Sin empacho, en un discurso que pronunció ante las patronales reunidas en la Asociación Comercial de Sao Paulo, “Lula recomendó a los empresarios que ejerzan un ‘lobby saludable’ sobre los diputados federales para la aprobación de las reformas previsional y tributaria apenas el gobierno mande los proyectos a la Cámara de Diputados”. (O Estado, 27/3/03).

En un país donde la coima es moneda corriente, instar al lobby constituye casi un delito. Pero como esos dos proyectos del PT son muy “caros” para la burguesía y el imperialismo, Lula no anduvo con vueltas.

A los pocos días, Lula hizo otro anuncio que fue saludado por las patronales: subió de 200 a 240 reales el salario mínimo, que cobran la mitad de los trabajadores brasileños. Clarín destacó el anuncio como una gran medida para fortalecer el consumo. Pero lo cierto es que como el salario mínimo no se tocaba desde hace un año y la inflación (dibujada) fue del 17,66%, “el mínimo tuvo un aumento real del 1,99%”, destacó O Estado (1/4).

Los 240 reales de mínimo equivalen a 1,20 reales la hora, en un país que tienen niveles de precios muy similares a los de la Argentina. El nuevo mínimo es un salario de indigencia y retrata de cuerpo entero al gobierno fondomonetarista del PT.

Aunque el reajuste del salario mínimo estaba previsto desde octubre, el diario de la gran patronal paulista, en un editorial, saludó la decisión de Lula de no moverse por encima de lo que había fijado Fernando Cardoso porque con eso “demostró una vez más su sentido de responsabilidad y de oportunidad, olvidando los tiempos en que el PT defendía intransigentemente un reajuste incompatible con la situación económica del país”, para destacar que Lula formuló el anuncio “en presencia de los representantes de las centrales sindicales, que reconocieron –con excepción del presidente de la Cgt– que era imposible un reajuste mayor”.

Según Dieese, un instituto brasileño de investigación social, el salario mínimo debería ser de 1.399,10 reales para cubrir los gastos familiares.