El papelón “iberoamericano”

Fuera Botnia

“Se suponía que el Borbón iba a lucirse en la Cumbre Iberoamericana” (La Nación, 2/11). Pero la mediación terminó en un estruendoso fracaso, sólo opacado por los gritos a Chávez. La expectativa era que en Chile, Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez “podrían dar una fuerte señal política sin incluir ni la queja uruguaya por el bloqueo a los puentes ni el reclamo argentino de relocalizar la planta” (ídem, 21/10). Las declaraciones de Cristina K -“Botnia va a empezar a funcionar antes o después. Habrá que controlarla y, si no contamina, las protestas no tendrán más razón”– eran otro indicio de que estaba en marcha el “okay” definitivo a Botnia.


El acuerdo se limitaba a un monitoreo conjunto del impacto ambiental y a “la gestión de inversiones sobre el río Uruguay”. Esto último es clave para el gobierno uruguayo: la portuguesa Portucel está definiendo “el sitio para instalar otra planta de celulosa y fábrica de papel”, con una inversión igual o mayor que la de Botnia (ídem, 21/10), y Celulosa Argentina —controlada por capitales norteamericanos y responsable de décadas de contaminación del Paraná- también informó que instalaría en Uruguay “otra fábrica de pasta de celulosa, con capacidad de alrededor de 700.000 toneladas por año, a un millón de toneladas por año de pulpa” (El Litoral, 25/10).


El monitoreo ambiental es una farsa: Botnia ya admitió que se sentirán “ciertos olores” dentro de la planta y “posiblemente también en Fray Bentos y la costa de Entre Ríos” (Perfil, 11/11; Clarín, 12/11). "No hay, salvo para Botnia, medios técnicos para controlar la contaminación", dice el ambientalista Víctor Cardona (La Nación, 12/11), lo que significa que Argentina y Uruguay carecen de la aparatología necesaria: sólo un equipo de estudio de dioxinas en aire y agua, conformado por un cromatógrafo de gases y un espectrómetro de masas de alta resolución, cuesta varios cientos de miles de dólares (Sol y Luna Nº 84 abril / julio de 2005). Kirchner aspiraba a que el acuerdo “dejara a los asambleístas en una situación más minoritaria que la que ya padecen sin notificarse” y “tenía previsto pagar ese costo para liberarle el camino a la futura presidenta”.


La mediación terminó con la Prefectura uruguaya cerrando el puente, con una multitudinaria movilización de los entrerrianos en simultáneo a la cumbre y con Tabaré ofendiendo la inteligencia de propios y ajenos al comparar el bloqueo norteamericano contra Cuba con el bloqueo de los puentes por la Asamblea de Gualeguaychú. Aunque Vázquez explicó la ruptura de las negociaciones porque “con los puentes cortados no había negociación posible” (El País, 11/11), en realidad, “no estaba en condiciones políticas internas de firmar ningún acuerdo con los puentes cortados”. La oposición calificó de “papelón” y “mamarracho” su postergación de la puesta en marcha de Botnia y pidió la renuncia del “indigno” ministro de Medio Ambiente, Mariano Arana (Clarín, 3/11; La República, 5/11). Botnia sumó sus fichas: un alto ejecutivo finlandés viajó a Montevideo “y se encargó de contar que la empresa pierde miles de dólares cada día que pasa sin producir” (La Nación, 2/10).


Qué más hubiera querido el kirchnerismo que levantar el corte. Alberto Fernández varias veces amenazó con desalojar a los “violentos” de Gualeguaychú. Cristina K intentó usar su triunfo electoral contra los asambleístas, alegando que "una encuesta del gobierno entrerriano señaló que cerca del 70 por ciento de la sociedad de Gualeguaychú está en contra de los cortes” (La Nación, 6/11).


La movilización de los indoblegables entrerrianos ha llevado a una impasse a dos gobiernos que rivalizan en su sumisión al imperialismo y en su desprecio por el deterioro ambiental (como lo prueba la patente de corso para contaminar de las mineras y las pasteras radicadas en la Argentina).


El fracaso deja más heridos: “el gobierno socialista español, que embarcó hace un año al rey en la aventura de los buenos oficios, tiene necesidad de que el esfuerzo diplomático termine de la mejor manera” para “ayudar al monarca a superar las dificultades que lo acosan en su crispado reino” (La Nación, 6/11). Juan Carlos comenzó el año tratando de desmentir un video que lo mostraba en Rusia cazando un pobre oso de circo, drogado para mayor gloria de su majestad. Lo concluye con “una imparable ola de protestas republicanas” de la que “no hay memoria en el pasado reciente de la consolidada democracia española” (ídem, 2/10). Morales Solá había predicado que “argentinos y uruguayos le deben un gesto al rey”, capaz de otorgarle lo que no tiene en su tierra: el papel de “autoridad moral de América Latina” (ídem, 6/11). No pudo ser.


El domingo, “24 horas después de una nueva y multitudinaria protesta con lanchas en el río y manifestantes sobre el puente”, Colón y Concordia se sumaron varias horas a los cortes. La firmeza de los entrerrianos está intacta.