El destino de Jordania

Rara vez se asistió a un proceso tan manipulador como el que acaba de presentar al recién fallecido rey Hussein como “un hombre de paz”. El reino de Jordania es una creación de la diplomacia y de las armas inglesas y nunca se sostuvo por otro medio que el de la violencia. Al igual que su vecino sionista de Israel, su existencia obedece al despojo del pueblo palestino. En setiembre de 1970, el ‘hombre de la paz’ ejecutó una matanza masiva de resistentes palestinos, que nada tiene que envidiar a la que luego ejecutó el ejército sionista en los campos de refugiados en el Líbano. Se dice que desde 1970 se convirtió en un agente pago de la CIA norteamericana (Jim Hoagland, The Washington Post, 31/1).


Su colaboración sistemática con Israel ha permitido en no poca medida que el régimen sionista acentuara la confiscación económica y política de los árabes palestinos en los últimos años. Ya con un pie en la tumba, volvió de su clínica norteamericana para asegurar que la sucesión monárquica no pasará a las manos de su hermano, Hassan, al que se le imputaban veleidades de autonomía con referencia a los yanquis. El periodista norteamericano que acabamos de citar dice que “la impresión de que la administración Clinton, y especialmente la CIA, expulsaron al príncipe Hassan de la línea de sucesión por motivos que les son propios, es inevitable”.


La gran escenificación que se le dio al entierro del verdugo jordano sólo superficialmente puede ser interpretada como un reconocimiento de los servicios rendidos. Responde esencialmente a otra cosa: a impedir que Jordania pase a manos palestinas, cuya población es ampliamente mayoritaria en el reino. En este caso, quedaría al desnudo la artificialidad del reino de la dinastía hachemita y le daría a la cuestión nacional palestina una nueva dimensión.


Para el imperialismo mundial y para el sionismo, el mantenimiento de Jordania es por eso mucho más importante hoy que cuando la inventaron los ingleses, quienes siempre la habían considerado como una condición para la eventual creación de un estado sionista del otro lado del río Jordán. La solución de los problemas terribles de las masas no palestinas de Jordania, pasa también por el desmantelamiento de la monarquía y del estado jordanos. La unidad de los palestinos de ambos lados del Jordán establecería una nueva perspectiva para darle una salida revolucionaria a la crisis política e internacional en esas tierras e incluso para darle una vía de salida a la población judía que se enfrenta a la posibilidad de un régimen de terrorismo político e incluso de fascismo en Israel. Nunca dejará de ser oportuno recordar que el partido que se encuentra en la actualidad en el poder en Israel fue un firme colaborador del fascismo italiano desde antes de la década de 1930.


Abajo el sionismo y el reino hachemita: por una república única, democrática y laica de Palestina para todos los árabes, judíos y beduinos que se ganan la vida sin explotar el trabajo ajeno.