El carácter de la victoria de Hamas y sus perspectivas


La victoria del movimiento Hamas en las elecciones legislativas de la llamada Autoridad Palestina desconcertó a la diplomacia internacional, la cual lo tiene clasificado como organización ‘terrorista’. Israel había puesto en marcha el ‘plan Sharon’, que a cambio de un retiro supervisado de Gaza facilitara la anexión de nuevas zonas de Cisjordania y permitiera avanzar con el muro de separación entre los territorios de mayoría judía y árabe. Estas nuevas confiscaciones territoriales por parte del sionismo contaban con el acuerdo del gobierno de la AP, o al menos con su neutralidad. El triunfo de Hamas es visto como un escollo.


¿Representa este resultado una victoria revolucionaria o nacional del pueblo palestino? ¿Cómo caracterizarla, en todo caso?


 


A diferencia de lo que representó históricamente la Organización para la Liberación Palestina (OLP), Hamas no es auténticamente un movimiento nacional, en primer lugar porque representa y organiza solamente a la parte del pueblo árabe palestino que se encuentra en los territorios ocupados. La mayoría de este pueblo se encuentra expulsada de su territorio nacional. La Autoridad Palestina, esa ficción estatal armada por los acuerdos de Oslo, entre el imperialismo, el sionismo y la OLP, constituye una renuncia a la representación nacional de Palestina. Por eso constituye el punto de partida de todos los acuerdos que han tratado de imponer el imperialismo y los sionistas. Hamas fue concebido originalmente para combatir el movimiento palestino representado por la OLP. Recluta en masa sobre la base de la asistencia social, que es financiada por los regímenes árabes más reaccionarios. A diferencia de la carta de fundación de la OLP, que reivindicaba una república laica y democrática de Palestina, en todo su territorio histórico, y que por lo tanto amenaza la existencia de la monarquía artificial de Jordania, la carta de Hamas reclama una república islámica en un territorio palestino vagamente definido, o sea aceptable para los regímenes despóticos del Medio Oriente. Hay que decir que, antes que Hamas, el movimiento nacional palestino fue destruido por parte de la OLP —y en especial de la fracción política mayoritaria de ella, el Al-Fath (que dirigía Arafat). En estos términos, la victoria de Hamas podría ser admitida como una victoria popular que representa un golpe para los planes esbozados por Sharon y sus socios de la Autoridad Palestina, pero no es una victoria ni nacional ni revolucionaria. Habrá que reconstruir el movimiento nacional palestino, pero deberá hacerse sobre nuevas bases, tanto socialistas como internacionalistas.


 


Es claro que la reacción internacional del capitalismo a la victoria de Hamas está condicionada por la del propio sionismo, y por sobre todo por el hecho de que en menos de un mes habrá elecciones en Israel, lo que explica que nadie quiera mostrarse ‘flojo’ frente a Hamas y menos que nadie el partido del muribundo Sharon, que está en el gobierno. Pero bajo la mesa ya hay negociaciones para que Hamas acepte alguna suerte de gobierno de coalición o, de últimas, un gobierno ‘tecnocrático’. Los dirigentes de Hamas han dicho que sólo les interesan los ministerios de asuntos sociales y los de asuntos religiosos. Mientras tanto, los partidarios de Al-Fath acaban de votar un reforzamiento de los poderes del presidente de la Autoridad Palestina para neutralizar a un eventual gabinete de Hamas. Israel controla nada menos que los ingresos aduaneros de la AP, lo que alcanza para mostrar la artificialidad de todos los ‘planes’ de ‘paz’ en la zona.


 


Aunque todo indica que está decidida una línea de ‘negociación’ (en especial de parte del gobierno de Bush), no puede excluirse un escenario alternativo, que sería el atizamiento de una guerra civil entre Hamas y Al-Fath por parte del sionismo. En medio de la espantosa situación del pueblo árabe palestino, las ‘autoridades’ de la Autoridad nadan en un mar de corrupción alentado por los organismos internacionales del imperialismo y en otro mar, aún más grande, de negocios con las autoridades y capitalistas de Israel y de Egipto. Los hijos de Sharon se encuentran denunciados ante la justicia por actividades de corrupción que involucran a allegados del ex jefe palestino Yasser Arafat. El afán de la camarilla oficial por conservar estos privilegios sería un buen motivo para incentivar una guerra contra Hamas.


 


Los sucesos en los territorios ocupados, así como la agonía del criminal Sharon, han servido para dejar ocultos algunos factores de fondo que están obrando decisivamente en la región. En particular la situación terminal del sionismo, en cualquiera de sus versiones históricas, lo que ha llevado a algunos historiadores a disimular la crisis haciendo referencia al ‘post-sionismo’. El ‘sueño’ del ‘gran Israel’ ha quedado definitivamente sepultado como consecuencia de las Intifadas; lo mismo ocurre con la variante ‘menor’ de un Estado judío homogéneo que actuaría como un factor de cooperación y de ‘civilización’ en el Medio Oriente. El sionismo vive acosado por la superioridad demográfica de los árabes, o sea que no encuentra remedio con la inmigración masiva desde el resto del mundo. El agotamiento del Estado sionista está mejor demostrado por dos datos decisivos: uno, el incremento colosal de la pobreza de la población judía y la reiteración de los planes de ‘ajuste’, esto cuando históricamente el sionismo internacional parecía tener una bolsa suficiente para financiar la expropiación de los árabes y su reemplazo por población judía inmigrante. Los judíos se están muriendo de hambre bajo el sionismo. El otro dato es el enorme reforzamiento de la discriminación y la represión contra la población árabe que tiene ciudadanía israelí, con la clara intención de echarla de los territorios sionistas. La política del imperialismo mundial se resume, en estas condiciones, en un desesperado intento por desarmar la bomba de la desintegración del régimen sionista, que podría llevar al Medio Oriente a una conflagración sin precedentes.


 


Con estos factores históricos en vista no hay nada más realista que la reivindicación de una República única, democrática y laica de Palestina, que reúna a todos los pueblos de la región, pero que sólo tendrá lugar sobre los escombros del Estado sionista. A partir de esto defendemos la victoria de Hamas contra los ataques y exigencias del imperialismo y del sionismo; reclamamos la plena vigencia del derecho al retorno de los árabes palestinos expropiados y expulsados de sus tierras y hogares; planteamos la representación nacional del conjunto del pueblo árabe palestino; exigimos el retiro de las tropas sionistas de los territorios ocupados después de 1967 y el cese del patrullaje militar sobre Gaza, así como el derecho de la AP a cobrar las tarifas aduaneras; y llamamos a los trabajadores judíos a comprender que la victoria contra los planes de ‘ajuste’ en Israel depende de una alianza con el movimiento nacional palestino. Por un congreso de delegados judíos y árabes de Palestina para organizar la lucha para poner fin al Estado sionista y a la monarquía jordana —por un República única, laica y democrática de uno y otro lado del río Jordán.