El Salvador: el triunfo de Bukele y el derrumbe de los partidos tradicionales

La popularidad del mandatario esconde un régimen de autoritarismo, miseria y dependencia creciente.

Con un 66% de los votos, el oficialista Nuevas Ideas obtuvo un categórico triunfo en las elecciones legislativas celebradas el 28 de febrero en El Salvador. Gracias a este resultado, el partido del presidente Nayib Bukele, un empresario y publicista, se asegura, sumando aliados, un total de 61 diputados sobre 84 de la cámara legislativa única, es decir pasaría a contar con una mayoría calificada lo que abriría el camino hacia un control por parte del oficialismo de la justicia, la fiscalía general e incluso lo habilitaría a llevar adelante una posible reforma constitucional en sus propios términos.

La elección

La participación electoral, escasa ya que votó un 48% del padrón electoral, ha sobrepasado sin embargo a la de las elecciones legislativas previas. Los números generales de los comicios dan cuenta de la profundización del repudio entre las masas salvadoreñas a los partidos tradicionales que venían dominando la vida política del país desde que se erigiera el régimen democrático en 1992. La primera gran manifestación de esta tendencia ocurrió en 2019 con la llegada al poder de Bukele, que contaba con 37 años en ese entonces y que montó su campaña alrededor de explotar el hastío de la población ante los 30 años en los que la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y el centro izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, dentro del cual se disolvió el PC) se turnaron en el poder sin dar satisfacción a ninguna de las necesidades populares. En la reciente elección, Arena obtuvo el 12% de los votos y los ex guerrilleros del FMLN, quienes dirigían el país hasta el 2019, un 7%, es decir un derrumbe sin precedentes. Hubo alrededor de 50 mil votos nulos y 40 mil votos impugnados (sobre un poco más de 2,5 millones de votantes), según el Partido Socialista Centroamericano, una organización de izquierda que impulsó la anulación del sufragio.

Nuevas Ideas, el partido ganador, es una reciente creación de Bukele, que en 2019 tomó “prestada” la legalidad del derechista Gana (atravesado por denuncias de corrupción) para poder presentarse. Nuevas Ideas no es, por lo tanto, un partido con arraigo popular sino una mera prolongación del bonapartismo del presidente. El copamiento por parte de Bukele de los escaños parlamentarios se complementa con la victoria en los municipios, obteniendo 137 sobre 262 concejales. El gobierno no ha dudado en utilizar fondos estatales para la campaña electoral, en la que hubo una disparidad notoria entre los recursos volcados por el oficialismo, con 6 millones de dólares, y la oposición que alcanzó, como máximo, gastos por un millón de dólares.

Bukele ha logrado alcanzar altos niveles de popularidad gracias a un aparente control de la violencia ejercida por las pandillas (maras), a la ayuda económica de 300 dólares por familia otorgada para paliar la crisis pandémica, la suspensión temporal del pago de servicios, junto con otras medidas asistenciales, y a la profundización del discurso contrario al régimen bipartidista precedente. Sin embargo, siguen intactos todos los problemas estructurales de El Salvador.

Autoritarismo y ajuste

La economía salvadoreña ha sido de las más castigadas en 2020, con un retroceso del 7.5 por ciento (El País, 28/2) y un crecimiento de la pobreza que ahora abarca a más del 40 por ciento de la población. La deuda externa representa ya un 86% del PBI, uno de las ratios más grandes de la región. Para financiar la ayuda de 300 dólares, se ha recurrido a un préstamo del FMI que contendrá, a pesar de las declaraciones en sentido contrario por parte de los funcionarios, condiciones que supondrán un duro ajuste sobre las masas trabajadoras.

La celebrada baja en la cantidad de asesinatos por año, que colocaba a El Salvador como el país más violento a nivel mundial sin una guerra declarada, fue desnudada por parte de la prensa como el resultado no de una política anti criminal efectiva sino de un acuerdo entre el gobierno y las principales maras del país. La respuesta del gobierno a esta investigación fue la persecución contra los medios, en particular contra el portal El Faro, lo que incluyó la utilización del Ministerio de Hacienda para fraguar datos que darían cuenta de operaciones de lavado de dinero por parte del portal de noticias.

El autoritarismo de Bukele, que tuvo su ópera prima con la irrupción del mismo acompañado del ejército para intimidar al parlamento en febrero del 2020 se ha reforzado no solo con los ataques a la prensa sino con la utilización de las fuerzas armadas para tareas de seguridad interior. Un punto saliente de esta orientación ha sido el asesinato, de características mafiosas, de 2 militantes del FMLN que recibieron una balacera en el marco de un mitin de campaña electoral el 31 de enero. En todos los terrenos, entonces, se trata de un gobierno profundamente contrario a los intereses populares.

Las masas trabajadoras deben comenzar un curso de oposición

Las expectativas de la mayoría de la población salvadoreña con el nuevo gobierno se verán defraudadas, más temprano que tarde, con la constatación de la permanencia y agravamiento de las necesidades populares más elementales. Los jóvenes, trabajadores y campesinos deben advertir que el creciente autoritarismo, utilizado para solventar el personalismo presidencial y las diatribas contra la oposición, dará paso a su utilización contra las propias masas populares. No faltan energías entre los trabajadores para resistir el ajuste por venir. El 16 de febrero, miles de trabajadores se movilizaron, convocados por las centrales Movimiento Poder Popular (un frente de organizaciones sindicales) y por la Unión Sindical Salvadoreña, con el reclamo de terminar con el régimen de las AFP (privatización de las jubilaciones), a lo que se suman otras luchas, como la protagonizada por las obreras de Florenzi, que llevan más de siete meses de toma contra el cierre de la fábrica textil y vienen de participar en la jornada del 8M. Sin embargo, en las direcciones sindicales prima una adaptación al gobierno.

La formulación de un pliego reivindicativo que ponga en marcha al movimiento obrero pondrá de manifiesto los intereses antagónicos a los trabajadores que representa Bukele y su gobierno y sentará las bases de una oposición de clase al mismo.