En la “vía china”

En lo que es considerado como el más significativo cambio de estrategia desde su creación, Corea del Norte establecerá una “zona internacional financiera, de negocios, comercial e industrial autónoma” en Sinuiju, en la frontera con China.


La nueva “zona económica especial” fue rápidamente calificada como la “Hong Kong coreana”: como la ex colonia británica en China, operará sin la injerencia del gobierno central, tendrá su propio sistema legal y económico, emitirá sus propios pasaportes y hasta designará a sus propios jefes de policía. Para dirigir este “emprendimiento” fue designado Yang Bin, el segundo capitalista más rico de China.


Ya a principios de los ‘90 establecieron una “zona” en Rajin, pero sólo atrajo a unos pocos inversores, en su mayoría coreanos radicados en Hong Kong y en Japón. Existe también el plan de establecer otra “zona” en la frontera entre las dos Coreas, pero este proyecto no ha despertado interés entre las grandes empresas del sur.


Lo que hace atractiva a la “zona” de Sinuiju es que forma parte de un conjunto de medidas políticas y económicas. En julio fue anulado el sistema de racionamiento y distribución virtualmente gratuita de alimentos y energía. El objetivo, según un alto dirigente norcoreano, es obligar a los trabajadores a mostrar “entusiasmo en el trabajo”. Se pretende forzar un aumento de la productividad de los trabajadores por el poco socialista método del hambre y la competencia entre los obreros, algo que el Financial Times (27/7) no duda en calificar como “un paso en la dirección correcta”.


¡Y vaya si los trabajadores deberán demostrar “entusiasmo”! Los salarios fueron aumentados, en promedio, un 1.700% (los mineros, como consecuencia de la penuria energética recibieron cerca de 3.000% de aumento; otras capas de trabajadores, menos del 1.000%). Pero el precio del arroz pasó de 0,08 won a ¡35 won! por kilo, un aumento del ¡43.750%! La ración de arroz que una obrera textil puede comprar es de 600 gramos diarios, “no mucho más que la ración diaria distribuida en los campos de refugiados en otras regiones hambrientas del mundo” (ídem).


La hiperinflación que siguió a las reformas está desquiciando la vida económica; muchas empresas se quedaron virtualmente sin ingresos y no están en condiciones de pagar los salarios ni sus cuentas de energía.


Junto con la introducción en estas dosis bárbaras de “reformas de mercado”, la dirección norcoreana reanudó las relaciones diplomáticas con Japón y las negociaciones con Corea del Sur. De estos países espera las inversiones privadas que pongan en funcionamiento su “zona económica especial” y la “ayuda” estatal que le permita reconstruir su infraestructura. Corea ya acordó con un consorcio europeo, liderado por capitales italianos, la reconstrucción de su vía férrea y su integración con el Transiberiano que atraviesa Rusia y llega a China.


Con todo, el giro diplomático más importante es en dirección a la Casa Blanca. Corea pidió a Japón que transmita a Washington su “disposición al diálogo y a las inspecciones de sus programas de armas” (The New York Times, 27/9). Estados Unidos envió a Corea al segundo de Powell a discutir estos asuntos y, también, la reactivación de la construcción por parte de los norteamericanos de dos centrales nucleares para producir energía. Aunque oficialmente no fue todavía excluida del “eje del mal”, el propio Bush declaró que no pretende, como en el caso de Irak, “un cambio de régimen” en Corea del Norte sino “un real progreso” con sus autoridades (ídem).