El sionismo norteamericano, en crisis

El más poderoso lobby sionista de Estados Unidos, el Comité de Asuntos Públicos EEUU-Israelí, AIPAC, que tiene 100 mil afiliados, hace tres años promueve que los fondos financieros estatales y privados norteamericanos retiren sus inversiones de las empresas que operan en países catalogados como terroristas por el Departamento de Estado. Según datos de 2004 del Centre for Security Policy (CSP), un centro de estudios privado ultraconservador, 87 de los 100 mayores fondos de inversión habían invertido hasta el 23% de sus carteras en compañías extranjeras y subsidiarias de norteamericanas “activas en países que subsidian el terrorismo”. Entre ellas, Alcatel, BNP Paribas, PetroChina y Siemens. Business are business.


La “campaña nacional de desinversión” dominó la convención anual de AIPAC, que tuvo como oradores al vicepresidente Cheney, la demócrata Nancy Pelosi y la canciller israelí Zipi Livni, entre otros. El aporte del lobby sionista a los candidatos proisraelíes entre 1990 y 2004 se calcula en 56 millones de dólares (The Economist , 17/3).


En la convención, AIPAC emplazó a los fondos de pensión estatales “para que se desprendan de miles de millones de dólares invertidos en empresas vinculadas con Irán”. Un director de AIPAC, Howard Kohr, aseguró que CalPERS, el fondo de pensión estatal de California, tiene más de mil millones de dólares invertidos en empresas que desarrollan el sector energético iraní. “Si CalPERS, el mayor fondo de pensión de este país, les retirara sus inversiones, tendría un efecto devastador sobre la economía iraní”, dijo, en lo que podría considerarse una aceptación tácita de que la vía militar ya no es factible después del desastre en Irak y Afganistán.


La campaña fue acatada por fondos privados y por “varios estados que instruyeron a sus fondos de pensión para que no inviertan en compañías que operan en los países que promueven el terror” (Financial Times, 13/3). La discusión llegó al Congreso y a cinco estados, incluido el de California. Sin embargo, “el éxito ha sido limitado”, se lamenta Christopher Holton, del CSP, porque “ni un solo estado aprobó la legislación y sólo dos fondos estatales hicieron algo” (Fortune, 2/4).


Los sionistas “tienen verdaderas razones para sentirse orgullosos de su trabajo”, apunta The Economist. Nunca hubo tantos judíos en la Casa Blanca y en el Congreso (donde superan a los episcopales). Dos tercios de la población tiene una opinión favorable sobre Israel, mientras que “demócratas y republicanos compiten para mostrar quién la apoya más ruidosamente”. Sin embargo, en AIPAC, que controla no sólo a políticos y medios de comunicación sino que por años condenó a la muerte civil a cualquiera que criticara la política imperialista en Medio Oriente, acusándolo de antisemita, “también tienen razones para sentirse nerviosos”. La debacle de Irak generó “un creciente rechazo hacia los halcones belicistas, y AIPAC es uno”. Un centro de estudios dirigido por senadores demócratas y republicanos retirados se define directamente anti-AIPAC.


El lobby sionista se arrogó durante años “la representación de los intereses judíos en un país filosemítico”, pero un creciente número de judíos liberales “comienzan a decir que representan sólo una parte de la opinión judía”. Algunas organizaciones como Americanos por la Paz Ahora y el Israel Policy Forum acaban de anotarse una victoria importante “al persuadir al Congreso de que rechace una parte del Acta Palestina Antiterrorista, que hubiera prohibido cualquier contacto entre un ciudadano americano y la dirigencia palestina”.


El magnate George Soros intenta institucionalizar una suerte de “AIPAC liberal”, favorable al diálogo con los palestinos “moderados”. Soros acusa a AIPAC de “excederse de su misión”, de bloquear toda crítica contra el gobierno israelí, impulsando la guerra en Irak y, ahora, una aventura militar contra Irán. Y dice que las políticas bélicas “han puesto en peligro la existencia misma del Estado de Israel”.


The Economist destaca “el crecimiento de los grupos de activistas judíos liberales” y subraya “un hecho inquietante para AIPAC”: la mayoría de los judíos son ‘bastante izquierdistas’. Mientras el 52% de los norteamericanos opina que invadir Irak fue un error, en la comunidad judía esa opinión sube al 77%. El 87% votó a los demócratas en 2006, y cuatro de los 13 legisladores judíos en el Congreso pertenecen a ese partido.


Una “amenaza aún mayor para AIPAC es el clima general de los formadores de opinión”. Políticos y académicos comienzan a formular “preguntas incómodas”: ¿Defiende EEUU sus intereses en Medio Oriente, o los de Israel? ¿Debería atarse tan estrechamente al gobierno israelí o buscar otras alianzas?


Zbigniew Brzezinski, ex consejero de seguridad nacional, afirma que es peligroso para EEUU que en Medio Oriente lo vean “del lado de Israel”. Y la insospechable Condoleezza Rice afirma que “no habría mejor legado que ayudar a llevar a cabo un Estado palestino”. The Economist cierra la nota con un consejo: “AIPAC tiene que tomar un papel positivo en el debate sobre Medio Oriente si desea permanecer como una fuerza decisiva en la política americana”. Es que el pantano iraquí y la derrota en el Líbano indican que se impone otra estrategia imperialista en Medio Oriente.