El imperialismo mundial contra la revolución

A dos semanas de su estallido, la revolución albanesa continúa extendiéndose. El sur del país, hacia la estratégica frontera con Grecia, y los principales puertos del Adriático, están enteramente dominados por los llamados ‘rebeldes’, es decir, por el pueblo levantado en armas contra el régimen encabezado por el derechista Shali Berisha, bajo cuya protección un conjunto de ‘financieras’ saquearon los ahorros de la inmensa mayoría de la población albanesa: este saqueo capitalista es el motor de la revolución que sacude a Albania.


La revolución se ha extendido también al este, hacia las fronteras con Kosovo y Macedonia. En Kosovo, una población mayoritariamente albanesa vive bajo la dominación del régimen serbio del dictador Milosevic; en Macedonia, un tercio de la población es de origen albanés.


Insurrección espontánea


La revolución avanza ‘por contagio’: cuando los habitantes de un pueblo se enteran que sus vecinos han asaltado los cuarteles y se han apoderado de las armas, se dirigen ellos también a los cuarteles y a los arsenales. En todo el sur de Albania, la población se ha armado virtualmente sin enfrentarse con el ejército y la policía, que se han desbandado: como en toda auténtica revolución, también en Albania una parte del ejército se ha pasado al campo de la revolución. Con las armas en la mano, los trabajadores y la población explotada se dedican a destruir los símbolos del poder político y del saqueo capitalista: las estaciones de policía, las municipalidades, los bancos y las mansiones y propiedades de los nuevos privilegiados.


“No hay indicación de que ninguna organización política haya dirigido o planificado las protestas y los saqueos”, dice el Financial Times (7/3). La insurrección tiene un carácter espontáneo, es decir, que está ausente una dirección política que levante un planteamiento estratégico frente al hundimiento del régimen restauracionista.


Comités revolucionarios


En las ciudades y pueblos en que ha triunfado la revolución, “numerosos Comités de Salvación se han constituido como poderes locales” (Página/12, 13/3). Estos organismos, basados en los comités de huelga que prepararon las masivas manifestaciones políticas que precedieron a la insurrección, se encargan de la seguridad, de la defensa y del abastecimiento. Por lo poco que se sabe, en la dirección de estos “Comités de Salvación” son numerosos los elementos militares (ex oficiales ‘depurados’ por Berisha o, directamente, pasados a la revolución cuando ésta se inició). Estos comités se han coordinado nacionalmente en un “Comité de Salvación Nacional”, a cuya cabeza se encuentra un ex general, separado del ejército por Berisha hace apenas seis meses.


En la extensión de estos “comités”, en la intervención activa de las masas en ellos y en la aparición de una dirección efectivamente obrera, es decir, en su transformación en organismos soviéticos que reflejen directamente a las masas armadas y se basen en su deliberación política, radica el futuro de la revolución albanesa.


Los ex-stalinistas contra la insurrección


La ‘oposición’, encabezada por el Partido Socialista, es decir, por el partido de los stalinistas ‘reciclados’, está empeñada en el salvataje del régimen restauracionista, estafador y totalitario de Berisha y en el hundimiento de la insurrección. Cuando las masas albanesas se levantan con las armas en la mano para imponer el derrocamiento de Berisha, Bashkin Fino, un miembro del PS, se ha convertido en el primer ministro del régimen.


La designación del nuevo ‘gobierno de unidad nacional’ encabezado por los ex-stalinistas –y que cuenta con la participación y el apoyo de todos los partidos de la oposición– y el anuncio de elecciones para junio no ha logrado, sin embargo, detener la revolución. Al contrario, después del acuerdo entre Berisha y la ‘oposición’ que llevó a la designación de Fino como primer ministro, el levantamiento popular continuó extendiéndose. Los ex-stalinistas carecen por completo de influencia sobre los insurrectos, que “no tienen ninguna confianza en la oposición que ha llegado al poder y que no aparecen como fieles partidarios del Partido Socialista … Esta coalición de facto de la clase política de Tirana no parece tener ninguna influencia sobre los insurgentes … convencidos de que el ejército no abrirá fuego contra el pueblo” (Le Monde, 13/3).


