El “racismo” y 400 refugiados a merced de las olas

Mientras en Sudáfrica, los funcionarios y diplomáticos de las grandes potencias ejercitan su oratoria denostando la “discriminación”, el gobierno australiano le ha dado al mundo una clase práctica de la conducta de las ‘democracias’: por medio de la fuerza militar, el primer ministro australiano John Howard impidió el desembarco de 400 refugiados afganos que llegaron frente a las costas australianas en un carguero noruego, tras ser rescatados en el mar cuando naufragó el barco que los transportaba.


Ninguna razón diplomática y mucho menos ‘humanitaria’ hizo que el primer ministro permitiera, no ya que se les otorgara el status de refugiados, sino simplemente que desembarcaran en una isla australiana. Que las embarazadas, los niños y los enfermos se pudran en el agua: esa es la política concreta de los que se llenan la boca pataleando contra “el racismo”. La conducta de Australia, sin embargo, no se diferencia un ápice de las de Gran Bretaña, Francia, Italia o Alemania, que persiguen y deportan a sus propios refugiados.


Tras la ‘seguridad’ de sus aparatos armados, las ‘democracias’ pretenden darle una ‘solución policial’ a la crisis de los refugiados. Pero el impresionante crecimiento del número de refugiados que huyen de las guerras, de las hambrunas y de la miseria en sus países de origen es una de las expresiones más crudas de la crisis mundial, que ha derrumbado a naciones y continentes enteros.