Elecciones con fondo de catástrofe

En diciembre tendrán lugar las elecciones parlamentarias rusas. Su importancia es que servirán de “ensayo” para las presidenciales que deberían realizarse en junio de 1996.


A la cabeza de las encuestas se encuentra Alexandr Lebed, un ex general —considerado como “el oficial más popular” del ejército— que se destacó por su oposición a la invasión a Chechenia y cuyo principal planteo es la revisión de las privatizaciones.


El Partido Comunista —en alianza con el partido de los jefes de las granjas colectivas y estatales, el Partido Agrario— podría llegar a obtener el 25% de los votos. En las elecciones municipales realizadas en las últimas semanas, el PC obtuvo una serie de victorias resonantes: obtuvo 22 de los 24 escaños del Consejo Municipal de Volgogrado; 10 de los 11 de los de la ciudad de Orel y 12 sobre 20 del de la ciudad de Vladimir. El desempeño del PC se explicaría según diversos corresponsales, por las elevadísimas tasas de desempleo, por el atraso de varios meses en el pago de los salarios de los trabajadores estatales y por la depresión de la actividad agrícola de las zonas circundantes a las ciudades donde se realizaron las elecciones… una situación que se repite en todo el país.


La orientación política del PC —un partido en el que revistan directores de bancos y de complejos industriales “que han probado las ventajas de la economía de mercado” (Le Monde, 4/10)— ha sido adecuadamente definida por uno de sus oponentes, Yedor Galdar, el llamado “arquitecto de las privatizaciones”. “Si el PC cumple las promesas que le hizo al presidente Clinton (en su última visita a Moscú), entonces los demócratas nos tendremos que ir a dormir”. (Le Monde, 4/10).


Los “reformistas” yeltsinianos obtendrían apenas el 18% de los votos… divididos en cinco partidos, lo que dejaría a la mayoría de ellos fuera del parlamento; los “demócratas” se encuentran violentamente enfrentados entre sí y con el gobierno en todas las cuestiones esenciales: la guerra de Chechenia, la política económica y, !ojo!, el destino de la propiedad (ídem).


Todo esto es lo que permite anunciar que “el gobierno marcha a una seria derrota en las elecciones de diciembre” (Financial Times, 3/10) a causa del “agudo descontento con las consecuencias de las reformas de mercado” (ídem).


El ascenso electoral de los partidos y candidatos “nacionalistas” refleja el extendido repudio popular al desempleo masivo y en ascenso (en regiones enteras, como Rusia central, supera el 30%); a la reducción vertical del poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones (60% en apenas tres años); al sistemático atraso de varios meses en el pago de los salarios y a la opulencia de los “nuevos ricos” y de los burócratas transformados en propietarios en medio del mar de la miseria popular (la tercera parte de la población vive por debajo del nivel de pobreza). “En muchas mentes, las reformas están asociadas con el robo al pueblo y la imposición de la miseria de la mayoría en beneficio de unos pocos”. Quién dice esto es, precisamente, uno de los beneficiarios de las “reformas”, el economista-banquero Yavlinski (The New York Times, 15/9).


El repudio popular a Yeltsin se expresa en sistemáticas manifestaciones de jubilados y huelgas locales de trabajadores estatales. A fines de setiembre pararon los maestros de toda Rusia. Al mismo tiempo, los mineros del carbón amenazaron con una huelga nacional. “El Kremlin teme que la huelga de los maestros pueda ser el comienzo de una ola de huelgas y protestas” (Financial Times, 27/9).


 


Los “éxitos” del gobierno


Aunque por primera vez en años, la tasa mensual de inflación es inferior al 5% y desde julio el rublo mantiene una relativa estabilidad frente al dólar, “a 90 días de las elecciones, el mayor peligro para el gobierno es el costo social (de la “austeridad”)” (Financial Times, 27/9): anulación masiva de programas sociales, profundización de los atrasos salariales, aumento del desempleo y postergación (cuando no anulación) de las partidas destinadas a la salud y a la educación.


Al margen de esto, la recaudación impositiva es, apenas, un 30% de la presupuestada; los ingresos por privatizaciones son todavía menores: apenas un 5% de los 8.700 millones presupuestados para este año; el gobierno ha logrado hasta ahora evitar el recurso a la emisión monetaria mediante un altísimo endeudamiento de muy corto plazo y con tasas muy elevadas que Le Monde (20/9) caracteriza como “insostenible”.


 


Privatización: segunda etapa


Entre 1991 y 1994, fue privatizada —al menos parcialmente— el 60% de la propiedad industrial rusa. La privatización, reconoce hoy la OCDE, significó tan sólo un cambio en la titularidad jurídica de la propiedad, pero de ningún modo una inyección de capitales; en consecuencia, las empresas —tanto privadas como estatales— siguieron dependiendo del crédito oficial.


El gobierno acaba de anunciar la “segunda etapa” de las privatizaciones, en la que “ofrece” 29 empresas, entre ellas, los principales pulpos petroleros, la mayor productora mundial de níquel, fábricas de aviones, astilleros y compañías de transportes; muchas de estas empresas ya se encuentran parcialmente privatizadas. La particularidad del nuevo plan es que un consorcio de bancos ofrecerá préstamos al gobierno para financiar su déficit fiscal a cambio del gerenciamiento de las empresas a privatizar. Las acciones de estas empresas serán entregadas a los bancos como  garantía del reembolso de los préstamos.  Este “esquema” fue propuesto por los bancos rusos. Como los bancos no pondrán un centavo en las empresas que administren, la privatización agudizará la desorganización económica.


