El “Genovazo”

Un militante italiano asesinado; cientos de heridos (muchos de ellos de extrema gravedad) y de detenidos; manifestaciones de cientos de miles atacadas con gases lacrimógenos y carros hidrantes que disparaban agua mezclada con ácido; el centro de prensa del Génova Social Forum arrasado por una patota de cientos de policías y servicios de inteligencia que intentaban secuestrar fotos y filmaciones de la brutalidad y de las provocaciones policiales: la reunión del G-8 en Génova fue una verdadera orgía represiva, planificada y orquestada por el gobierno derechista de Berlusconi y sus *socios* europeos, norteamericanos, japoneses y rusos.


Génova fue una ciudad sitiada y militarizada, con muros de acero de cinco metros de alto, y en sus alcantarillas soldadas para impedir que los manifestantes se acercaran al palacio donde se reunían los *poderosos*.


El salvajismo represivo *que no ahorró disparos de armas de fuego contra la multitud desarmada* superó en mucho al de otras *cumbres globales*. Pero la violencia estatal fracasó en su intento de quebrar la movilización. En las manifestaciones, se destacaba, en medio de un mar de siglas y grupos, un muy fuerte contingente de jóvenes obreros metalúrgicos y mecánicos, llegados de todas partes de Italia. La de Génova fue, junto con la de Seattle (en Estados Unidos en 1999), la manifestación que tuvo una mayor presencia obrera y sindical.


La centroizquierda italiana: los partidos del Olivo, y en particular la DS del ex primer ministro D*Alema, llamaron a suspender las manifestaciones previstas para el sábado y bloquearon la llegada de sus militantes a Génova. La respuesta fue que ese día tuvo lugar la mayor manifestación registrada en Italia en los últimos tiempos.


El multitudinario y combativo movimiento obrero y juvenil que se dio cita en Génova, estrecha las posibilidades políticas y programáticas de los llamados a la *democratización del FMI* o a la regulación impositiva del capitalismo, de las tendencia que no salen del marco del imperialismo.


Detrás de los muros de acero, los *poderosos* del mundo también pusieron al descubierto la agudeza de sus divisiones (sobre el acuerdo de Kyoto, sobre el *escudo misilístico* norteamericano, sobre las salidas a la recesión en Estados Unidos, Japón y Europa, sobre los Balcanes). La represión no ha servido, tampoco, para encubrir las contradicciones crecientes de las potencias imperialistas.