El “reformismo de izquierda”

Las manifestaciones contra el gobierno de Chirac-Raffarin fueron utilizadas para una maniobra política tendiente a legitimar nuevamente el Partido Socialista.


En un momento clave del reciente congreso de Dijon, del 16 al 18 de mayo, se presentó el secretario general de la CGT, Bernard Thibaut, quien fue ovacionado. El principal dirigente del partido, Laurent Fabius, pronunció un discurso demagógico de rechazo al proyecto jubilatorio del gobierno. El congreso aprobó una moción de apoyo a las manifestaciones. El nuevo secretario general, François Hollande, encabezó un cortejo socialista en la movilización del 25 de mayo.


¿Tanta energía simplemente para tapar una conducta miserable? Es un aspecto de la operación. El Partido Socialista ha jugado un rol central en el proceso de demolición del sistema de jubilaciones. El socialista Rocard, en 1991, produjo el primer informe oficial que recomendaba las medidas que ahora toma el primer ministro Raffarin. Los socialistas guardaron un piadoso silencio ante los decretos del conservador Balladur en 1993 y, por supuesto, los aprobaron de hecho al volver al gobierno en 1997 con Jospin, quien prometió completar la liquidación. Los electores no le dieron el gusto. Ahora el PS proclama su apoyo a la CGT y dice oponerse al proyecto del gobierno.


El congreso ha pretendido situar al Partido Socialista como “reformista de izquierda”. El apoyo de la CGT facilitó la maniobra de la dirección, mientras Fabius y sus seguidores, su ala derecha, se sumaron al juego.


En forma inmediata, la maniobra pretende, con el apoyo de la CGT, organizar una negociación parlamentaria, que es completamente ajena, sin embargo, al régimen político actual. Pero, más en profundidad, este supuesto reformismo es un intento de rescatar las funciones tradicionales de este partido en un período de retroceso del capitalismo francés y el imperialismo europeo. Hay que recordar, por ejemplo, que el gobierno de Jospin fue el más privatizador de Francia. Sobre este punto, no ha habido ningún cambio.


No hay en realidad ningún “reformismo de izquierda”. El Partido Socialista se sigue cobijando completamente bajo el manto del capitalismo en descomposición, con todas las consecuencias que ello implica.


La vieja fórmula de la “unidad de la izquierda” está quebrada, con la bancarrota del estalinismo y el apagón de los ecologistas. En cambio, se ha producido un crecimiento político importante de la Liga Comunista Revolucionaria y de Lutte Ouvrière, la “extrema izquierda”, que reunió el 10% de los votos en la elección presidencial. El “reformismo de izquierda” busca una fórmula de autorrescate en un cuadro mucho más crítico que en los últimos 20 años.


La respuesta de la LCR favorece todas las maniobras del Partido Socialista. Olivier Besancenot (Liberation, 8/1) invitó a la izquierda, sin delimitaciones, a avanzar unida contra el capitalismo, e indicó la disponibilidad de su organización a participar en un gobierno común. Claro que indicó la cláusula de estilo de que debería tratarse de “un gobierno de transformación radical de la sociedad que aplique efectivamente un programa de ruptura anticapitalista”. Se refiere, por ejemplo, al gobierno de Lula. El apoyo de la LCR a Lula sirve para medir hasta dónde puede llegar su disponibilidad para “ejercer responsabilidades en el seno de un gobierno de transformación…”. América Latina le sirve de espejo a Europa.


La LCR disimula su adaptación a la maniobra del PS con el planteo de que hay dos izquierdas: “la izquierda social-liberal y la izquierda anticapitalista” (que se encontrarían distribuidas dentro del PS y del PC). Sobre esta base, la mayoría de la dirección de la LCR presenta su moción para el próximo congreso (“Posición A”, en Rouge, 15/5). Rechaza entonces la construcción de una organización trotskista con LO – que LO, por otra parte, tampoco quiere – .


En Francia, hay que diferenciar a la “izquierda” como elemento de continuidad en el enfrentamiento contra el capitalismo de las organizaciones políticas. El Partido Socialista ya no forma parte del movimiento obrero y de lucha, ni siquiera como variante neoliberal. En cambio, un fenómeno importante de la izquierda militante es la existencia y consolidación de un abanico de tendencias oportunistas y conciliadoras. Una manifestación central de este oportunismo es precisamente la que pretende guardar un puente con el “reformismo de izquierda”. Es absurdo que se acuse a la dirección del PS de “negarse” a romper con el social liberalismo (editorial de Rouge, 22/5/02). La dirección del PS es un elemento constitutivo del régimen capitalista de dominación y, hoy, del así llamado neoliberalismo. No puede romper consigo misma.


El Congreso del PS, confrontado a una “situación de urgencia”, se propuso impedir el progreso político y organizativo de la rebelión obrera, ahora en alianza abierta con la CGT.