El PT de Uruguay debe reaccionar

El PT de Uruguay, poco después de la culminación del XXVII Congreso del Partido Obrero, colgó una publicación en sus redes dirigida a los militantes y delegados congresales, en respuesta a nuestro escrito sobre las elecciones municipales uruguayas. En nuestro texto se destacaba que, por primera vez en muchos años, la renuencia del PT a presentar listas (estando en condiciones jurídicas de hacerlo) y, más grave aún, de fijar posición ante los comicios, privaba a los trabajadores de una posición política de independencia de clase. Esta salida de escena trastocó aquello que el escenario electoral uruguayo tenía, con sus limitaciones, de singular y positivo: la posibilidad de que una fuerza de los trabajadores, con una larga trayectoria, intervenga políticamente.

El artículo del PT no clarifica a quién votó, ni qué tareas realizaron, ni qué planteo levantaron con su periferia. Es decir, no se expide sobre el problema de fondo. En vez de eso, aduce que no intervinieron debido a una “decisión política” y que, a pesar de que podrían haber logrado la presentación, “el desarrollo de la campaña hubiera sido sumamente dificultoso”.

Para quienes militamos en el PO, esta situación no nos es indiferente. En elecciones anteriores, el llamado a votar al PT (al igual que el apoyo en distintas iniciativas de lucha) siempre distó de ser un mero señalamiento indicativo. Al contrario, era acompañado por una colaboración activa, destacándose un trabajo hacia los residentes uruguayos en Argentina, entre otros aspectos de la campaña. Idéntica actitud adoptaba el PT con respecto a nuestro partido.

La importancia de intervenir en las elecciones es patrimonio común de nuestras organizaciones. Aunque no es un invento totalmente original: rescata la famosa lección de León Trotsky en sus escritos sobre España, donde plantea que se puede participar de las elecciones o boicotearlas, pero lo que está descartado es ignorarlas. Esto vale también para procesos sumamente radicalizados, como los que mantienen en vilo a Chile, los cuales no excluyen ni cancelan las instancias electorales, sino que muchas veces las colocan en primerísimo plano.

En la elección municipal uruguaya, donde la posibilidad de boicot no estaba presente, ¿cuáles eran las alternativas? Si correspondía utilizar el votar en blanco, como parece sugerirse en el artículo (“para votar en blanco no necesitan ninguna declaración del PT”), la ausencia de posicionamiento por parte del PT habría ameritado una crítica similar a la que formulamos -tanto el PT como el PO- contra el NPA en el ballotage francés de 2017 (una indefinición capituladora al “mal menor”, en momentos de fuerte tendencia a votar en blanco o no concurrir).

Pero acá ocurrió una situación más terrible. El PT, que tiene personería y posibilidades de presentar lista en los distritos centrales, llevó hasta el final su línea de ignorar las elecciones, regalando todo el campo político al Frente Amplio.

Es un verdadero retroceso. En el caso de que las elecciones hubieran revelado un descontento con el FA, el PT dejó pasar la oportunidad de ser su vocero político. Mientras que, si este elemento era minoritario, la boleta y la campaña del PT igual habría ayudado a desenvolver una experiencia política, lo cual siempre esparce semillas en la vanguardia. En cambio, dejar ese lugar vacante conspira contra cualquier posibilidad de capitalización. Es incuestionable que este suceso habla una cuota de enorme desmoralización política.

La crisis del PT en la crisis del FA (o Altamira metió la cola)

La respuesta traza algunos elementos de la crisis del PT que, según su autor, “tiene varias puntas, que arrastramos desde hace un tiempo y que requiere un balance más amplio”. También menciona que “(la) presión desde la izquierda democratizante y el frentepopulismo generó más de una vez respuestas defensivas y sectarias, sumado a problemas de método, limitaciones políticas, tendencia al centrismo organizativo, y en particular la dificultad para mantener la salida regular del periódico”. Creemos que abordar con honestidad el accionar propio puede ser una iniciativa auspiciosa.

Por eso, deben ser tomados con mucha seriedad los indicios que el propio redactor brinda al comienzo de la nota sobre la actual situación del Frente Amplio (sus crisis, divisiones, la circunstancia de volver a ser “oposición”). Es evidente que esta nueva realidad ha jugado como un factor de presión, incluso en los trabajadores más concientes. Un partido como el PT, “inserto en la vanguardia obrera y que interviene en la lucha de clases se beneficia de los ascensos y sufre los reflujos de la clase obrera” -tal como dice su artículo- no sería ajeno a estas tensiones.

Pero la presión del FA sobre el PT y la vanguardia obrera no es solamente un problema heredado, que persiste desde hace cuarenta años, sino que se presenta también como un tema de primer orden en el presente. Permea todos los poros, incluyendo la cuestión del “voto útil”, que la respuesta del PT caracteriza que dominó la elección municipal. En este contexto, con una activa disputa por la influencia sobre los trabajadores, eludir un planteo político es una concesión gigante al Frente Amplio. La ausencia de una lista y un planteo independiente provocó que los obreros uruguayos, algunos de los cuales ven con simpatías al PT, solo tuvieron la “libertad” de elegir… ¡el “voto útil” al FA! Por el contrario, quienes si gozaron de verdadera “libertad” de acción fueron los dirigentes de este conglomerado, que pudieron desenvolver su campaña burguesa sin que ninguna fuerza obrera impugne su pertenencia de clase. Ceder ante esa presión -luego de décadas de lograr sortearla- señala que, si bien puede ser cierto que la crisis del PT viene de lejos, ahora suma un significativo paso en falso.

Otro punto relevante, citado en el artículo del PT, refiere que “(la) crisis del Partido Obrero sin duda acentuó un impasse ya presente”. Pero la “crisis” del PO no es un cuerpo genérico. La mano de Altamira, escalando la ruptura, cortó unilateralmente todos los acuerdos que sostenía el PT con el PO. Vale la pena, entonces, aprovechar la oportunidad para un balance.

Por caso, decisiones importantes del PT -detrás de las cuales se ve la influencia de Altamira- como privarse de una campaña electoral común con el PO y el Frente de Izquierda en 2019 (cuando los comicios se celebraban el mismo día y los candidatos burgueses de ambos lados del río intercambiaban apoyos políticos), o autoexcluirse de la reciente Conferencia Latinoamericana y de los Estados Unidos, luego de paralizar, en las vísperas de las rebeliones continentales, aquella que habíamos empezado a organizar en conjunto… ¿fueron un aporte a la superación de la crisis del PT o, por el contrario, se cuentan entre las “respuestas defensivas y sectarias”?

Rehuir la presentación de una postura independiente en las últimas elecciones municipales es consecuencia de transigir a la presión del FA y el voto útil. Pero, también, obedece a la deriva propagandística de cuño altamirista (es decir, de desidia frente a la intervención política concreta), que amenaza con privar al PT de su accionar como partido de combate -un camino de difícil retorno.

Balance y oportunidad

La crisis puede ser también una oportunidad para corregir el rumbo, a condición de que luchadores de carne y hueso adopten medidas para conjurarla. Los militantes y delegados al XXVII Congreso del PO constatamos que, en el afán de intervenir en la situación política y superar el daño causado por el rupturismo de Altamira, el partido ha cobrado una nueva vitalidad, reconocida por propios y extraños.

Bien mirado, la intención del PO es lo contrario a “golpear al PT” para golpear a Altamira, como conjetura, erróneamente, el redactor de la respuesta. Al revés, es Altamira quien, perpetuando una subordinación paralizante, condiciona las posibilidades de desarrollo del PT. El Partido de los Trabajadores puede y debe reaccionar.