la patronal); un 60% de los puestos de trabajo jornadas de 70 y 80 horas semanales. Claro que con un aumento de los beneficios bancarios de casi 19%, bajo el “gobierno popular”, gracias a tasas de interés estratosféricas y a una desenfrenada especulación con los títulos públicos, lo que motiva, lógicamente, la “patriótica” protesta del “capital productivo”, que mantiene (y aumenta) sus propios lucros, mediante la superexplotación expuesta (la capacidad ociosa de la industria es de sólo 10%, y las exportaciones baten récords).


El otro motivo de expectativa es que nada menos que once de los ministros de Lula tienen su origen en la Cut, además de otros 66 ex sindicalistas “cutistas” que ocupan funciones en el “primer escalón” del gobierno (O Estado de S. Paulo, 6/6). Lula llegó a afirmar que “con tantos sindicalistas en el poder, ya no tenemos a quién echarle la culpa, en el caso de que no se haga lo que debe ser hecho”; y llamó a “repensar el papel del movimiento sindical” para que ahora “pueda sentarse en la mesa de negociaciones (para) firmar todos los acuerdos que el país precisa” – obvia referencia al tandem FMI-Banco Mundial – (O Estado de S. Paulo, 3/6).


Para la burocracia de la CUT se trataba de proseguir, ahora en directo interés, la línea de la “participación de los trabajadores” de la década de 1990, frente a los gobiernos “neoliberales” de Fernando Collor y Fernando Henrique Cardoso. Se formaron “cámaras sectoriales”, con representantes del gobierno, los empresarios y los sindicatos (sólo tres sellaron acuerdos), con beneficios mínimos y efímeros para los trabajadores. Al mismo tiempo, se condenó a la derrota la huelga de los petroleros de 1994 y se aislaron las luchas de los funcionarios públicos federales y estaduales al final de la década, así como se bloqueó estratégicamente la alianza entre los obreros y los campesinos sin tierra.


El congreso comenzó con un acto público opositor para protestar contra la reforma previsional y contra la connivencia de la dirección de la central con las propuestas gubernamentales. En el congreso había 2.750 delegados, representando a 3.317 sindicatos (¡menos de uno por sindicato!), muchos de ellos no elegidos directamente por las bases, sino indirectamente en congresos estaduales de representantes, donde el peso de los aparatos es mucho mayor, sin hablar de los “sindicatos-sello”. En el congreso de fundación de la Cut (en agosto de 1983) hubo 5.054 delegados, representando a 911 sindicatos, y en el 3° (1988), 6.244 delegados, representando a 1.143 sindicatos. Los participantes del acto opositor se dirigieron al recinto del congreso, superando las “esquemas” (matones) de seguridad de la burocracia, donde entonaron coros contra las reformas y la política gubernamental.


Los representantes del gobierno (el propio Lula) y del PT que se hicieron presentes (José Genoíno, presidente del PT y responsable de la “caza de brujas” contra los “disidentes” del partido; Marta Suplicy, intendenta de San Pablo y, sobre todo, Ricardo Berzoini, ex sindicalista bancario y actual ministro de la Previsión Social), simplemente no pudieron hablar, debido a los silbidos (o mejor, rugidos) que llegaron de la “platea”. No sucedió lo mismo con Lula, el cual hizo, sin embargo, un discurso defensivo, pidiendo “paciencia” para un gobierno que lleva apenas “cinco meses en el vientre de la madre” (si como feto ya hizo lo que hizo, cabe sólo imaginar lo que hará en cuatro meses, cuando nazca…).


El desarrollo del congreso dejó claro que las corrientes mayoritarias apoyaban todas las políticas gubernamentales. El sindicato del presidente pre-nombrado (por el propio Lula, en declaración pública) de la Cut, Luiz Marinho, de los metalúrgicos del ABC, afirmaba en su boletín, que había “corrientes (que) quieren el retiro del proyecto de reforma de la previsión”, es decir que él la apoyaba. De manera vergonzosa, fueron cayendo en las votaciones todas las posiciones históricas de la Cut: fueron rechazados las ocupaciones de tierra, la lucha contra los proyectos de reforma (inclusive contra las reformas realizadas por el gobierno derechista anterior), la ruptura con el FMI, el no pago de la deuda externa, el rechazo al Alca, etc. De plan de lucha, mejor ni hablar, pues no estaba en los planteos ni siquiera de la mayoría de la “oposición”.


