El Kirchner de Ecuador

El ecuatoriano Lucio Gutiérrez subió al gobierno con un discurso “anti-neoliberal” y el apoyo de las organizaciones sindicales, campesinas y de izquierda que integran su gabinete.


A poco de asumir, sin embargo, Gutiérrez firmó un acuerdo draconiano con el FMI y viajó a Washington a anunciar la privatización de los recursos petroleros que aún se encuentran en manos del Estado.


A cinco meses de su asunción como presidente, las ilusiones se disipan y el pueblo ecuatoriano ha comenzado a movilizarse contra el gobierno.


Primero fueron los estudiantes secundarios, que organizaron una gran manifestación en repudio al acuerdo con el FMI y en reclamo del boleto estudiantil.


Luego los maestros realizaron una huelga nacional de 20 días, por aumentos salariales, que incluyó cortes de ruta y ocupación de edificios públicos. En su fase culminante, la lucha docente fue apoyada por una huelga de hambre de 200 maestros, padres y estudiantes.


Cuando la huelga docente se acercaba a su desenlace, estalló la huelga de los petroleros estatales, en repudio a la concesión al capital privado de los cuatro principales yacimientos estatales. La huelga fue una de las mayores de la historia de la petrolera estatal y los propios dirigentes sindicales se declararon “sorprendidos con la radicalización de las bases” (Argenpress, 12/6). El “anti-neoliberal” Gutiérrez reprimió con saña la huelga: los pozos y refinerías fueron ocupadas por los militares y la dirección sindical fue sometida a juicio por “terrorismo y sabotaje”. Finalizada la huelga, Gutiérrez removió a la cúpula militar, “que se habría negado a involucrar a la institución armada en el desalojo y apresamiento de los dirigentes petroleros al margen de los procedimientos legales” (Argenpress, 21/6).


Otros sectores de trabajadores, como los de la salud y los judiciales, realizaron huelgas parciales, preparatorias de medidas de carácter general. Al mismo tiempo, también crece el repudio al gobierno entre los campesinos e indígenas.


Las primeras luchas obreras y populares contra el gobierno de Gutiérrez tienen lugar en un cuadro de crisis económica creciente. La recaudación fiscal está en un retroceso agudo y el déficit de la balanza comercial es todavía mayor que el que generó la crisis del ’99, que tuvo como consecuencia la insurrección que terminó derrumbando al gobierno de Mahuad. Para un observador brasileño, “la dolarización está por estallar” (Argenpress, 12/6).


¿”Un gobierno en disputa”?


Uno de los elementos contradictorios de la situación ecuatroriana es que los explotados salen a la lucha contra el gobierno bajo direcciones políticas que apoyaron su ascenso y que, incluso, integran su gabinete, como la Conaie y el maoísta Movimiento Popular Democrático (Mpd), con peso en las centrales sindicales.


Estas organizaciones caracterizan al gobierno de Gutiérrez como “un gobierno en disputa”, entre el “bloque imperialista” y el “bloque popular”. Es la misma caracterización que tienen las organizaciones de la izquierda brasileña que integran el gobierno de Lula o, para el caso, Kirchner. Su orientación es presionar al gobierno para que “cambie de rumbo” y cumpla sus “promesas electorales”. La Conaie/Pachakutik lo ha intentado por la vía de presionar para obtener más cargos gubernamentales; el Mpd ha recurrido, incluso, a impulsar limitadamente la movilización popular.


Pero las limitaciones de esta política rápidamente saltaron a la vista. Ante el descontento de las bases campesinas, que “ponía en riesgo la unidad de la Conaie” (Opción, 17/6), la central campesina retiró su apoyo al gobierno, aunque mantiene los cargos gubernamentales. El Mpd, por su parte, bloqueó la posibilidad de que la huelga petrolera confluyera con la del sindicato docente (dirigido por el Mpd) y se abriera así la perspectiva de una huelga general.


El gobierno de Lucio Gutiérrez es proimperialista hasta los tuétanos; debe ser enfrentado como tal. La consigna debiera ser: Fuera Gutiérrez, Por un gobierno de las organizaciones obreras e indígenas.


Para las organizaciones populares y de izquierda se plantea una alternativa inevitable: encabezar la lucha frontal contra el gobierno proimperialista o integrarse a su política antinacional y antipopular.

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