Entre el golpe y la huelga obrero-campesina

¿Qué está pasando en Paraguay?


Recientemente, un congreso oficial de economistas en Asunción dio su diagnóstico: “estancamiento económico que ya lleva 18 años, políticamente en continua inestabilidad, socialmente con tendencia a un mayor empobrecimiento e internacionalmente considerado como un país de riesgo” (ABC, 7/11). De acuerdo con la última misión del FMI, la deuda pública “crece y puede tornarse insostenible” (28/11).


En estas condiciones, el régimen democratizante que sucedió a la dictadura stronista no ha echado raíces. Desde hace un tiempo, informa el corresponsal de Página 12 (4/10), “Paraguay está al borde del colapso económico. Y está a punto de quebrarse el gobierno de unidad nacional del que forman parte los colorados del asesinado vicepresidente Luis María Argaña, el partido Radical Liberal Auténtico y el partido Encuentro Nacional. A esto se suman levantamientos de los campesinos sin tierra ante la reducción de la actividad agrícola, que actualmente sólo llega al 5,7% del territorio paraguayo, a lo que se suman la quema de las plantaciones de marihuana a cargo de comandos estadounidenses que dejó sin trabajo a los pocos trabajadores rurales en actividad. Gremios y sectores productivos salen diariamente a las calles”.


El gobierno de González Macchi, que subió hace 8 meses mediante un golpe político organizado por la embajada yanqui, acaba de conjurar una huelga general indefinida de los gremios estatales contra un plan privatizador de los servicios públicos. “No hubo huelga, pero sigue la tensión”, observó La Nación(2/12). Para el diario ABC, esto demuestra el “absoluto fracaso del gobierno” (1/12) para implementar cualquier plan. Las cámaras patronales denunciaron la “capitulación” gubernamental. La fracción gobernante del partido Colorado (el ‘clan argañista’) había organizado “grupos de represión” en cada sección de Asunción, de 50 hombres, “para contrarrestar cualquier intento desestabilizador” (ídem), es decir la huelga.


En este cuadro, el gobierno ‘multicolor’ y ‘pluralista’ enfrenta la amenaza del Plra de retirarse del gobierno si no se le cede el 40% de los cargos y el propio clan argañista está a punto de dejar caer a su alfil, el ministro del Interior (la mayoría de los ‘patoteros’ eran empleados suyos).


Para Clarín (16/10), Paraguay “hace agua en todos los frentes”.


 


Amigarse con el oviedismo


Como resultado de toda esta situación, los partidos del régimen de “unidad nacional” han salido a buscar el apoyo del oviedismo. Poco tiempo atrás, la Cámara de Senadores destituyó a tres miembros de la Corte Suprema de Justicia afines a Oviedo, pero fue cuestionada por la otra cámara, en base a una alianza de los oviedistas con el Plra y el PEN. Este mismo bloque de diputados, también con los mismos oviedistas, había alumbrado otro acuerdo que evitó la depuración de ocho diputados de ese sector, acusados de complicidad en la represión y el asesinato de manifestantes populares en marzo. Como consecuencia de estos acuerdos, el clan argañista ha atacado a sus socios por connivencia con el oviedismo, pero antes de esto –decía La Nación, 10/10– es el “argañismo el que parece haberse convencido de que llegó la hora de contemporizar con sus enemigos”.


La crisis capitalista mundial, el derrumbe del Mercosur y la recesión conjunta de Brasil y la Argentina han conducido a Paraguay a un pozo insondable que atiza las divergencias de los diferentes clanes capitalistas. Los argañistas no sólo pretendían desplazar al oviedismo de sus posiciones económicas y del aparato militar sino que pretendían hacerlo también, al parecer, con los ‘capitanes de Itaipú’ (Wasmosy), a los cuales se habría ligado, en cambio, el centroizquierda y los liberales. Estas divisiones han puesto en crisis, también, el acuerdo de convocar a elecciones a vicepresidente el próximo año. Las últimas purgas militares no han apuntado en verdad “contra los oviedistas sino contra los institucionalistas (aquellos que reclaman elecciones)”, denunció un familiar de los afectados (ídem, 30/11).


 


Resistencia obrero-campesina


Este descomunal desgobierno está determinado, en última instancia, por la enorme resistencia popular. Paraguay es uno de los países del continente donde los planes privatizadores han encontrado más resistencias. El gobierno de “unidad nacional” asumió en medio de una gigantesca movilización campesina que impuso sus reivindicaciones y que empalmó con la gran movilización contra el oviedismo por la represión de marzo. A principios de octubre, la ola de protestas populares contra la aplicación de un paquetazo dictado por el FMI hizo temer la caída del gobierno; se evitó una huelga general dando marcha atrás con el ‘ajuste’. El gobierno anunció incluso la “flexibilización de las normas bancarias para refinanciar deudas de productores agropecuarios e industriales”, lo que fue ‘criticado’ por el FMI (Gazeta Mercantil Latino-americana, 1/11).


Las trampas ‘democráticas’ engañan cada vez menos a los explotados. Los “familiares de las víctimas” de la represión de marzo acusan ahora “por igual a legisladores y autoridades del Ejecutivo de haber traicionado los principios de la jornada que desalojó al oviedismo del gobierno” (Página 12, 4/10).


Por todo esto, “las sombras del ex hombre fuerte se mantienen en la política paraguaya” (Financial Times, 19/10) y, entre las salidas, un golpe militar no se puede descartar.