El movimiento de los Sin Tierra jaquea a Cardozo

El asesinato de dos miembros de la dirección nacional del Movimiento de los Sin Tierra (MST), en el estado norteño de Pará, a manos de terratenientes, sus escuadrones de la muerte y la policía militar, ha colocado a las zonas rurales de Brasil en una situación de “guerra civil de baja intensidad” (Clarín, 2/4). El MST reaccionó con “un vasto plan de ocupaciones de haciendas”, en tanto que “los terratenientes se han levantado en armas para defenderse” (La Nación, 3/4).


Los campesinos movilizados suman más de 300 mil en todo el territorio brasileño. Los estancieros acusan al gobierno de Cardozo de “abandonarlos a su suerte” (Ambito, 3/3) y han creado sus propias ‘milicias’ privadas, que —declararon— “serán entrenadas técnicamente” y funcionarán “encapuchados como medida intimidatoria” como los “grupos paramilitares que actuaron en el Brasil hasta los años ´80” (Clarín, 31/3). El conflicto se ha agravado con el correr de los días y las horas. En muchas de las “haciendas tomadas, los campesinos comenzaron a cavar trincheras para hacer frente a las milicias latifundistas” (La Nación, 3/4). Si el MST invade haciendas protegidas —bravuconeó el presidente de una de las principales asociaciones de propietarios rurales— van a tener una lección de la que arrepentirán por el resto de sus vidas”.


La movilización de los “Sin tierra” responde al fracaso estrepitoso de la política agraria del gobierno de Cardozo, en un país en el que el 10 por ciento de las grandes haciendas concentra el 80 por ciento de la tierra. La reciente oleada de ocupaciones coincidió con el segundo aniversario de “la matanza de Eldorado de Carajas”. Allí fueron asesinados 19 campesinos por la policía militar, aunque son más de 1.100 los agricultores asesinados en los últimos 10 años. Sin embargo “sólo hubo 56 procesos y sólo siete personas fueron condenadas” (La Nación, ídem).


Al comienzo de su mandato Cardozo pretendió hacer la ‘reforma agraria’ y ‘entregar’ tierras improductivas a los agricultores empobrecidos. Procedió a la entrega de parcelas expropiadas, previo pago a los latifundistas, con recursos del programa de Crédito Especial para la reforma Agraria (Procera) que se obtenían por vía de préstamo de bancos privados. Es decir, la ‘reforma agraria’ era un negocio para latifundistas y banqueros. Pero el desplome de la‘solución agraria’ de Cardozo reside en la imposibilidad de modificar las relaciones sociales de producción vigentes. Las escasas familias que fueron instaladas en las tierras desechadas por los hacendados, carecen de maquinarias, fertilizantes, crédito y están imposibilitadas de quebrar el monopolio de los grandes grupos agrarios que fijan los precios. Esto provocó la venta de las tierras de los agricultores empobrecidos, a precios irrisorios, y mayores reclamos del movimiento agrario. El MST reclama hoy la instalación de más de 4 millones de campesinos empobrecidos, elevar a más del doble el crédito que le otorga el gobierno a cada familia (a 18.000 dólares), extender el plazo de pago de 7 a 20 años y una serie de otros puntos que los capitalistas y el gobierno no quieren conceder.


La guerra abierta entre terratenientes y campesinos testimonia la descomposición del Estado, incapaz de dar salida a los conflictos sociales del país en sus propios términos.


Las penurias que sufren el conjunto de las masas de Brasil por “los últimos ajustes económicos impuestos por el gobierno y el elevado desempleo”(El Cronista, 3/4) y la lucha de los campesinos, “según encuestas, con un buen respaldo en la sociedad” (La Nación 3/4), ha provocando que la‘popularidad’ de Cardozo cayera de un 60 a un 38 por ciento, entre octubre pasado y abril.


Un reclamo que recorre América


“El problema también golpea al Paraguay”, titula La Nación (2/4), en una nota que advierte que “dirigentes de las ligas paraguayas asistieron a reuniones efectuadas en Brasil y el hecho más grave que ocurrió a mediados del año último, cuando un grupo asaltó una comisaría y se alzó con todo el armamento”. Ante los constantes reclamos y ocupaciones de los agricultores paraguayos, los terratenientes también “llamaron a frenar la toma de tierras e instaron abiertamente a sus agremiados a armarse para defender sus propiedades de los ‘usurpadores’…” (Clarín, 1/4).


En Bolivia las huelgas y movilizaciones de campesinos, trabajadores y estudiantes conmueven los cimientos del régimen político. En Colombia, la debacle del Estado se expresa en el reconocimiento expreso del gobierno y del ejército de que la guerrilla controla el 40 por ciento de las zonas rurales y de que seguirá creciendo. En Méjico, el gobierno de Zedillo se aprieta a reprimir la insurgencia campesina de Chiapas.


El conjunto de los regímenes de América Latina han entrado en abierta contradicción con las masas.