El ascenso del proletariado en Asia

Además de un tembladeral monetario mundial y de la ‘desaparición’ de inversiones por miles de millones, la crisis asiática está provocando otro ‘terremoto’ de alcance mundial. Un corresponsal norteamericano en Singapur lo describe así: “en la medida en que su economía se derrumba, Tailandia se enfrenta a despidos en gran escala, a un desempleo creciente, a protestas sindicales y a un descontento social, en una reacción en cadena que puede extenderse a otras partes del sudeste asiático” (International Herald Tribune, 16/9, diferenciados nuestros).


Los ‘tigres’ asiáticos


En Tailandia acaba de tener lugar la primera manifestación obrera callejera de masas: en su capital, Bangkok, “varios miles de trabajadores” (ídem) se concentraron en reclamo de protección frente a los despidos y al desempleo. Hoy existen 1,3 millones de desempleados  (3% de la población, aunque se considera que esta cifra está fuertemente subestimada). Se pronostica que se producirán más de un millón de despidos adicionales en los próximos meses. Ya se sabe, entonces, lo que hay que esperar: “los trabajadores, mayoritariamente de fábricas y empresas estatales, que protestaron en Bangkok el sábado amenazaron con llevar a ‘cientos de miles a las calles’ si el gobierno no atiende sus demandas” (ídem).


La ‘reacción en cadena’ que está comenzando en la clase obrera tailandesa, puede continuar por Indonesia y las Filipinas, donde también se esperan “millones de despidos” (ídem).


Los despidos y el desempleo masivo, y la consiguiente perspectiva de una “reducción de los (ya miserables) stándares de vida de los trabajadores entre el 10 y el 25%”, vienen a echar leña al fuego del “extendido resentimiento provocado por la ‘brecha de la riqueza’ entre unos pocos plutócratas que han hecho grandes fortunas (y las masas desposeídas)” (ídem). Esta insoportable agudización de las tensiones sociales en toda la región revela “el potencial impacto social y político de la dislocación económica del sudeste de Asia” (ídem).


A la luz de estas contradicciones, son cada vez más los analistas que consideran que los levantamientos que se han venido produciendo en el interior de Indonesia por más de un año (y que usualmente se atribuían a motivos religiosos o raciales) “fueron provocados por la amplia diferenciación (social) entre los ricos y los pobres” (ídem).


Otro país ‘preñado’ de grandes confrontaciones sociales en el próximo período es Vietnam, donde sus dirigentes ‘comunistas’ “echaron al mar la mayoría del bagaje ideológico y retórico asociado con la doctrina marxista leninista” (The Washington Post, 15/9). Con la ‘reforma’ empantanada por los efectos de la crisis asiática —y de sus propias contradicciones—, las industrias estatales están yendo a la quiebra, el desempleo crece y “los signos de descontento se extienden por todo el país (…) en una provincia costera golpeada por la miseria, miles de pobladores se levantaron y atacaron a los dirigentes del gobierno local” (ídem).


No empezó ayer


Un corresponsal alemán resume así la situación de las masas previa a la crisis financiera: “Huelgas y enfrentamientos callejeros con la policía y el ejército en Camboya e Indonesia; quema de una planta de la japonesa Sanyo en Tailandia en protesta por los bajos salarios y las penosas condiciones de trabajo; en Filipinas, más de 3.000 manifestaciones se registraron el año pasado … huelgas oficialmente consideradas ilegales son cosas de todos los días; surgimiento de sindicatos independientes de los ‘oficiales’ (…) Desde Tailandia a Corea y desde las Filipinas a Malasia, los reclamos de los trabajadores son casi idénticos: piden un sueldo mínimo garantizado, la regularización de las horas laborales y puestos de trabajo seguros. Sobre todo, insisten en hacer valer su derecho a agremiarse sin que nadie ni nada se los impida (…) La ola de movimientos cuestiona el status quo” (Gaceta de Frankfort, reproducido por La Nación, 28/1).


