El “catastrofismo” del Financial Times

Sobre un reportaje a Martin Wolf, columnista económico del influyente medio británico.

“En el peor de los casos, podemos terminar con la depresión económica más grande en la historia, con una pandemia descontrolada que matará a decenas de millones de personas y el mundo quedará absolutamente transformado, para peor, de maneras que no aún podemos concebir”. Con estas palabras define el principal columnista económico del Financial Times el escenario del mundo pospandémico “si no mejoramos nuestra actuación” ante el coronavirus.


La mención fue hecha en un reportaje publicado por La Nación el 1 de abril, en el cual el catedrático y columnista del “medio financiero más importante del mundo” traza pronósticos que llaman la atención.


Un signo de época


Martin Wolf reconoce que “la preparación para situaciones como esta había sido debilitada” por los ajustes en todo el mundo sobre los presupuestos de destinados a salud. Según su concepción, los países más desarrollados –a excepción de Estados Unidos- podrían revertir el déficit de sus sistemas sanitarios en seis meses a un año, “pero esos seis a doce meses serán una catástrofe de la que acaso no nos recuperemos realmente por décadas. Resulta obvio ya que esta puede ser una crisis política, social y económica absolutamente enorme mucho más allá de la crisis sanitaria”.


En el caso de Estados Unidos descuenta “que su sistema médico colapsará, como así también su economía”. Agrega que ello ocurrirá también en algunos países europeos y que el pánico en los mercados agravará la fuga de capitales de los “países en desarrollo”. Consultado sobre si esto derivará en un “nacionalismo más exacerbado”, no solo responde que ello “ya es visible y está claro que aumentará con la depresión económica” sino que además sentencia que “todo el sistema global podría volar en pedazos en una situación como esta muy rápidamente”.


Que semejante análisis salga de boca de un personaje influyente en el mundo de las finanzas es en sí mismo un síntoma de la “catástrofe”, ya que finalmente todo el mercado bursátil y financiero se basa en la especulación de los rendimientos futuros de inversión. Cuando la caída de la tasa de ganancia del capital ya no puede ser evadida mediante la valorización ficticia de acciones y la especulación financiera, queda al desnudo para los capitalistas la magnitud de la bancarrota actual.


Es por esto que la hecatombe económica no “salió de la nada”, como afirma Wolf, sino que es consecuencia de la anemia de la sociedad capitalista, que marchaba en línea recta a una recesión mundial ya antes de la pandemia y que condenaba a las masas del mundo entero a una pauperización social cada vez mayor. La incapacidad de los economistas de la burguesía para prever la crisis vuelve a poner de manifiesto la superioridad del método marxista, que permitía identificar en medio de los récords de Wall Street una tendencia al estallido de las contradicciones del mercado mundial.



Los dilemas del mundo capitalista


Sobre la problemática actual, Wolf observa en primer lugar la disyuntiva que se presenta a los distintos gobiernos entre las medidas que buscan contener la propagación del virus y las consecuencias económicas y sociales que se derivan de ellas. “Después de cierto tiempo, los costos económicos y sociales de cerrar todo serán exponencialmente más grandes e inmanejables”, lo que llevará a flexibilizar las restricciones y por ende al avance de la pandemia. Agrega a este “dilema ético” otros dos, uno “distribucionista” en torno a cómo se compensan esos costos económicos en aquellas personas que “si el gobierno no los apoya adecuadamente, perderán sus casas o incluso morirán de hambre”, y el otro internacional, en torno a la necesidad de que los “países más ricos” presten ayuda económica y sanitaria a los más pobres.  


Analizando estos “dilemas éticos” veremos que en realidad conducen a un único dilema social general. Sobre el aspecto internacional, es evidente lo paradojal de esperar que sean las entidades multilaterales como el FMI quienes rescaten a las naciones más atrasadas, porque son esas instituciones, como organismos del dominio de las potencias imperialistas, las que han catalizado la presión por desguazar y privatizar la salud, como parte de paquetes más generales de ajuste que atacan las condiciones de vida de las masas trabajadoras. El escenario de guerra comercial y monetaria que domina el mercado mundial también disipa cualquier ilusión de “cooperación internacional”.


La cuestión “distribucionista” está presentada de una forma falaz. Los distintos gobiernos vienen anunciando inmensos paquetes de medidas (y no tan inmensos en otros casos) que están destinadas en primer lugar a rescatar al capital, y muy en menor proporción a aliviar los padecimientos de las familias trabajadoras. Llegado un punto, si los recursos del Estado se consumen en subsidios y exenciones impositivas a las empresas, se contrae el margen para asistir el crecimiento exponencial de la pobreza y la desocupación. Esta contradicción es más determinante en las naciones atrasadas, que solo pueden recurrir limitadamente a estímulos como la inyección de liquidez sin profundizar la devaluación de sus monedas, aumentando la probabilidad de desatar hiperinflaciones y fugas masivas de capitales.


La pospandemia


La tensión entre las consecuencias sanitarias y las económicas que conlleva el manejo de la pandemia es en realidad el principal dilema social que resume la crisis actual: la contradicción entre la propiedad privada de los medios de producción y la necesidad de proceder una concentración de los recursos y a una planificación de la producción y la distribución como forma elemental para reducir la propagación del coronavirus y atender a los afectados. Como pocas veces, ha salido a la luz que el rescate al capital implica descargar el peso de la crisis sobre los trabajadores.


La catástrofe que nos amenaza, entonces, no es otra que el colapso de la economía capitalista. Lo que no entra en el análisis del economista es que la “depresión económica más grande de la historia” exacerbará los choques sociales. La arena en que se dirime el futuro pospandémico es la de la lucha de clases.