El sionismo, por otra gran masacre

Los bombardeos con aviones de combate F-16 y helicópteros artillados sobre las poblaciones civiles de Gaza, Nablus y Ramallah; la destrucción de ‘objetivos’ de la Autoridad Nacional Palestina; el ingreso de tanques y topadoras en el territorio palestino y en los campos de refugiados y su ocupación temporaria para destruir masivamente viviendas civiles y hasta cultivos de olivos, son la bárbara represalia del sionismo contra el levantamiento nacional árabe-palestino.


Ninguna de estas acciones tiene que ver, como argumentan los sionistas, con su ‘seguridad’. En Gaza, las viviendas destruidas “no son aptas para el lanzamiento de tiros de mortero y la mayoría no ofrecen una línea de tiro para los francotiradores. Las viviendas fueron destruidas para castigar a los palestinos y cientos de residentes fueron dejados sin hogar” (The Washington Post, 21/5). En Hebrón, Nablus y Ramallah, los ‘blancos’ sionistas están bien adentro del territorio palestino, por lo que no constituyen ningún ‘peligro’ para los asentamientos de los colonos sionistas.


Esta masacre *en la que han sido asesinados bebés, mujeres y niños* se ‘complementa’ con un brutal cerco económico, que ha llevado al límite las condiciones de miseria en que habitualmente vive la inmensa mayoría de la población árabe-palestina, y con el asesinato liso y llano de los dirigentes de la intifada.


Todo este salvajismo tiene por objetivo doblegar por la violencia, el terror y el hambre el levantamiento nacional palestino e imponer, según las palabras del primer ministro sionista Sharon, un “acuerdo de no beligerancia de largo plazo”. Este ‘acuerdo’ dejaría en el limbo el retiro del sionismo de las zonas ocupadas y daría un derecho de intervención militar al Estado sionista. Sharon y, por sobre todo, el alto mando sionista, han abandonado toda perspectiva de establecer cualquier ‘acuerdo de paz’ en el marco de las negociaciones de Oslo y Camp David. Pretenden mantener indefinidamente la situación actual, en lo que cuentan con el respaldo del laborismo, cuyo principal dirigente, Shimon Peres, se desempeña como canciller en el gobierno de ‘unidad nacional’ encabezado por el genocida Sharon.


Los asentamientos sionistas no han dejado de crecer desde que comenzaron las ‘negociaciones de paz’ que ahora han fracasado: en ese período, el número de colonos en territorios palestinos pasó de 115.000 a 200.000 (un aumento de casi el 75%). Desde la llegada de Sharon al poder, esta expansión se ha intensificado: según denuncia Paz Ahora (un agrupamiento centroizquierdista israelí que defiende los acuerdos de Oslo), sólo en Cisjordania se han puesto en pie 15 nuevos asentamientos desde que gobierna Sharon. La violencia de los ataques sionistas contra la población civil tienen por objeto empujar a los palestinos a aceptar no sólo la existencia de estos asentamientos sino, además, llegar a un “entendimiento sobre su expansión” (Financial Times, 18/4).


Fracasado el ‘proceso de paz de Oslo’, el sionismo “explícitamente retorna a la fracasada estrategia israelí de los ’80, que pretendía contener la resistencia palestina, quizás por décadas, mientras expandía vigorosamente la población y el control israelí en los territorios” (The Washington Post, 20/4).


El acuerdo de “no beligerancia” incluye la colaboración de la propia dirección palestina. Precisamente, la necesidad de “restablecer la cooperación de seguridad” entre la CIA, el Mossad y la policía secreta de Arafat es la principal conclusión del ‘informe Mitchell’ preparado por la diplomacia norteamericana. Hasta los opositores a Sharon, como Yosi Beilin, ex ministro de Justicia del ex primer ministro Barak, consideran que “(la violencia) sólo podrá ser detenida como resultado de la colaboración de seguridad entre Israel y la Autoridad Palestina” (The New York Times, 20/4). El imperialismo milita activamente por poner en pie esta política de ‘colaboración de seguridad’: según informó el diario El País (5/4), “la CIA logró sentar en una misma mesa en Tel Aviv a los responsables policiales israelíes y palestinos”.


Pero, “si (Sharon) fracasa, habrá condenado a su país a un estado de guerra permanente, contra un levantamiento cada vez más determinado, en una región cada vez más hostil” (Financial Times, 18/4). “Sin la esperanza de paz *advierte el ya citado Beilin*, será imposible mantener un Estado judío viable por largo tiempo”. El opositor a Sharon advierte sobre el peligro de la descomposición política y social del sionismo, que ya se manifiesta agudamente en la actualidad en el rechazo de la juventud a servir en el ejército (ver recuadro). Bajo la presión de la crisis mundial, la burguesía sionista se verá obligada a atacar las condiciones de vida y laborales de la propia clase obrera israelí.


La expulsión de los palestinos de sus tierras *que es la base históric a y económica de la formación del Estado de Israel* continúa hoy con la expansión de los asentamientos.


 


“600 RESERVISTAS PREFIEREN LA CARCEL”


Cuando en una sociedad militarizada como la israelí, una masa considerable de la población se niega a servir en el ejército, estamos en presencia de un síntoma inocultable de descomposición social y política.


Según informa la publicación especializada Stratfor (27/4), el ejército israelí enfrenta una “seria crisis” como consecuencia de “la desilusión entre los reservistas, especialmente los jóvenes”. Según la misma publicación, 600 reservistas han preferido ir a la cárcel antes que enrolarse para cumplir funciones en Gaza y Cisjordania. Otros miles han presentado falsos certificados médicos para evitar el llamado a filas o, simplemente, no se han presentado.


Otro informe, publicado en Página/12 (6/5), revela que “menos del 40% de los 540.000 hombres de la reserva se presentan a filas (cuando son llamados); de éstos sólo un 5% se queda por más de 26 días y sólo un 10% es destinado a unidades de combate”.


Las razones ofrecidas para explicar esta negativa es que “muchos están desilusionados por el creciente número de judíos religiosos que son exceptuados del servicio militar obligatorio mientras otros sostienen que la batalla en curso contra los palestinos es injusta” (Stratfor, 27/4). Una parte creciente de la juventud judía rechaza participar en el asesinato de civiles palestinos, incluidos mujeres y niños.


La envergadura de la crisis que enfrenta el ejército sionista lleva a los analistas a compararla con la del Ejército norteamericano en la época de Vietnam, cuando miles de conscriptos rechazaban ser enrolados.


“La crisis de los reservistas podría afectar en el corto plazo las operaciones militares en curso en Cisjordania y Gaza, que necesitan un creciente número de reservistas. Si las batallas en las calles continúan indefinidamente, como pronostican muchos expertos en seguridad, Israel podría encontrarse en un problema si más y más reservistas rechazan presentarse a filas, particularmente aquellos llamados a un segundo término de servicio” (Stratfor, 27/4).