El alcance del bloqueo contra Cuba

Cuba sufre desde hace ya treinta años el bloqueo económico y político del imperialismo norteamericano. Por su duración, se trata de un ataque sin precedentes contra el desarrollo económico de Cuba y  su pueblo.


Una carta dirigida recientemente por el canciller Robaina a Boutros Ghali, secretario general de la ONU (Granma, 14/9), denuncia que, sólo en 1993, “las afectaciones económicas, considerando los ingresos dejados de percibir y las erogaciones adicionales causadas por el bloqueo, sobrepasan los 970 millones de dólares”, una cifra cercana al 10% del PBI cubano.


La prohibición del ingreso a puertos norteamericanos por un plazo de seis meses a los barcos de terceros países que comercien con Cuba, establecida en la “Ley Torricelli” de 1992, ha provocado una marcada disminución de las flotas mercantes a disposición de Cuba y un encarecimiento de hasta un 30% de los fletes que transportan su comercio exterior; en el caso del transporte aéreo, el encarecimiento es todavía superior. Robaina denuncia que sólo por el encarecimiento del transporte, Cuba perdió 50 millones de dólares en 1993.


Con relación a las cargas aéreas, Robaina denuncia que “por cada cinco dólares que hoy mi país paga por transportar productos desde Europa, podrían ahorrarse cuatro si estas operaciones ocurrieran en su natural entorno geográfico, controlado por empresas norteamericanas”. El canciller está ofreciendo, al amparo de su crítica, un canje del bloqueo por el otorgamiento de un monopolio comercial en favor de los capitalistas yanquis.


“Los Estados Unidos, a través de los servicios de inteligencia y otros medios especializados, dan un seguimiento minucioso y sistemático a la concertación y desarrollo de toda negociación que Cuba establece con capitales de terceros países, cualquiera sea la magnitud de la operación involucrada, con la intención de frustrarla”, denuncia Robaina. “En setiembre de 1993, informa, el Departamento de Estado instruyó a todas sus misiones en el exterior dirigirse oficialmente a los gobiernos ante los cuales estaban acreditados e instarlos a presionar a sus nacionales y firmas de negocios a no entrar en contactos con Cuba o realizar inversiones en ésta” … con el “argumento” de que Cuba podría estar ofreciendo propiedades expropiadas a empresas norteamericanas.


Washington amenazó con sanciones de todo tipo a los países del Caricom (el mercado común del Caribe); a Rusia; a las multinacionales europeas radicadas en Cuba, especialmente las dedicadas a la prospección petrolífera; a las empresas de terceros países que tienen filiales en los Estados Unidos; a los países africanos y a numerosos países latinoamericanos. Robaina denuncia que el gobierno norteamericano realiza un específico trabajo de espionaje con el objetivo de “identificar a los empresarios mexicanos interesados en invertir en Cuba y ofrecerles mayores beneficios si invierten en Puerto Rico”.


Amén del intercambio comercial y las inversiones perdidas, Cuba se ve obligada,  como consecuencia de estas presiones, a pagar precios más altos por sus importaciones y fletes, a vender sus exportaciones a precios inferiores y a aceptar financiaciones internacionales más caras.


La denuncia más destacada de Robaina se refiere a las pérdidas que ha ocasionado en el último año la disposición establecida en la “Ley Torricelli”, que prohibe el comercio con Cuba por parte de las subsidiarias norteamericanas establecidas en terceros países. Este comercio tuvo “una tendencia creciente en la década del ‘80” y alcanzó su nivel más alto en 1991 con 718 millones de dólares. “De este monto, 383 fueron importaciones cubanas … en 1992 las importaciones cubanas fueron aún mayores, totalizando 407 millones de dólares”. En 1993, esas operaciones “virtualmente desaparecieron”.


“Con esas empresas subsidiarias —informa Robaina— se realizaba también un volumen significativo de las exportaciones cubanas, particularmente de azúcar”. Es decir que aun en las condiciones del bloqueo, Cuba realizaba, hasta 1992, a través de las empresas norteamericanas —especialmente el pulpo Cargill—  buena parte de su comercio exterior.


El canciller cubano señala que “el recrudecimiento del bloqueo tiene lugar cuando Cuba se empeña en reinsertarse en la economía mundial, restablecer su aparato productivo y reacomodarlo a las nuevas condiciones prevalecientes en la esfera internacional”.