El movimiento obrero

Otra prueba de importancia para la nueva dirección de la AFL-CIO (ver artículo sobre el convenio de la Ford) es la huelga de la prensa de Detroit, que ya cumplió un año de duración. Los huelguistas –trabajadores de prensa, gráficos, administrativos y de distribución– reclaman la reincorporación de varias decenas de despedidos.


El 80% de los trabajadores inició la huelga y la patronal –el mayor pulpo vendedor de diarios en los Estados Unidos– contrató a miles de rompehuelgas para mantener la producción. Se instalaron piquetes de masas para impedir la salida de los diarios de la planta, en particular de la edición dominical: durante las primeras semanas, en las madrugadas, los piquetes sostenían verdaderas batallas campales contra la policía y la guardia de seguridad patronal para evitar la distribución del diario.


Después de las primeras semanas, la burocracia abandonó la huelga. Los dirigentes de los sindicatos aceptaron una resolución de la Junta Nacional de Relaciones Laborales que prohibe a los piquetes “hostigar a los reemplazos temporarios (carneros) o retrasar la distribución” de los diarios. Más papista que el Papa, la burocracia anunció a los ‘piqueteros’ que no los defendería en caso de que fueran detenidos por violar esta resolución y boicoteó la marcha que éstos organizaron para celebrar el primer año de huelga: ningún dirigente nacional de la AFL-CIO estuvo presente en la marcha, así como tampoco ningún dirigente de los sindicatos en lucha.


La huelga de la prensa de Detroit ha servido de marco para otras luchas: los trabajadores aeronauticos de la Mc Donell Douglas y los de Pemco Aeroplex (fabricante de los transportes militares Hércules), de las enfermeras y paramédicos neoyorquinos, de los docentes de Oakland (California), de los camioneros del puerto de Los Angeles y de los trabajadores de la limpieza californianos. En algunos casos –muy raros, como el de los obreros de mantenimiento de las vías férreas– los trabajadores lograron obtener convenios colectivos favorables sin recurrir a la huelga… 


La batalla de los ‘teamsters’


Otro gremio decisivo para la ‘renovación’ de la AFL-CIO fue el de los camioneros –’teamsters’. En 1991, los camioneros protagonizaron su propia ‘renovación’, expulsando a la vieja burocracia derechista ligada de la maffia. En el ‘95, sus 1,4 millones de afiliados inclinaron la balanza para que triunfara la nueva dirección.


Ahora, la dirección ‘renovadora’ de los camioneros está sitiada por la maffiosa burocracia, que se apresta a disputarle el sindicato en las próximas elecciones. Entre los ‘renovadores’ y la burocracia derechista se ha entablado una enorme batalla. El candidato derechista, Jim Hoffa, hijo del principal dirigente maffioso durante casi medio siglo, está movilizando recursos millonarios (Labor Notes, setiembre de 1996). La dirección responde interviniendo los principales locales en manos de los derechistas, sacando a la luz sus tramollas financieras, sus estafas y sus relaciones con la maffia.


Aunque se impuso en la reciente convención del gremio, la derecha no parecería estar, según las encuestas, en condiciones de recuperar el sindicato porque el temor a un posible ‘retorno’ de los derechistas ha desatado una gran movilización en la base. La vieja burocracia ganó la convención porque los delegados son nombrados directamente por los locales, que en su mayoría todavía están en sus manos. En aquellos donde fueron elegidos por voto (la mitad de los locales), los ‘renovadores’ obtuvieron la mitad de los cargos en disputa.


Conclusiones


Es claro que el movimiento obrero norteamericano acepta cada vez menos pasivamente los ataques patronales.


No hay huelgas nacionales; en todos los casos se trata de huelgas locales, parciales, empresa por empresa y planta por planta. En la mayoría de los casos, los huelguistas no logran frenar la producción: la ley autoriza a las patronales a contratar rompehuelgas. Las leyes antisindicales maniatan a los huelguistas: no pueden hostilizar a los carneros ni impedir la producción; las ocupaciones de plantas, las huelgas de solidaridad, las huelgas políticas y las huelgas generales están prohibidas.


Aunque la burocracia ejerce un pleno control sobre los sindicatos, existe una aguda disputa política en su seno: la lucha por el control del sindicato de camioneros parece reproducirse también en otros sindicatos y en la propia AFL-CIO. Hay que señalar también, como elemento muy sintomático, la aparición de pequeños agrupamientos de carácter antiburocrático, como el que se presentará a elecciones en el sindicato de papeleros. El programa de los ‘Papeleros por la Reforma’, “una red de activistas (que) denuncia al ‘sindicalismo empresario’ ” (Labor Notes, setiembre de 1996) plantea: reducción de la jornada con igual salario, una agresiva campaña de sindicalización, elección de la dirección sindical por el voto directo de los afiliados y que el salario de un dirigente sindical no supere el 30% del mejor salario de convenio.