Las cifras de delegados de las tendencias presentes, y sus alineamientos, eran aproximadamente las siguientes: la oficialista Artsind, 53% (1.450 delegados), CSC (del PC do B, stalinista) 14% (370 delegados), CSD (de la DS, Secretariado Unificado) 8% (220 delegados); éstas son las corrientes pro-gubernamentales abiertas, que conformarían una lista única para la elección de la dirección. En el campo “opositor” (las comillas no están de más) se encontraba el bloque Fortalecer a Cut (16%, unos 440 delegados, unos 100 de O Trabalho – lambertistas – ; 32 de la CST, de la diputada “disidente” Luciana Genro; una centena de la Articulación de Izquierda – AE – y de la Fuerza Socialista, que dirige la Intendencia de Belén y tiene al líder petista de la Cámara de Diputados, perfectamente alineado con la “verticalidad”). Este bloque constituiría una lista “de izquierda”, para competir con Marinho (y, sobre todo, por puestos proporcionales en la Ejecutiva de la Cut) junto con el Mts (tendencia sindical del Pstu, morenista) que tenía 7% (unos 190 delegados). Fuera de esos bloques, otras corrientes de izquierda tenían algunos delegados (Mtl, 14 delegados; LBI, 5; CEDS, 4; PCO, 3; OMP – ex PT – , 2; POR, 1; LOI, 1), que se dividieron entre el apoyo a la lista “de izquierda” y el llamado al voto nulo o en blanco.


La lista “opositora” resultó de un forcejeo burocrático: el lambertismo recusaba una lista con el Mts (Pstu) por estar éste “fuera del PT y contra el gobierno” (el cual es, para esos “trotskistas”, un “gobierno en disputa “, lo mismo que para las otras corrientes de Fortalecer). Lo que decidió la formación de la lista única “de izquierda” fue el riesgo de no alcanzar el cociente mínimo para entrar en la dirección (de 20%, en el caso de dos listas). La “unidad de la izquierda” no se hizo sobre la base de un programa. Votaron en la elección de la dirección nacional 2.632 delegados: la lista gubernamental Unir a Cut, con Luiz Marinho, obtuvo 1.950 votos (74,1%); la “opositora” Cut Independente e Democrática, con Jorge Luis Martins, 661 votos (25,1%); y blancos y nulos, 21 (0,8%).


Al final del congreso, el líder del Mst (campesinos son tierra) João Pedro Stédile, llamó a “no gastar energía haciendo oposición al gobierno, sino movilizando a los trabajadores para hacer los cambios que el país precisa” (Folha de S. Paulo, 8/6), un remache innecesario, en la mejor hipótesis, pues el congreso acababa de votar, con el 75%, el apoyo a la política del gobierno Lula. El único punto en que la Cut declaró total divergencia con el gobierno fue en la cuestión de las tasas de interés, haciéndose eco del reclamo de las centrales patronales (en especial la Fiesp, federación industrial de San Pablo); posición, por otro lado, que también es la del CDES (Consejo de Desarrollo Económico y Social, nombrado por el gobierno, de composición abrumadoramente patronal), en el que la CUT participa con 14 miembros.


El saldo del 8° ConCut fue una Cut “integrada” a la política reaccionaria del gobierno Lula (y al propio gobierno), cada vez más burocratizada y desconectada del movimiento de los trabajadores, en especial de sus sectores más explotados (“informales” y desempleados). Al mismo tiempo la burocracia mostró su incapacidad para defender esas posiciones en una lucha política abierta, sustituida por maniobras de aparato. La lucha para que el PT y la Cut rompan con la burguesía debe estar al servicio de la construcción de una alternativa (partido) revolucionaria, condición de la recuperación de las organizaciones obreras para la lucha de clases.