El programa y la política del PT

El “programa de gobierno” aprobado en el 9º Encuentro consa­gra el abandono de un conjunto de posiciones políticas tradicionales del PT, pero lo que más se destaca, es su duplicidad política.


La cuestión del aborto es la prue­ba más evidente, aunque no la única. La jerarquía eclesiástica del Brasil puso el grito en el cielo cuando se conoció que el “proyecto de pro­grama” elaborado por la dirección del PT proponía la “despenalización del aborto”. El propio Lula, enton­ces, corrió hasta la curia y brindó su “compromiso personal” de que la “despenalización del aborto” seria excluida del programa. Pues bien, “a pesar de que según una encuesta, el 71% de los delegados aprobaría la inclusión del aborto en el progra­ma del PT” (Jornal do Brasil, 2/5), y a pesar, también, de que un importante sector de la burguesía brasileña ha­bría respaldado la medida (o al me­nos, no la habría obstaculizado), el Encuentro del PT resolvió conscientemente votar contra sus propias convicciones, en un acto de auto-violencia colectiva. En una muestra de hipocresía, el Encuentro incluyó en el programa “el apoyo de la red pública de salud a los casos de aborto previstos por la ley (estupro y riesgo de vida para la embaraza­da)” (Jornal do Brasil, 2/5).


Lo mismo ha sucedido con la rei­vindicación del “derecho a la sindicaiización de la tropa y los subofi­ciales de las FF.AA.”. Según José Dirceu, de la tendencia de Lula, “te­nemos que saber la hora (adecua­da) de promover ese derecho elemen­tal de los soldados, pero no es la hora todavía” (Folha de Sao Paulo, 2/5).


Cada uno de los puntos del pro­grama es una muestra de duplicidad. Afirma, por ejemplo, que una de las prioridades del gobierno del PT será combatir el hambre, para lo cual pro­pone una reforma agraria… que se limitará a “resolver el problema de los trabajadores rurales acampa­dos a la vera de los caminos, unas 19.000 familias en esa situación”


(Jornal do Brasil, 2/5), ¡cuando exis­ten en Brasil más de tres millones de familias —doce millones de trabaja­dores— sin tierras! Para éstos, “la reforma agraria definitiva llegaría a lo largo de 15 años” (ídem)…


Otra prueba de duplicidad es la cuestión del salario mínimo. La ten­dencia de “extrema” izquierda “Na Luta PT” presentó una moción que proponía llevarlo a 300 dólares (50 dólares por debajo del costo de la canasta familiar calculado por la Diesse, un organismo sindical de estadísticas)… para el final del mandato de Lula, en el año 2000. La mayoría del Encuentro, sin embargo, vetó esta moción y aprobó el proyecto original que prevé “la elevación gradual y permanente del salario mínimo real”… con el argu­mento de que “si el salario llegara a 295 dólares, van a decir que el gobierno (de Lula) no cumplió su objetivo” (sic) (Jair Meneguelii, secretario general de la CUT, Jornal do Brasil, 2/5). Pero si al final del mandato de Lula el salario mínimo llegara a 70 dólares (hoy está en 64), ¡entonces sí Meneguelii podría afirmar que el gobierno cumplió su objetivo de “elevar gradual y permanentemente el salario”!


El “programa de gobierno” plantea que “los ban­cos serán orientados por el gobierno a invertir en la producción y en políticas sociales” (Jornal do Brasil, 2/5), pero nada dice de la deuda pública usuraria actual que supera los 50.000 millones de dólares. Pero cual­quier “reorientación” que no contemple el desconoci­miento total sustancial de esta hipoteca, está condena­da al fracaso, pues ella sola significa el pago anual de intereses por 20.000 millones de dólares.


La deuda externa


Donde el engaño político del “programa de go­bierno” alcanza su máxima expresión es en la cuestión de la deuda externa. Ninguna de las corrientes del PT planteó el desconocimiento de la deuda extema y de los acuerdos del “plan Brady”, ni la ruptura con el FMI y el Banco Mundial. La “izquierda petista” con­cibe la consigna de “moratoria” como un instrumento de presión para lograr una renegociación con la banca acreedora. Se trata de una consigna tan poco “radical” que la puso en práctica un gobierno tan derechista y patronal como el de Sarney.


El Encuentro del PT rechazó, sin embargo, la mora­toria y planteó “la investigación y renegociación de la deuda externa”…


Pero sucede que, después de los acuerdos del “plan Brady”, la deuda externa puede ser pagada o descono­cida, pero nunca “renegociada” y mucho menos “in­vestigada”, esto porque los bancos han dejado de ser los titulares de esa deuda, que ahora se ha convertido en títulos y bonos que se cotizan en las Bolsas. Después de haber impulsado el planteo de la “renegociación” en el 9° Encuentro, el asesor económico de Lula, Aloizio Mercadante, “destacó que los nuevos bonos (de la deuda) fueron emitidos al portador lo que toma difícil una renegociación” (Gazeta Mercantil, 10/5/ 94). Conclusión del asesor: “lo (único) que se puede hacer es pagarla o no pagarla” (ídem). Este mismo asesor calculó los intereses de la deuda externa en un 4,5% del PBI, o sea 25.000 millones de dólares al año, es decir 130.000 millones para todo el gobierno Lula (ídem).


