El gigantesco fraude de las 35 horas semanales

La ley de “reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales” votada por el gobierno ‘socialista’ de Francia se está revelando como un gran negocio para las patronales. “No se debe considerar la ley de las 35 horas como una restricción sino como una oportunidad de flexibilización laboral”, declaró el secretario general de las PyMEs francesas (Cronista, 21/10). “El texto de la ley es la enumeración de las facilidades y ventajas que los patrones pueden obtener”, denuncia Lutte Ouvriere (Nº 1576, 15/9).


Los acuerdos ya firmados con los sindicatos metalúrgico y textil —y otros que están en discusión, como el de la industria azucarera, de la construcción— establecen la anualización de la jornada de 35 horas semanales. La patronal de Peugeot plantea incluso la “plurianualización”. La jornada laboral oscila según los intereses de la patronal. En la construcción, por ejemplo, pretende imponerse una jornada de entre 40 y 48 horas. Las horas extras permitidas aumentan, pero su precio baja. En el acuerdo metalúrgico, se sigue trabajando 39 horas semanales, pero en lugar de cobrar 11% más por las horas extras (como correspondería por la diferencia con las 35 horas) percibirán un aumento del 2,5% (Cronista, 21/10). Se elimina el descanso del mediodía. Se agrega la jornada laboral de los sábados eliminando el descanso semanal de 48 horas. El mantenimiento del salario es sólo un “compromiso moral”. Además, se establece el congelamiento salarial por un lapso (dos o tres años) luego del cual puede haber despidos.


Uno de los argumentos ‘fuertes’ de la burocracia sindical que firmó los acuerdos es que todo esto es a cambio de la incorporación de nuevos empleados. Sin embargo, lo único que hay son promesas.


 


La ley y los negocios


El negocio que el gobierno ‘socialista’ ofrece a las patronales es el cobro de jugosos subsidios. Hay subsidios “ofensivos” y “defensivos”. En el primer caso, se paga al capitalista una suma por todos y cada uno de los empleados (nuevos o no) cuando se incorporan. En el otro —‘defensivo’— se le paga cuando ¡reduce la cantidad de despidos planificados! El Estado paga la diferencia. De los acuerdos contabilizados por el Ministerio, “127 son ofensivos y permiten la creación de 1.750 empleos, y 23 acuerdos defensivos salvan 428” (Le Monde, 28/8). Una cifra, además, completamente irrelevante para el nivel de desocupación en Francia.


 


El acuerdo textil y el metalúrgico


El acuerdo en la industria textil que está a punto de ser firmado es presentado por el gobierno como opuesto al metalúrgico. Pero un directivo de la CNPF (entidad patronal) y titular de la UIT (patronal textil) ha declarado que “los acuerdos son de la misma naturaleza. Las condiciones de aplicación son diferentes pero la filosofía es la misma” (Le Monde). El mantenimiento del poder adquisitivo que figura en el proyecto “es un compromiso moral, y ninguna otra cosa”, aclara. No hay obligación jurídica. El patrón textil afirma también que “en textiles, los acuerdos que serán firmados con los subsidios del Estado, serán bajo el alero defensivo de la ley y no sobre el aspecto de creación de empleos”. Las horas extras pasan de 40 por año a 130, y pueden aumentar a 175 en los acuerdos por empresa.


La ley establece que se firme un acuerdo-marco por rama y luego la negociación del salario, por ejemplo, se haga empresa por empresa debilitando la organización de los trabajadores. Es por eso, que la tercera parte de los acuerdos firmados son en empresas de menos de 50 trabajadores.


Le Monde afirma que “los jefes de la industria textil se mostrarían conciliadores para poder acceder a los subsidios del Estado previstos en el caso del pasaje a las 35 horas, en un sector que se ha beneficiado ya mucho de las subvenciones públicas desde el debut de los ‘80”.


 


Oposición obrera


El movimiento obrero francés desconfía de la ley, a pesar del apoyo que le da la burocracia de la CGT (central ‘comunista’). Los metalúrgicos se oponen a la jornada laboral de los sábados.


Una gran huelga ferroviaria, el lunes 23 de noviembre, paralizó los trenes de seis países europeos: Grecia, Bélgica, Portugal, Luxemburgo, Francia y España. En Alemania y Austria, la huelga fue prohibida. La lucha es contra la privatización de algunas líneas de tren, por el empleo y para que la aplicación de la ley de 35 horas no signifique la degradación de sus condiciones de trabajo.


No se puede decir entonces que la clase obrera francesa se haya tragado el sapo de la desnaturalización de su reclamo de reducir la semana laboral.