El Che ¿‘canonizado’ o ‘exorcizado’?

La figura del Che es motivo de un bastardeo que no tiene casi precedentes.


Lamentablemente, hasta su hija Aleida se ha prestado a discutir el cobro de ‘royalties’ ya no sólo por el uso de la imagen del Che, sino hasta por “el uso del nombre de una marca de cerveza británica llamada ‘Che Guevara’…” (1).


Mientras el centroizquierda de la estirpe de Página 12 se ‘viste’ con su imagen (y de paso se llena de plata vendiendo fascículos con sus textos … debidamente prefaciados por comentaristas que lo ‘actualizan’, es decir, que lo denigran), otro vocero capitalista, La Nación, “no lo puede ver al Che Guevara ni en estampillas”, comenta el matutino ‘guevarizado’ (2/10).


Es indudable que cuando el diario de los Mitre editorializó el 1/10 acerca de la “desafortunada” decisión de Menem de estampillarlo, atacando al Che como”cultor de la violencia y del odio ideológico”, expresó los sentimientos más genuinos de los explotadores.


Robespierre, Trotsky, Luxemburgo


Robespierre, Trotsky y Rosa Luxemburgo, tribunos y líderes de tres de las más grandes revoluciones contemporáneas, tienen en común que fueron primero asesinados, luego bastardeados y jamás ‘rehabilitados’.


Los casos de los dos primeros sobresalen. En toda Francia, dice un historiador, el ‘incorruptible’ —así llamaba el pueblo al líder jacobino— tiene un “único monumento a su memoria”. “No hay en París —la sede de sus grandes intervenciones revolucionarias— ningún monumento a Robespierre” (2). Los restos de Luis XVI (guillotinado por la revolución) “fueron inhumados ostentosamente allí (en Francia) en 1816” (3), bajo la restauración; en cambio, 200 años después del ‘ajusticiamiento’ de Robespierre, éste reclama aún su reivindicación.


No es casual que fuera la primera revolución proletaria victoriosa, 120 años más tarde, la encargada de homenajearlo: “bajo los muros del Kremlin, un monumento a Robespierre fue erigido varios meses después de la revolución de Octubre. El decreto estaba firmado por Lenin, quien describe a Robespierre como un bolchevique avant la lettre, la inspiración y el líder de los jacobinos, ‘una de las cumbres más altas alcanzadas por la clase trabajadora en la lucha por su emancipación’…” (4). Recién bajo el gobierno del Frente Popular en Francia, después de 1936, la ‘izquierda’ se‘permitió’ colocar una pequeña placa en la última casa habitada por Robespierre en su pueblo natal (Arras), y en 1949, bajo otro gobierno de esa misma izquierda, se erigió el citado monumento “en un suburbio obrero y pobre en el perímetro de París”. Más recientemente, una estación del Metro, “en un ramal lejano, utilizado principalmente por la clase obrera, lleva su nombre”.


Si la contrarrevolución soviética fue infinitamente más sanguinaria que la francesa, especialmente con el trotskismo, la figura del gran revolucionario en Rusia a partir de la ‘perestroika’ y la ‘glasnost’ (es decir, la restauración capitalista abierta) tuvo la misma suerte que Robespierre. La ‘rehabilitación’gorbachoviana se detuvo exactamente en la figura de León Trotsky.


El ‘incorruptible’ de América Latina


La figura de Robespierre adquiere relevancia con relación al Che. Sus trayectorias políticas tienen un gran parentesco. Ambos murieron (fueron asesinados) muy jóvenes, a los 36 años el primero, a los 39 el segundo. Sus militancias fueron muy breves, 6 años la del francés, 11 la del argentino-cubano.


Comenzaron a actuar no en la adolescencia, sino en la madurez. Robespierre “fue el primero que intentó describir la entrega incondicional de una personalidad a la revolución” (5). El Che, junto a Fidel, fueron los primeros en hacerlo en América Latina, después de más de 30 años de dominación de esa maquinaria siniestra que fue el stalinismo y que devoró las energías de tantas generaciones.


El Che y Fidel fueron a su modo ‘jacobinos’, porque actuaban como la expresión revolucionaria de un movimiento nacional (democrático-burgués).


En este punto, el Che fue otro gran ‘incorruptible’ (no en el sentido devaluado del ‘verso’ centroizquierdista, ‘funcional’ a las necesidades del amo imperialista), sino en el sentido que no antepuso ningún otro interés al de la revolución.


Es aquí donde se escinden la figura del Che de la de Fidel. Mientras el primero comprendía que no se podía renunciar a la revolución proletaria mundial y su orientación estratégica estaba en ese sentido, a pesar de todas las limitaciones de sus intentos; Fidel inicia, tras la muerte del Che, un giro irreversible hacia la órbita de la burocracia rusa.


Hay que tener presente que la figura del Che está mucho más fresca que la de Lenin, por ejemplo, en la memoria colectiva latinoamericana. De ahí que, aunque al Che se le ha dado un “aura romántica” (es decir, un barniz democratizante), La Nación observe con preocupación “la evocación (que de él hacen) ciertos sectores juveniles”.


Uno de sus ‘panegiristas’, Michael Löwy, acaba de declarar en un “seminario” sobre el Che, que “las luchas en América latina (no) son las mismas que en la época del Che” (Página 12, 4/10). ¡En qué galaxia viven estos ‘socialistas’! Hace casi 40 años la revolución cubana proclamaba su continuidad con la revolución de Octubre de 1917. Este año, que se conmemora también el 80 aniversario de esa revolución —que ¡oh! casualidad, todos olvidaron—, doblamos la ‘apuesta’ y llamamos a retomar el programa común de Lenin, Trotsky y el Che: la revolución proletaria mundial.


 


1 Entrevista con Clarín, 29/8/96.


2 Robespierre, el primer revolucionario, David P.Jordan, Vergara Ed., 1986.


3 ídem ant.


4 ídem ant.


5 ídem ant.