Elecciones en Alemania: un episodio de la crisis mundial

Las elecciones generales alemanas del domingo 27 de septiembre se han convertido en una manifestación de las convulsiones políticas a través de las cuales se procesa la crisis capitalista. Los dos principales partidos del régimen político de posguerra obtuvieron el peor resultado de su historia y la principal noticia estuvo dada por el crecimiento de los liberales y la izquierda. Más que un “giro a la derecha”, como en forma unilateral se apresuraron a caracterizar diversos analistas de la prensa internacional, el resultado de las elecciones pone de manifiesto una descomposición de todo el cuadro político.

De una impasse a otra

En 2005, luego de un virtual empate entre socialdemócratas (SPD) y democristianos, y ante la imposibilidad de ambos de formar un gobierno con el apoyo de terceros partidos, se conformó la denominada “Gran Coalición” entre el SPD y la democracia cristiana. Las elecciones del pasado domingo le dieron la victoria a la democracia cristiana (CDU/CSU) de Angela Merkel, con el 33% de los votos. En segundo lugar quedaron los socialdemócratas, aunque a más de diez puntos de diferencia. La sorpresa fueron los liberales (FDP), que obtuvieron un 14%. Luego de cuatro años de coalición, los resultados de las últimas elecciones obligan al SPD a volver a la oposición y le permitirán a Merkel formar un gobierno con los liberales.

Aunque los ejecutivos de las principales empresas vieron con satisfacción el resultado y al día siguiente a las elecciones la bolsa de Frankfurt cerró en alza, una mirada atenta pone en evidencia que cuando se apaguen las luces de la fiesta quedarán al desnudo todos los elementos de una crisis política. La coalición que formará gobierno cuenta con el respaldo de sólo el 56% de los votantes, mucho menos que el 69% que sumaba la Gran Coalición socialdemócrata-democristiana de 2005, o el 77% de la coalición roja-verde (SPD y ecologistas) que formó gobierno en 2002. El resultado de los socialdemócratas, que obtuvieron poco más del 20% de los votos, expresa literalmente un derrumbe. La del domingo, además, fue la elección con menor participación (72% del electorado) en sesenta años.

Contradicciones

Los liberales, que aparecen como los grandes ganadores de la elección, llegarán al gobierno de coalición con Merkel luego de haber hecho una campaña en favor de una política anti-intervencionista y de libre mercado –equivalente a la que sostienen, en Europa, el Partido Popular español o los conservadores británicos– cuya aplicación abriría una fuerte contradicción con la política llevada adelante hasta ahora por Merkel.

La votación del FDP no puede ser leída simplemente como un vuelco a la derecha: su principal dirigente es de los primeros homosexuales declarados en la clase política alemana, defiende las libertades civiles de las minorías sexuales y su reclamo de menores impuestos les permitió empalmar con una reivindicación “popular” de todo un sector de la clase media que se opone a un “impuestazo”. El gobierno de Merkel ha impulsado un salvataje millonari al gigante automotriz Opel y ha completado la nacionalización de algunos bancos, política que es criticada por los liberales. Como Opel es parte de la General Motors, The New York Times salió a marcar la cancha un día después de las elecciones: “Merkel debería resistir la tentación de girar demasiado hacia la derecha, especialmente en cuestiones económicas. Lo que la economía mundial necesita de Alemania es una nueva etapa de amplio gasto en subsidios, y no reducciones de impuestos regresivas”.

Jugar con fuego

Se observa que, lejos de ser una coalición más “homogénea”, como dijeron algunos analistas, la que construirá Merkel con el FDP incuba profundas contradicciones. Por otra parte, en las actuales condiciones, la aplicación de un programa de “libre mercado”, como quieren los liberales, abriría un frente de guerra contra la clase obrera alemana. El gran crecimiento electoral de Die Linke (coalición de izquierda que obtuvo un 12%) ha sido el principal beneficiario del derrumbe del SPD. No es casual que el líder del sindicato metalúrgico IG Metall se haya negado a llamar a votar al SPD en un acto masivo, en el que advirtió que una coalición entre Merkel y los liberales sería el peor de los escenarios posibles. Existe un proceso de radicalización política en la juventud y en los barrios más explotados. Los nazis han hecho una elección marginal y se quedaron afuera del parlamento.

El frente internacional también se las trae. Guido Westerwelle, el líder de los liberales, se quedará con el ministerio de Relaciones Exteriores que hasta ahora controlaban los socialdemócratas, lo cual anticipa un mayor acercamiento a los Estados Unidos. Pero un distanciamiento con Rusia no está en la agenda de la burguesía alemana: la Merkel ha reforzado los negocios energéticos con Moscú. En este contexto, la política de los liberales, partidarios de la desregulación del mercado energético europeo, implica una amenaza contra el monopolio alemán de la energía –EON– que perdería gran parte de su poderío si ve comprometido su acceso directo al gas ruso. “Merkel podría ser más dura con Rusia en algunos temas. Pero el lobby industrial alemán es el principal defensor de la política de acercamiento con los rusos. Y el partido de Merkel es el que tiene vínculos más estrechos con la industria alemana”, dice The Economist (1/10).

De conjunto, las elecciones alemanas dejan un resultado contradictorio y ponen en evidencia que la crisis mundial se está procesando a través de profundas sacudidas en los regímenes políticos de las grandes potencias. Al ser un país que mantiene un superávit comercial, Alemania concentra las presiones para que se haga cargo de abrir su mercado a los intereses norteamericanos y británicos. El derrumbe electoral del SPD, muchos de cuyos votantes se abstuvieron u optaron por opciones que están a la izquierda, es el único factor que le permite a Merkel presentarse como la ganadora de una elección en la cual ha retrocedido. La nueva coalición que le permitirá a Merkel formar gobierno no es menos contradictoria que la que había constituido con los socialdemócratas – y además se produce en medio de la crisis capitalista. Un “giro a la derecha” no podrá producirse sin un tránsito de la crisis política a un enfrentamiento con los sindicatos y la juventud.