El imperialismo mundial e Irán

En un reciente artículo para la especializadísima revista norteamericana, “Foreign Affairs” (volumen 73, Nº2), el asesor para Asuntos de Seguridad Nacional de Clinton, Antony Lake, describe con bastante precisión las relaciones actuales de los diferentes estados imperialistas con Irán y sus objetivos políticos con referencia a este país. Del conjunto del documento se desprende que los gobiernos de Europa occidental y Japón mantienen una activa relación comercial y política con Irán, en oposición a la política de los Estados Unidos, los cuales, sin embargo, se han dado el objetivo de “normalizar” relaciones con esa nación. “Irán, dice Lake, necesita que se le haga oír un mensaje firme y consistente por parte de los países de Occidente cuya aprobación y comercio está buscando”. Sostiene que “la administración (Clinton) no se encuentra respaldada, sin embargo, por un consenso internacional que se vea reflejado en resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.


Esta constatación de las divergencias inter-imperialistas con relación a Irán, desmiente en considerable medida la aseveración del articulista acerca de que Irán pertenecería al “grupo de (estados) proscriptos” —entre los que incluye a Corea del Norte, Irak, Libia y Cuba. En realidad, todos estos países se encuentran en una fase de intensa “integración al mercado internacional” y la preocupación principal de la burguesía norteamericana es cómo evitar que sus rivales capitalistas le ganen de mano en el copamiento económico de estos “últimos mercados emergentes”.


A pesar de que el asesor de Clinton describe a Irán como “el principal promotor del terrorismo y del asesinato a escala mundial”; como “violentamente opositor al proceso de paz árabe-israelí”; o incluso procurando “subvertir a gobiernos amigos en el Oriente Medio y en partes de Africa”; a pesar de esto, inscribe a Irán entre los países interesados, como Turquía y Siria, en evitar una desintegración de Irak —precisamente la principal preocupación de Bush cuando evitó la ocupación militar de ese país durante la guerra del Golfo. El terrorismo común que Turquía (miembro de la Otan), Siria e Irán descargan sobre la nación kurda que puebla grandes territorios de esos tres países, constituye sin duda un gran factor de “estabilización regional” en beneficio del conjunto de los intereses del imperialismo mundial.


Lo que le preocupa a Lake, aunque no mucho, es que “Irán está activamente empeñado en esfuerzos clandestinos para adquirir armas nucleares y otras no convencionales y sistemas de lanzamiento de cohetes de largo alcance”, aunque “las armas de destrucción masiva de Irán se encuentran en una fase primitiva de desarrollo”. A Lake no le importa que Israel, India, Sudáfrica, Japón o China sean ya potencias nucleares, o que en época del Sha los propios Estados Unidos impulsaran el superarmamentismo de Irán, con la finalidad de sacarle a éste la mayor parte de la renta petrolera y convertirlo en un gendarme regional. (Al momento de la caída del Sha, “el programa nuclear de Irán incluía dos plantas germanas a medio construir” Paul Beaver, en “Jane´s Defence”, La Nación, 9/7).


Al igual que lo que ocurre con la energía atómica en Argentina, el imperialismo yanqui se opone virulentamente a la independencia nacional en la materia. Lake tiene que admitir que la política de dotarse de una seguridad militar razonable es común a todas las fracciones políticas de Irán, incluyendo a los que él mismo llama los “moderados”. Todo el mundo sabe que el negocio armamentista fue el principal rubro comercial entre Irán e  Israel en la época del Sha e incluso durante la guerra entre Irán e Irak, cuando gobernaba aún Khomeini— y que Alemania, Francia e Italia han sido activos proveedores de armas a todos los países del golfo Pérsico (algunos de los cuales ya se encuentran económicamente arruinados por esta razón, como ocurre con Kuwait y Arabia Saudita). “La iniciativa de Irán de poseer armamento nuclear… contó con ayuda de Argelia, la Argentina, China, Francia, Alemania …” (Jane´s). Para terminar con la amenaza nuclear y con las guerras, es necesario acabar simplemente con el propio capitalismo.


En definitiva, el tema del “terrorismo” iraní es objeto de una intensa negociación internacional de características no solamente políticas sino también comerciales. Esto explica las complicidades entre todos los servicios secretos y gobiernos en este asunto.


Al final, Lake tiene que reconocer que “los regímenes de Bagdad y Teherán están más débiles y crecientemente a la defensiva…” , y que la política de Estados Unidos es “ampliar la comunidad de las naciones comprometidas con la democracia, los mercados libres y la paz…”. Es decir, “entenderse” con Irán, no —dice Lake— por medio de “una cruzada” sino de “decisiones”.


Lake no percibe a Irán como un “caso perdido” y esto porque, además de su papel “estabilizador” en el Golfo, se mantuvo neutral durante la agresión imperialista a Irak. Lo que tenemos, entonces, es una intensa negociación internacional, y es ésta la que determinará la política norteamericana en la cuestión del atentado a la Amia —en el caso supuesto de que Irán se encuentre involucrado en él de alguna manera, lo que está aún lejos de estar probado. A dos años del atentado a la embajada israelí, la vigencia de una política de encubrimiento está fuera de toda discusión.