No habrá un gobierno del PT


Conforme crecen las posibilidades electorales de Lula, es al mismo tiempo cada vez más evidente que no habrá un gobierno del PT. Desde hace largo tiempo, el PT viene apoyando a distintos candidatos a gobernador patronales, e incluso derechistas. En Ceará, Lula tejió una alianza con Tasso Jereisati, presidente nacional del PSDB, ex presidente de la cámara industrial estadual y articulador del acuerdo nacional PSDB-PFL, y Ciro Gomes, actual gobernador (también del PSDB), para apoyar la candidatura del primero. En Bahía impulsa la candidatura de Waldir Pires, también del PSDB; en Pernambuco y Río Grande do Norte apoya candidatos del PSB, y del PMDB y del PDT en Paraíba y Paraná, respectivamente. El PMDB y el PDT son partidos abiertamente hostiles a la candidatura presidencial de Lula…y ni hablar del PSDB, que candidatea—enfrente con el partido de los herederos de la dictadura militar, el PFL— al “anti-Lula” Fernando Cardoso.


El argumento “oficiar de que estas alianzas servi­rían para atraer votos a la candidatura de Lula ha sido negado por las propias encuestas, y rápidamente des­echado. El nuevo “argumento” para apoyar candida­tos hostiles a un gobierno nacional del PT es que “el surgimiento de gobiernos estaduales com­prometidos con el voto del PT favorecerá la gobernabilidad (!!) del gobierno de Lula” (José Dirceu, Folha de Sao Paulo, 27/4), es decir, su apoyo en la burguesía. Semejante política —y semejante “argu­mento”— revelan que el PT no lucha por el poder político y que, por lo tanto, no es un partido sino una “coalición de funcionarios” que manejan presupues­tos e influencias, y cuyo objetivo es seguir administrán­dolos y, en lo posible, aumentarlos.


Aunque el Encuentro vetó el acuerdo tejido en Ceará por el propio Lula, “rechazó una enmienda que pretendía limitar las alianzas regionales petistas sólo a los partidos que apoyen la candidatura de Lula en el primer turno”. Markus Sokol, dirigente de la tendencia “trotskista “, O Trabalho, marcó el tono brutal de la capitulación de los “izquierdistas”: “El problema, dijo, no es con el PSDB sino con el PSDB de Ceará”… (Folha de Sao Paulo, 19/4).


Pero aunque el Encuentro confirmó todos los acuer­dos, incluso aquéllos con los partidos hostiles a la candidatura de Lula, el derrumbe de la política de alianzas del PT es total: uno de sus “aliados históri­cos”, el paulista Mario Covas (del PSDB), ha abrazado la alianza con el PFL, mientras que otro de esos “alia­dos”, el pernambucano Miguel Arraes (del PSB) se niega a ceder al PT la candidatura a la vice gobernación estadual, con el argumento de que “necesita” disponer del cargo para “ampliar la alianza” …


La “izquierda” del PT ha refunfuñado, aunque no mucho, contra la tesis oficial de que el “gobierno del PT no será socialista”, pero se le ha pasado completa­mente por alto la cuestión sustancial: que con la política aprobada en el Encuentro no habrá gobierno del PT. Lula ha declarado que “no estoy preocupado en obtener mayoría en el Congreso” (O Estado de Sao Paulo, 1/5). ¿Cómo hará entonces para gobernar? Lula explica: “la experiencia muestra que en el Congreso la mayoría se consigue en largas negociaciones que implican cambios profundos en los proyectos origi­nales” (ídem). El PT se propone establecer, entonces, un gobierno de coalición. Así lo explícita Rui Falcao, elegido presidente del PT en el 9S Encuentro: “Soy partidario —declaró—de un gobierno de coalición… creemos en la posibilidad de formar un gran bloque con el PSDB y el PDT…” (O Globo, 2/5); una encuesta realizada en el propio Encuentro mostró que el 63% de los delegados es partidario de un gobierno de coalición con el PDT (Folha de Sao Paulo, 2/5); según informa O Estado de Sao Paulo (2/5), entre los bastidores del Encuentro se mencionaba a José Serra, del PSDB de Cardoso, como uno de los más firmes candidatos al Ministerio de Hacienda de Lula …


Pero al mismo tiempo que Lula, Fernando Cardoso se declara también partidario de un gobierno de coali­ción… con el PT. “El senador del PSDB declaró que llamará a todos los partidos del país para viabilizar un eventual gobierno pesedebista… Esto incluye— aclaró explícitamente— al PT de Lula” (Folha de Sao Paulo, 2/5). Un gobierno de “unidad nacional” entre los partidos patronales y el PT, con el sostén de la Iglesia y las FF.AA.: hacia allí “convergen” el PT y Cardoso.


Los candidatos a las elecciones nacionales del próxi­mo 3 de octubre pretenden protagonizar “o maior engano do mundo”.