El fin de la huelga de estatales

El 19 de agosto pasado, la manifestación de estatales en Brasilia contra la reforma previsional de Lula (PEC 40) reunió a 15 mil personas, un descenso sensible en relación a las manifestaciones anteriores (40 mil el 11 de junio, más de 60 mil el 6 de agosto, cuando se dio el primer turno de la votación de la nueva ley en la Cámara). Las columnas vertebrales de la mayor huelga nacional de empleados estatales de la historia de Brasil, universidades federales y estaduales, auditores impositivos, han comenzado a salir gradualmente de la huelga, en parte debido a las amenazas y puniciones impuestas por los esbirros del gobierno de centro “izquierda” (?), pero también debido a una acentuada desmoralización política.


La responsabilidad primera por el desmonte interno del movimiento corresponde a la propia dirección de la CUT, que no le dio apoyo, lo aisló, apoyó la reforma previsional en su Congreso Nacional (proponiendo apenas enmiendas) y finalmente le brindó un apoyo apenas formal en su fase final, cuando la huelga ya había conquistado popularidad por cuenta propia (aun así, en el acto del 19 de agosto en Brasilia, Luiz Marinho, presidente de la Cut, fue el único orador sonoramente silbado y abucheado por los manifestantes). La huelga también cayó víctima de sus propias ilusiones, que fueron, al principio, un formidable motor de su desarrollo. Existía la idea de que el gobierno Lula, o la bancada parlamentaria del PT, eran, a diferencia de sus predecesores derechistas, “presionables”, porque “son de izquierda” y porque muchos de los diputados habían sido electos con el apoyo explícito de los sindicatos en huelga; o sea, la idea de que la huelga podía vencer, porque tenía esas condiciones políticas. Después de la votación en la Cámara, esas condiciones se revelaron como una ilusión.


La oposición populista-derechista, que bramaba demagógicamente contra la reforma privatizante y en defensa de los servicios públicos, vendió en buena parte sus votos a cambio de prebendas presupuestarias. Los mentados “35 diputados rebeldes” del PT, se redujeron, al final de cuentas, a 11, los únicos (de los 92 del PT) que no votaron a favor de la PEC 40: de éstos, sólo tres votaron contra la propuesta del gobierno (los demás sólo se abstuvieron); los “8 rebeldes abstencionistas”, además, votaron, en la votación separada de que fue objeto la cuestión de la contribución (11%) de los jubilados, a favor del gobierno Lula, justamente en lo que era el meollo de la PEC 40. La Apeoesp, sindicato de maestros de San Pablo, decidió, en votación casi unánime de asamblea general, denunciar a los “8” hipócritas junto al resto de los diputados petistas como traidores a la clase trabajadora (la misma asamblea decidió expulsar del sindicato al diputado – “Professor Luizinho” – del PT, que había sido elegido con los votos de la base del sindicato).


¿Y quiénes son los “8”? Lo más conspicuo de la “izquierda” del PT: Iván Valente (de la Fuerza Socialista), Chico Alencar (de la Articulación de Izquierda), Walter Pinheiro y João Alfredo (de la Democracia Socialista, sección del “Secretariado Unificado de la IV Internacional”, que ahora tendrá que explicar por qué no votó contra la privatización de la previsión social y por qué lo hizo a favor del descuento de 11% en los miserables haberes jubilatorios de Brasil, de los más bajos del mundo). Lindbergh Farias, ex francotirador dejado en el ostracismo por el stalinista PC do B, salvado por el Pstu, reingresado al PT, elegido diputado nacional, gran candidato al “nuevo partido de izquierda” propuesto por el morenismo, se transformó en el gran adalid de la reforma previsional, a cambio de la candidatura petista a la intendencia de Nova Iguaçu.


Los tres que votaron en contra – Babá, Luciana Genro y João Fontes – ya están prácticamente expulsados del PT. Los “abstencionistas” no se van a salvar, a no ser que continúen bajando ciertas piezas de su vestuario: el esposo de “Maninha”, diputada petista de Brasilia, que se abstuvo, ya fue despedido de su empleo público. De los 11 diputados del stalinista PC do B, cuatro votaron en contra: ya están siendo sometidos a una comisión disciplinaria, con expulsión prevista en el horizonte.


Ahora se viene otra etapa de la lucha, ya no más de presión al Congreso (aunque falta la votación en el Senado, ya está definido un paro nacional de estatales para ese día) sino de impedir la aplicación de la nueva ley previsional. Será una etapa más dura, pero basada en una enorme clarificación política acerca del gobierno, del PT, y de la “izquierda”, que deberá alterar la composición política del movimiento obrero brasileño.