Corea


De toda el Asia, uno de los países donde se esperan los mayores enfrentamientos sociales es Corea. A fin del año pasado, los obreros coreanos, agrupados en un sindicato declarado ‘ilegal’ por el gobierno, desarrollaron durante varias semanas grandes huelgas con piquetes, choques con la policía y manifestaciones de cientos de miles de obreros que conmovieron al país.


La gran prensa espera que estas luchas vuelvan a repetirse. Según el International Herald Tribune (30/9), tres de los siete mayores conglomerados industriales están en la quiebra y la industria automotriz coreana, en su conjunto, “lucha por sobrevivir”.


Se anuncian miles de despidos; ya han comenzado las huelgas en la Kia, la segunda automotriz del país, y los choques de los obreros movilizados con la policía.


China


La perspectiva de una lucha obrera generalizada en toda Asia tiene un gran protagonista: la clase obrera china.


Las huelgas y manifestaciones callejeras de los obreros chinos —contra los despidos, contra el atraso salarial, contra la liquidación de la ‘seguridad social’ por parte de las empresas estatales— viene creciendo sistemáticamente en los últimos años, tanto en número como en la magnitud de las masas obreras movilizadas (ver Prensa Obrera, n° 560, 9/10).


El número de huelgas y conflictos laborales se viene duplicando cada año desde 1994 y algunos engloban a grandes masas obreras: 40.000 mineros y sus familias en el sur del país en noviembre de 1996 (South China Morning Post, 28/11/96); 20.000 obreros en Xichuán en marzo; 20.000 trabajadores en la provincia de Mianyang en julio. En este cuadro, la feroz persecución gubernamental contra los activistas fabriles y organizadores sindicales —que enfrentan severísimas penas de cárcel e, incluso, la pena de muerte— sólo parece servir para retardar un estallido que parece inevitable.


Frente al crecimiento de los conflictos, la burocracia ha cedido a las reivindicaciones de los trabajadores (La Prensa, 31/8). Esta “mano blanda” lleva al Financial Times (23/9) a pronosticar el fracaso de las promocionadas resoluciones del reciente XV° Congreso del PCCH, que prevén la privatización de 300.000 empresas estatales y el despido de, al menos, 40 millones de trabajadores. Según el diario británico, el débil y dividido gobierno chino ‘no tiene capacidad’ para bancarse las repercusiones sociales del desempleo masivo. Efectivamente, otro observador señala que “la guerra civil no es impensable” si la burocracia decidiera ir a fondo con los despidos de los obreros estatales (International Herald Tribune, 18/9).


Perspectivas


El crecimiento de la lucha de la clase obrera asiática tiene un significado estratégico para el movimiento obrero mundial.


Refiriéndose a los trabajadores coreanos, dos investigadores sociales europeos dicen que “recuerdan la imagen de los obreros europeos del siglo XIX: rebeldes, radicales, afirmando apasionadamente una conciencia de clase” (Walden Bello y Stephanie Rosenfeld, Dragones en problemas: el milagro económico de Asia en crisis, reproducido por Rouge, 30/1). La comparación, sin embargo, deja de lado algunas cuestiones claves. Estos ‘obreros rebeldes, radicales y apasionadamente clasistas’ han sido concentrados por millones por la gran industria moderna y deben enfrentar, no a un capitalismo en ascenso, sino a un capitalismo en crisis y en declinación histórica. A diferencia de los obreros del siglo pasado, los obreros asiáticos pueden apoyarse en las luchas de sus hermanos de clase en los cinco continentes.


¿El ascenso del gigantesco y joven proletariado asiático plantea la perspectiva de una regeneración ‘rebelde, radical y apasionadamente clasista’ del movimiento obrero mundial? La lucha de clases lo dirá. Pero el solo hecho de que la pregunta pueda plantearse seriamente, indica las enormes implicancias políticas y estratégicas que encierran las huelgas y manifestaciones de Bangkok, Manila, Yakarta y las vastas provincias chinas.