Elecciones británicas: colgados del pincel

Con más flema que sustancia, los conservadores británicos arreglaron un gobierno de coalición con los liberales demócratas, luego de que los primeros no alcanzaran una mayoría parlamentaria en las elecciones recientes. Los ingleses han etiquetado a los parlamentos sin mayorías como “parlamentos colgados” (de una cuerda, “hung parliament”), pero la coalición supera el obstáculo con un “hung government”. Las coaliciones no traen buenos recuerdos a los ingleses: la primera, entre laboristas y conservadores, ocurrió en la depresión de los años ’30; la segunda operó como una “unión sagrada” durante la guerra, en especial con la burocracia de los sindicatos. Aunque ahora parece impuesta por un accidente electoral, la coalición tiene por base una gigantesca crisis financiera y la recesión de la economía.

Los diarios de Europa han saludado la formación de la coalición como un acto de “responsabilidad”, en momentos en que el continente enfrentaba el episodio más catastrófico de la crisis mundial como consecuencia del derrumbe de Grecia; o sea que los une el precipicio.

El programa del acuerdo no se conoce aún, pero los diarios adelantan que será de “sangre, sudor y lágrimas” –la siempre recordada consigna de Winston Churchill cuando se hizo cargo del gobierno en la segunda guerra. Será “una verdadera cura de austeridad”, coinciden los observadores, que no tendrá que envidiar nada a Grecia. Es que el déficit fiscal británico es del 15% del PBI, y la deuda pública del 80% –un 15% del total de la deuda de la Unión Europea, alrededor de dos billones de dólares. Además, el déficit del balance de pagos es del 11% del PBI –unos 350 mil millones de dólares. Más difícil es cuantificar la deuda externa de Gran Bretaña, que computa, además, a la deuda privada internacional. Como la principal plaza financiera del mundo, la deuda externa privada es monumental. La devaluación progresiva de la libra es la consecuencia de esta situación, y al mismo tiempo pretende ser su remedio: abarata las exportaciones y desvaloriza la parte significativa de la deuda externa que está nominada en libras esterlinas.

Los puntos mínimos del acuerdo excluyen una definición del status de Gran Bretaña frente a la adopción del euro, que el ex primer ministro Blair se había propuesto llevar a un referendo.

David Cameron, el conservador, es un enemigo fanático de la adopción del euro –exactamente lo contrario de la posición de su inesperado aliado, Nick Clegg. Claro que el momento tampoco es propicio para esta clase de definiciones, pero los fondos financieros ingleses se encuentran, junto a los norteamericanos, entre los que han fogoneado el derrumbe del euro. No es por casualidad que Gran Bretaña no participe del paquete de rescate que aprobó el fin de semana pasado la Comisión Europea, algo que sí hicieron otros países que están afuera del euro. Que, en este punto, conservadores y liberal-demócratas se encuentren en las antípodas es una módica muestra del porvenir que acecha a este gobierno ‘colgado’. El conservador integra el bloque capitalista que se opone a los proyectos de regulación financiera que proyectan tanto Obama como un sector importante del Banco de Inglaterra.

Quienes añoran las crisis políticas que acompañaron en los años ’30 al derrumbe económico podrían superar la nostalgia tomando este aperitivo inglés. Después de todo, el primer ministro que cayó en desgracia, el laborista Gordon Brown, había sido saludado como el salvador de Europa, hace más de un año, cuando ‘piloteó’ la respuesta a la debacle del banco Lehmann Brothers. Definitivamente, “la gloria de este mundo es transitoria”.

J.A.