El nuevo “esquema” privatizador ha sido criticado por los bancos occidentales, para quienes las empresas serán “vendidas muy por debajo de su valor”, “liquidadas” en beneficio de los bancos y de los grupos dominantes de la economía, el principal de ellos el Gazprom —el gran pulpo gasífero en el que tiene “intereses” el primer ministro Chernomyrdin. Le Monde anticipa que el “esquema” provocará serios choques entre los directores de las empresas y los bancos llamados a administrarlas.


La distribución de la propiedad, como señaló Yavlinski, fractura al “establishment” burocrático.


 


Crisis bancaria


Los bancos rusos, sin embargo, se caracterizan por su generalizada insolvencia. En agosto, hubo un “pánico financiero” que sólo fue superado mediante la inyección de fondos por el banco central.


Según la Asociación de Bancos Rusos, más de 500 instituciones (el 25% del total) son insolventes. Si se utilizaran los parámetros bancarios occidentales, el número de bancos insolventes sería todavía superior; el 35% de los préstamos bancarios son incobrables. Por eso, la Asociación de Bancos exige mayores inyecciones de dinero oficial.


La ola de asesinatos de banqueros que acompañó la crisis bancaria de agosto resalta la agudeza de la crisis. “La ola de asesinatos —editorializa el Financial Times (28/8)— es simplemente un horrible anticipo de las conmociones por venir en los mercados financieros, con banqueros buscando medios alternativos para resolver sus problemas de liquidez”.


La crisis bancaria “pone en duda que los bancos rusos tengan suficiente efectivo como para invertir fuerte en el esquema de privatizaciones … por lo que muchos sugieren que las propias compañías rusas canalizarán fondos hacia los bancos para comprar sus propias acciones y fortalecer su control empresario” (Financial Times, 4/10). Las “elites empresarias” que se han llevado la parte del león de la “primera etapa”  de las privatizaciones —la Gazprom, en primer lugar— se quedarán así con la segunda, a precio de regalo.


Algunos analistas occidentales —como el sueco Anders Aslund, ex consejero de Gorvachov— consideran que la crisis es “beneficiosa” porque permitirá “limpiar” del mercado a los bancos poco capitalizados y hasta mafiosos que florecieron gracias a la hiperinflación y a la especulación contra el rublo. Pero esto plantea, ni más ni menos, que la expropiación de una fracción de la burocracia en beneficio de los sectores más “capitalizados” de la propia burocracia y del imperialismo. El viceprimer ministro —encargado de la economía— Chubais sabe de lo que habla cuando dice que “la transición de una economía de mercado primitiva a una civilizada —así caracteriza la quiebra de los bancos más golpeados por la crisis— es más peligrosa que la primera transición del comunismo” (Financial Times, 28/8). La lucha de los grupos burocráticos por la propiedad plantea una crisis política de fondo del Estado.


 


Lucha por la propiedad


La lucha por a apropiación y reapropiación entre las distintas camarillas burocráticas se manifestó abiertamente en el asesinato de banqueros en el pico del “pánico financiero”. Esta lucha es la que explica la fractura de los partidos “reformistas” oficiales y el pasaje de sectores de la burocracia a la oposición “nacionalista”.


Otra expresión es el ascenso de las mafias, que —se dice— controlarían 400 bancos y más de 50.000 empresas privadas y estatales. Las mafias, asociadas a la burocracia estatal, ya existían bajo el régimen burocrático, donde dominaban el mercado negro y no son otra cosa que asociaciones capitalistas que promueven sus negocios -y la apropiación de la propiedad- mediante métodos delictivos y violentos.


Un caso paradigmático en la lucha por la propiedad es el de la fábrica de motores de aviones de Rybinsk, disputada entre el gobierno nacional y los accionistas locales. El gobierno de Moscú —por medio de la Agencia Federal de Quiebras—declaró la bancarrota de la empresa… con el objeto de entregársela a un inversionista pivado que, según denuncian los accionistas y el gobierno local, no sería otro que Gazprom, la empresa del primer ministro Chernomyrdin. El gobierno local ha puesto policías en la planta para evitar un asalto nocturno por parte de los agentes federales; el gobierno, por su parte, amenaza con enviar tropas para “hacer cumplir la ley” (Financial Times, 15/9).


La lucha por la apropiación de los recursos entre las distintas camarillas burocráticas está, también, en el fondo de la guerra chechena. El gobierno ruso —dominado por los intereses de los pulpos petroleros y gasíferos— marchó a la guerra para asegurarse el dominio de una región rica en petróleo y de importancia estratégica para el trazado de los oleoductos que lleven a Occidente el crudo y el gas extraído de los pozos de Bakú, en la ex república soviética de Azerbaiján.


La Gazprom y los pulpos petroleros también están en el centro de las diputas entre Rusia y el gran capital financiero, que reclama la liberalización del comercio energético ruso. “El fracaso de los barones del petróleo y del gas de Rusia para liberalizar los precios internos y el comercio exterior sugiere que ellos creen que pueden beneficiarse más de un tramado opaco de subsidios estatales y controles de precios que del mercado libre” (Financial Times, 10/7). La disputa petrolera entre los grandes pulpos rusos y el gran capital imperialista sería la causa principal de las renovadas tensiones diplomáticas entre Rusia y Estados Unidos.


Repudio de las masas trabajadoras a las devastadoras consecuencias de las “reformas” sobre sus condiciones de vida, comienzo de las movilizaciones populares contra el gobierno; lucha abierta por la propiedad entre las distintas camarillas burocráticas: las elecciones parlamentarias rusas ponen en primer plano todas las contradicciones explosivas que ha acumulado el proceso de la restauración capitalista.