El movimiento obrero en Irán

Prohibido, perseguido... y en lucha

Durante la visita de un enviado especial de Página/12 a la fábrica iraní Fulad Mobarekeh, la más grande Oriente Medio y del oeste de Asia, rodeada por montañas al sur de la ciudad de Isfahan, el periodista preguntó al gerente de Relaciones Públicas de la planta: “¿En la fábrica hay sindicato?” El hombre contestó: “No, en Irán no hay sindicatos. Tenemos un Ministerio de Trabajo”.


He ahí una definición completa del régimen político imperante en Irán.


“Según los guías de la comitiva, las últimas huelgas que hicieron los trabajadores iraníes fueron una herramienta de lucha contra el Sha”.


Hoy, el régimen llevado al poder por aquella revolución, niega a los obreros el derecho elemental a organizarse sindicalmente. La tendencia universal del nacionalismo burgués a negar cualquier clase de acción independiente de aquellos que lo condujeron al gobierno, en Irán toca el extremo de la lisa y llana prohibición.


Por lo menos desde 2004 se han registrado huelgas y luchas obreras en casi todas las ramas de la producción, algunas particularmente notables como la de Iran Khodro Co., la automotriz más grande de Oriente Medio, con 37 mil trabajadores. También han ido al paro los 17 mil operarios de la empresa de transportes Vahez, en Teherán.


Ese año hubo una huelga durísima en la fábrica de alfombras Farshe Gilan, que anunció su cierre y el despido de sus 600 obreras. Las compañeras ocuparon la fábrica y constituyeron un consejo obrero que se hizo cargo de la gestión empresarial durante tres meses, hasta que fueron doblegadas a palos.


Algo similar sucedió en la fábrica de ladrillos Tabriz, donde una asamblea de tres mil trabajadores designó un comité de huelga que, al mismo tiempo, se hizo cargo de conducir la planta.


El 5 de noviembre de 2006, una movilización de obreros del transporte en la ciudad portuaria de Bandar-e Daylam, sobre el Golfo Pérsico, fue baleada por la policía: un trabajador murió y varios fueron heridos. También hubo una cantidad imprecisa de muertos y heridos en otros ataques policiales a trabajadores en huelga entre fines del año pasado y comienzos del actual, sobre todo en las ciudades de Khatoonabad y Shar-e-Babak, mientras bandas parapoliciales (o “guardianes de la revolución”, bandas fascistoides) agredieron brutalmente a otros obreros en lucha en Vahed, Saqez, Alborz, Parris y Sanandaj.


También hubo huelgas recientes en la petroquímica Tadbir, en Kermanshah, donde son sistemáticos los atrasos salariales.


Todo esto sucede mientras la crisis económica empieza a tornarse insostenible. La población se ha lanzado a las calles en varias ciudades para protestar –en muchos casos violentamente– contra el desabastecimiento energético, producto de la corrupción desenfrenada, en uno de los principales productores petroleros del mundo. Más del 50 por ciento del producto bruto es generado por las empresas públicas, algunas de las cuales han estado hasta 50 semanas pagando sus salarios con cuentagotas.


Más del 50 por ciento de la población vive por debajo de la línea de la pobreza. La desocupación –según datos oficiales– llega al 15 por ciento, el salario promedio no supera los 100 dólares mensuales –la canasta básica orilla los 600 dólares– y abunda el trabajo en negro, precario o “tercerizado”. La miseria material y social producida por toda esa situación genera otro indicador alarmante: no menos del 20 por ciento de la población consume algún tipo de droga.


Mujeres y estudiantes


El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, centenares de miles de mujeres salieron a la calle en las principales ciudades iraníes, contra un régimen que ha hecho ley de la opresión contra ellas y atribuye a esa opresión mandato divino.


Las manifestantes del 8 de marzo se despojaron del velo que obligatoriamente deben llevar, lo cual constituyó un desafío abierto a los ayatolás.


Desde marzo, comienzo oficial del año civil iraní, se han desencadenado poderosas huelgas docentes; el 80% son mujeres. De ahí que el gobierno haya ordenado a la policía, el 22 de abril, apalear en la calle a toda mujer que no lleve las ropas ordenas por la ley islámica.


La crisis económica y la lucha de los trabajadores han impuesto al régimen retrocesos notables. El 21 de marzo, al celebrarse el Año Nuevo, el ayatolá Ali Jamenei, representante del “ala dura” de los mullahs, dio un discurso conciliador, invocó a la “unidad nacional” y hasta recordó la figura –siempre despreciada por el régimen instalado en 1979– del líder nacionalista Mohammed Mossadegh, quien nacionalizó el petróleo iraní y fue derrocado por un golpe de estado que organizó la CIA en 1953.


Tampoco en las universidades las cosas están quietas.


El pasado 6 de diciembre, Día del Estudiante en Irán, más de dos mil alumnos de la Universidad de Teherán organizaron una manifestación de protesta en demanda de libertades públicas y por la liberación de dirigentes obreros y estudiantiles presos.


Desde 2005, 181 estudiantes han sido procesados y 47 publicaciones universitarias clausuradas.


Primero de Mayo


Un Consejo de Organizaciones Sindicales y Activistas de Irán, que agrupa a diversos comités obreros, estudiantiles y culturales del país distribuyó por Internet, el 25 de mayo pasado, una declaración que explica cómo las movilizaciones por el 1° de Mayo son más masivas cada año, y peor cada vez la represión gubernamental.


Entre otras cosas, la nota dice: “Nosotros, trabajadores de Irán, hemos conmemorado el Primero de Mayo, como en años precedentes, con una ausencia total de derechos y privados de nuestras propias organizaciones. Los trabajadores y profesores de Irán se enfrentan a una difícil situación: duras condiciones de vida, salarios por debajo de la línea de la pobreza, contratos de trabajo temporales y retrasos de hasta 32 semanas en el pago de nuestros ínfimos salarios”.


El Consejo añade: “los trabajadores salimos a las calles en este Primero de Mayo e hicimos llamamientos para la formación de organizaciones libres de trabajadores, entre otras demandas… el gobierno no tolera ninguna actividad independiente y responde con agresividad a todas las acciones y luchas de los trabajadores”.


“Este Primero de Mayo –prosigue la denuncia– trabajadores de diferentes ciudades de Irán, incluidas Teherán, Kermanshah y Sanandaj, intentaron conmemorar el Día de los Trabajadores de forma independiente. Como es habitual, con un excesivo control policial y de nuevo, como también es habitual, fueron atacados por las fuerzas de seguridad. Esos ataques fueron especialmente violentos en Sanandaj”.


La defensa que todos los trabajadores del mundo deben hacer de la nación iraní frente a cualquier ataque imperialista ha de comenzar, obligatoriamente, por la solidaridad activa e incondicional con la lucha de los trabajadores persas por sus derechos sindicales y políticos, por las libertades públicas, por el derecho a la vida.