La destrucción del aparato estatal


La revolución ha destruido por completo el aparato del Estado. “Hoy en Albania –escribe la corresponsal de Clarín (14/3)– no hay más ejército, no hay más Estado ni tampoco política o líderes … Nada que represente al Estado existe hoy en Tirana”.


El ejército y la policía se han disuelto y una parte sustancial de sus efectivos se ha pasado al campo de la revolución. Las cárceles han sido abiertas por el pueblo y el alto mando de la armada ha llevado sus naves a Italia para evitar que cayeran, como los aviones y helicópteros de la fuerza aérea, en manos de los insurrectos. La administración pública ha dejado de funcionar y hasta los bomberos han abandonado sus cuarteles. Sin fuerzas armadas a su disposición, “El gobierno albanés admite que no puede controlar la rebelión” (La Nación, 15/3).


Al Estado, sin embargo, le queda todavía una ‘sombra’ de poder político que radica en el reconocimiento que le brinda el imperialismo mundial. Y es precisamente en esa ‘sombra’ de poder que se apoyan Berisha y la ‘oposición’, dominada por los ex-stalinistas, para derrotar a la revolución.


Intervención imperialista


El imperialismo mundial está desarrollando una aguda intervención política para derrotar a la revolución, que ha herido de muerte a un régimen que era presentado, hasta hace poco tiempo, como un ‘modelo’ de restauración del capital.


El imperialismo norteamericano impuso el nombramiento del primer ministro ‘socialista’ y del ‘gobierno de unidad nacional’ con la oposición, en un vano intento de salvar al régimen. Como lo reconoce un opositor de derecha, “la oposición va a aceptar este compromiso a causa de las presiones exteriores, especialmente norteamericanas” (Le Monde, 13/3).


Fracasada la maniobra, “todos los partidos políticos albaneses … hicieron un desesperado llamamiento a una intervención militar extranjera” (La Nación, 14/3) para acabar con la revolución.


En relación al reclamo del gobierno albanés de una intervención militar de la OTAN contra la revolución –y del conjunto de alternativas militares que se barajan en las cancillerías imperialistas–, denunciamos que la sistemática caracterización que hace la prensa mundial de la revolución albanesa como un “levantamiento mafioso” no es sólo una mentira que oculta que los mafiosos están en el gobierno y que fueron los mafiosos los que utilizaron las ‘financieras’ protegidas por Berisha para ‘lavar’ dinero proveniente del tráfico de drogas y de armas. La caracterización de que la revolución es un “levantamiento mafioso” es, por sobre todo, un operativo de preparación política de la opinión pública occidental para la represión violenta del pueblo albanés e, incluso, para una eventual intervención militar imperialista con el objeto de ahogar en sangre la insurrección.


La intervención imperialista en Albania es muy aguda. Toda un ala del imperialismo –los Estados Unidos, Gran Bretaña, Suecia– llega a sostener, incluso, que sería preciso ‘sacrificar’ a Berisha –la principal consigna de los insurrectos– para llegar a un acuerdo con los dirigentes de los “comités”, que permita imponer el desarme de los trabajadores. El embajador italiano ha venido sosteniendo diversas reuniones con los dirigentes de esos “comités” –e incluso ha obtenido de algunos, como el de Valona, el compromiso de la entrega de las armas. En la misma dirección parece embarcarse una misión de la Unión Europea que se apresta a visitar los puertos de Durves y Valona –dos de los principales bastiones rebeldes–, pero que “no tiene previsto entrevistarse con Berisha” (La Nación, 18/3).


El cerco imperialista –encubierto hoy detrás de un manto ‘democrático’, ‘humanitario’ y ‘conciliador’– es el principal peligro que enfrenta la revolución albanesa.