El Chernobyl chino

En los últimos años, China conoció rebeliones de trabajadores y campesinos contra los despidos, la falta de pago de salarios, jubilaciones, indemnizaciones o las exacciones impositivas de la burocracia. La epidemia de neumonía atípica (SARS) agregó un nuevo motivo para las rebeliones: a fines de abril, en Chagugang, Xiande y Linzhou, pequeñas ciudades del interior, se han registrado rebeliones y motines contra el manejo sanitario de las autoridades municipales.


 


Crisis política


La epidemia de neumonía atípica desató la crisis política más importante en China desde Tiananmen. Fueron despedidos dos miembros del CC del Pc chino (el ministro de Salud y el alcalde de Pekín) y numerosas autoridades provinciales, municipales y hospitalarias; el Politburó (el órgano más importante del Pc) tomó directamente a su cargo el combate contra la epidemia.


La extensión fulminante de la epidemia debe mucho a la naturaleza burocrática del régimen chino. Durante los primeros meses, el período vital para impedir la expansión de la enfermedad, el gobierno negó obstinadamente la existencia de la epidemia, y rechazó poner en vigencia los controles y medidas de prevención necesarios. El secreto y la ausencia de libertad de crítica y de expresión, consecuencia del carácter burocrático del régimen, fueron los mayores aliados que tuvo el virus para extenderse. Los funcionarios despedidos fueron acusados de “ocultar información”, pero son, apenas, chivos expiatorios: “Hay datos comprobables que aseguran que hubo al menos nueve reuniones de miembros de la cúpula del Partido Comunista —encabezadas por el nuevo presidente del partido y del país, Hu Jintao— en las que se habló del tema” (Clarín, 8/5).


 


Epidemia y restauración capitalista


La alarma de la burocracia se explica porque la epidemia amenaza extenderse al interior, donde vive el 70% de la población china. Si esto ocurre, el caos sanitario y económico sería “incontrolable” porque “la infraestructura hospitalaria es débil, las capacidades técnicas son insuficientes y los sistemas de controles epidémicos son inadecuados” (ídem). Sobre esto caben pocas dudas: el imparable crecimiento del sida en China (2 millones de portadores; una proyección de 10 millones para el 2010) y su amplia difusión en el interior, anticipan la extensión de la epidemia de neumonía.


La política de restauración capitalista y de “atracción de la inversión externa” significaron un golpe a la capacidad de China para enfrentar las epidemias. “El primer ministro Wen anunció que el tratamiento contra el SARS será gratuito para todos los portadores, una promesa gubernamental de la que los analistas desconfían, ya que en los últimos 20 años, con el ingreso de los capitales privados a la economía china, el sistema socialista de salud pública fue desmantelado” (ídem). En lugar de sostener el sistema sanitario, el presupuesto fue destinado a la construcción de rutas, autopistas y aeropuertos (cuando no fue directamente saqueado por los burócratas para participar de la “fiesta” capitalista).


 


Epidemia y crisis económica


Los efectos económicos de la epidemia son brutales y, si ésta no es contenida, pueden detonar una crisis regional de muy vastos alcances. El turismo se ha derrumbado; la aviación comercial de la región está en ruinas; las exportaciones se contraen. En China, el PBI se contraerá casi un 2%, y esto sólo contando los perjuicios que ya ha causado (pero no los efectos de una extensión de la enfermedad).


La epidemia plantea una amenaza muy fuerte para la economía china: si se logra contenerla en las ciudades, afirman los medios financieros, en poco tiempo los negocios retomarán su curso “normal”; pero si la epidemia se extiende – continúan – , los efectos económicos serán “graves y de larga duración” (Financial Times, 2/5).


La necesidad de contener la epidemia choca con el hambre capitalista por el beneficio. Para detener la expansión de la enfermedad sería necesario, además de fortalecer el sistema sanitario, cortar el flujo de millones de trabajadores entre el campo y las ciudades. La llegada de trabajadores del campo, que abastece a las empresas con millones de obreros a un costo insignificante, ha servido para bajar sistemáticamente los salarios. Gracias a estos salarios miserables, las exportaciones chinas se duplicaron en los últimos cinco años, hasta convertir al país en la nueva “fábrica del mundo”. El cierre de la migración interna plantea una amenaza mortal para los capitalistas en China: el aumento de los salarios (algo que ya ha comenzado a producirse), que liquidaría las “ventajas competitivas” de China en el mercado mundial.


La epidemia del SARS pone más presión a las ya agudas contradicciones que enfrenta la restauración del capitalismo en China.


 


El “Chernobyl chino”


Por la magnitud del desastre humanitario y por sus implicaciones políticas y económicas, la epidemia del SARS ha sido comparada con la explosión de la central nuclear de Chernobyl, en Ucrania, en 1986. El desastre de Chernobyl puso en evidencia que la burocracia soviética se había convertido en una traba absoluta para el desarrollo económico y social de la URSS; poco después de Chernobyl, Gorbachov lanzó la “perestroika” (apertura).


El despido de los funcionarios acusados de ocultar información, las críticas de la prensa china y el compromiso de la dirección del Pc con una política de “transparencia”, llevaron a distintos analistas a plantear la posibilidad de que después del “Chernobyl chino” comience la “perestroika china”. Bajo la dominación política y social de la burocracia restauracionista y el imperialismo, la “apertura” reforzaría la tendencia ya manifiesta a la “convergencia” del Estado burocrático chino hacia un Estado capitalista “normal”.


Pero la importancia de una eventual “perestroika china” radica en otro lado. Sería una confesión de que las brutales contradicciones sociales desatadas por el proceso restauracionista, y en particular las luchas de la clase obrera y los explotados del campo, ya no pueden ser contenidas en el marco de la dictadura burocrática existente. No hay que olvidar que el propio Gorbachov reconoció que la burocracia rusa lanzó la “perestroika” ante el fracaso de sus métodos represivos tradicionales para contener las luchas de la clase obrera rusa y de los pueblos de la URSS.