El zar Boris golpea a ciegas

La prensa internacional ha sido incapaz de dar una interpretación de la decisión de Yeltsin de echar del gobierno al primer ministro Chernomyrdin .


Se ha especulado, simultáneamente, que Yeltsin estaría favoreciendo la candidatura presidencial de Chernomyrdin para el año 2000 o que lo ha despedido para ‘hundirlo’, mientras prepara su propia ‘re-reelección’.


Otra de las ‘explicaciones’, aventurada por Business Week (6/4), indica que Yeltsin echó al gabinete para “deshacerse de los ministros –Chernomyrdin y Chubais– que tienen relaciones con los barones financieros y de la energía”. ¿Cómo explicar entonces la designación del ‘desconocido’ Serguei Kirienko como primer ministro, cargo al que sólo pudo acceder como “simple títere de una de las poderosas cliques empresarias que rivalizan por manejar Rusia” (The Economist, 28/3)?


Todas las crónicas le asignan un el papel clave al banquero Boris Berezovsky. Según algunas versiones, “Berezovsky, dueño de una parte del paquete accionario del consorcio petrolero Rosneft, se vio seriamente perjudicado por la subasta que hizo el ex primer ministro Chernomyrdin del 75% de la empresa (…) la única manera de cambiar la situación era relevando al gobierno” (Página/12, 25/3). La versión se sustenta en el hecho de que la empresa de Chernomyrdin, Gazpron, se ha asociado a la privatizada petrolera Lukoil y a la Shell para participar de la licitación. Ahora, con Chernomyrdin fuera del gobierno, el consorcio integrado por Gazpron impulsa una ‘huelga de compradores’ para obligar al gobierno a bajar el precio de base de la subasta. Otra de las versiones indica que Chernomyrdin y Berezovsky trabajan ‘en yunta’ para hundir al representante de otro grupo de banqueros, Anatoly Chubais, que pretendía hacerse nombrar al frente del Sistema Eléctrico Unificado, el monopolio estatal que controla las empresas eléctricas de Rusia.


La prensa internacional se da cuenta, sin embargo, que Yeltsin está al final del camino. “Como un boxeador groggy pero sanguinario (…) Yeltsin ha tenido éxito en golpear a Rusia y al mundo con una súbita ráfaga de golpes desesperados pero con poco sentido de adónde apunta” (The Economist, 28/3, diferenciados nuestros).


El hundimiento económico del país sigue a plena carrera: la fuga de divisas continúa (según Clarín, 9/4, asciende a 39.000 millones sólo en los últimos años); aumentan los atrasos salariales y se prepara una jornada nacional de protesta; el marasmo productivo es completo (en 1997 se incrementó la producción en un ¡0,2%! después de un derrumbe superior al 50%); el sistema bancario y de créditos literalmente no existe (los depósitos han sido colocados en títulos de la deuda pública o prestados a empresas relacionadas, que los han fugado al exterior).


La crisis financiera internacional aceleró el agotamiento de este régimen de saqueo. La rebaja del precio internacional del petróleo y del gas ‘licuó’ el negocio de las camarillas que se habían apropiado de los grandes yacimientos. La fuga de capitales de la Bolsa moscovita –cuya valorización cayó a la mitad– derrumbó la ‘bicicleta’ de los negocios especulativos. Los principales activos a privatizar –con la excepción de la petrolera Rosneft y las empresas eléctricas– ya se han entregado. El peso de la deuda externa, como consecuencia del alza de los intereses provocada por la crisis financiera– se ha triplicado, del 13 al 30% de los ingresos presupuestarios … cuyo pago descansa por completo —no en la recaudación impositiva, inexistente— sino en nuevos préstamos externos e internos.


La crisis de gabinete es, entonces, un “coup de théâtre” (ídem), o sea un ‘golpe de opereta’ para representar la ficción de que se gobierna mientras el país se hunde.