Egipto: El pueblo se levanta contra la Junta Militar

La enorme movilización en la Plaza Tahrir, el sábado 9 de abril, para exigir la renuncia de Hussein Tantwi, el jefe de la Junta Militar que sustituyó al destituido Mubarak, fue respondida con una brutal represión por parte de las Fuerzas Armadas. Los militares han abandonado la ‘neutralidad’ luego de que ganaran el referendo constitucional y quedaran habilitados a llamar a elecciones en sus términos. La poderosa agrupación Hermanos Musulmanes fue la clave para que el referendo saliera airoso; por eso se excluye ahora de manifestar contra la Junta. Las movilizaciones reprimidas, sin embargo, demuestran también que el espíritu revolucionario sigue vivo -tal como se expresa, por sobre todo, en el crecimiento de las huelgas obreras y del movimiento sindical, así como en las enormes concesiones económicas que se ha visto forzada a realizar la Junta. La movilización a la Plaza se desarrolló en abierta confrontación con el toque de queda dispuesto por la Junta Militar. Además, fue calificada por los medios de comunicación como una de las más grandes desde el derrocamiento de Mubarak.

Al interior de la clase obrera y la juventud hay una convulsión extraordinaria. La cúpula castrense había dispuesto una ley para prohibir las huelgas. Los trabajadores respondieron a la ofensiva anti-sindical de la Junta con la ratificación de las huelgas en curso y movilizaciones masivas a la Plaza Tahrir. Los sindicatos reclaman el derecho a la libertad sindical para organizarse de manera independiente del Estado, la expulsión de los burócratas del régimen de las fábricas, el pase a planta permanente de los contratados y aumentos salariales. Los trabajadores de prensa lograron expulsar a los directores de los medios estatales de Mubarak. Por otra parte, los estudiantes se encuentran movilizados en reclamo de reformas en el sistema educativo.

Referéndum y elecciones

El referendo aprobado reforma nueve puntos de la vieja Constitución -con un 77% de apoyo, aunque con una participación relativa. Son enormemente limitadas: reducción del mandato presidencial, eliminación de la reelección indefinida, levantamiento del Estado de sitio y de las medidas que proscriben la inscripción de los partidos políticos. El Partido Nacional Democrático (del ex presidente-dictador) llamó a votar por el sí, al igual que la Hermandad Musulmana, que aportó un miembro al comité designado por la Junta Militar para redactar las reformas. Los militares, que protegieron la red social de la HM durante cuarenta años, recurren a la organización islámica para poner coto a la revolución. Los voceros de la Hermandad repiten que no presentarán candidato a Presidente en las próximas elecciones y que tampoco aspiran a controlar el Parlamento. Las reformas no incluyeron la revisión de los pactos internacionales con Estados Unidos e Israel, el desmantelamiento del aparato de espionaje de la población y un largo etcétera. El reguero de protestas y movilizaciones es la expresión de una tendencia profunda que no encuentra salida ante la falta de respuestas a la mayor parte de los agravios sociales y políticos sufridos durante cuarenta años. El canciller egipcio anunció que pretende una revisión de los acuerdos de provisión de gas a Israel y la reanudación de los vínculos con Irán, para fingir una delimitación de la tradición diplomática del régimen mubarakista.

La Junta Militar anunció también, después de la aprobación del referendo, la convocatoria a elecciones legislativas para septiembre y a presidenciales para “uno o dos meses después”. Los plazos de la convocatoria electoral benefician a los dos partidos tradicionales, el Nacional Democrático y la Hermandad Musulmana, que tienen un aparato nacional. Los movimientos juveniles como el 6 de Abril y el candidato El Baradei -ambos de vínculos fluidos con el imperialismo yanqui (Corriere Della Sera, 17/2)- reclamaban un plazo mayor. El próximo parlamento, que se encargará de redactar la nueva Constitución, estará repartido entre mubarakistas y la HM.

En las pasadas semanas, cientos de manifestantes ocuparon las oficinas del Ministerio del Interior y los Servicios de Inteligencia en, al menos, doce ciudades del país -entre ellas, Alejandría y El Cairo. El “asalto” reveló que la gran mayoría de los archivos clasificados de las tres décadas de represión del régimen de Mubarak habían “desaparecido”, o mejor: habían sido cuidadosamente removidos. Los pocos documentos rescatados por los manifestantes fueron reclamados de vuelta por la Junta Militar (Financial Times, 21/3). El frágil arbitraje de las Fuerzas Armadas se ve, cada vez, más amenazado.