España: frente a las elecciones del 28 de abril

Posición enviada por el Grupo de Independencia Obrera (GIO)

Las próximas elecciones del 28 son expresión de la crisis de régimen que está presente en España, con una creciente fragmentación del voto de la derecha y un debilitamiento del PSOE y de los grupos parlamentarios a su izquierda. La oferta de las candidaturas refleja por un lado esta descomposición, de la que forma parte la cuestión catalana, y del otro, la imposibilidad de superar las contradicciones capitalistas que mantienen la actividad económica en tasas raquíticas a expensas de salarios miserables, la temporalidad de los contratos y condiciones de creciente explotación. Sobre este páramo desolado se destaca la ausencia de una alternativa independiente de los intereses de la burguesía, que defienda los intereses de los trabajadores. Desde este punto de vista, la convocatoria a nuevas elecciones para superar la crisis de gobierno es un callejón sin salida (ver El 28A y la descomposición del Régimen de la Transición).


Debajo de la hojarasca donde se promete “de todo”, las propuestas no explican cómo sacar la economía de su estancamiento, cómo terminar con el paro y la precariedad, cómo garantizar las pensiones o llegar a un salario mínimo de 1200 €, ni tampoco se mencionan la derogación de las leyes represivas, y de las reformas laborales antiobreras y antipensionistas. Detrás de falsas promesas todos los partidos, con distintos matices, están de acuerdo en continuar la misma línea de los gobiernos del PP y del PSOE y los discursos y la campaña misma son un montaje de ocultamiento de las cuestiones que más preocupan a la ciudadanía y en particular a los trabajadores.


El PSOE se ha aplicado a fondo en polarizar esta campaña entre ellos y la derecha, tomando algunas medidas propagandísticas como la restitución del plan de reinserción de los parados mayores de 52 años (que quitó Rajoy), o la exhumación de Franco y el futuro del Valle de los Caídos, que se decidirá en el futuro post electoral. En este trabajo la “izquierda del régimen” le presta, como lo hicieron en el pasado reciente, toda la ayuda que puede, a pesar del costo que esta política de seguidismo al partido de Pedro Sánchez ya ha tenido para Unidas Podemos. Esta coalición se consume en una crisis sin fin con deserciones por todos lados. Han salido a la campaña con la constitución monárquica bajo el brazo, haciendo promesas que no explican cómo cumplirían, y pidiendo un lugar en un hipotético gobierno del PSOE. Pese al batacazo sufrido en las elecciones andaluzas, insisten en su defensa a ultranza del régimen.

Su estrategia se ha reducido a convertirse en el ancla del PSOE por la izquierda, como si el partido de Felipe González, Rodríguez Zapatero, Rubalcaba y Pedro Sánchez tuviera algo que ofrecer a los trabajadores, después de su larga historia de ataques a la sanidad pública, las pensiones y la legislación laboral. ¿O ha quedado en el olvido que fueron los “socialistas” quienes abrieron las puertas a la privatización de la sanidad, acometieron las primeras reformas laborales degradantes, reformaron el artículo 135 en la constitución, y atacaron el régimen de las pensiones públicas?


Por otro lado, una parte importante de la izquierda que se considera radical, lejos de sacar las enseñanzas de las experiencias de sus coqueteos con Unidas Podemos, insiste en alimentar expectativas en una salida a esta podredumbre eligiendo el “mal menor” y participa en las ilusiones de que, mediante presiones, se pueda cambiar el rumbo del PSOE en una pretendida lucha de este contra la derecha. En definitiva, cuando Pablo Iglesias pide el voto para Unidas Podemos para corregir las desviaciones del PSOE, lo que está haciendo es pedir el voto para el PSOE “por la izquierda”. Por su parte la “izquierda revolucionaria” lejos de aprovechar la crisis en la izquierda del régimen para lograr abrir un camino de independencia política para los trabajadores, se subordina a esta creciente derechización y se mimetiza con la estrategia de Iglesias pidiendo votos para reforzar al PSOE ya sea directamente, o a través de UP, con la teoría de que con más diputados en el parlamente habría un PSOE más de izquierda. Todo esto a pesar de que esta política ya demostró que marcha rumbo al fracaso y a la desmoralización, dividiendo a las trabajadores y paralizando las luchas sociales.


La izquierda está en un proceso de integración creciente al régimen, buscando una salida “menos mala” dentro del capitalismo. En resumen, todo el arco de la izquierda acepta la falsa polarización que presenta el PSOE.


Los que encarnan el planteo del “mal menor” deberían tener en cuenta que votando al PSOE -o lo que es lo mismo, a UP- estarán dando un aval a los “socialistas” para aplicar una política antiobrera y represiva, que es lo que realmente se prepara. En este sentido es bueno recordar otras experiencias de este tipo,  como la de Syriza en Grecia, que está aplicando los peores planes contra los trabajadores de la historia del país, peores aún que los aplicados por los gobiernos de derecha. El papel de Syriza ha sido precisamente ese: usar su apoyo popular para transformar el masivo rechazo en un referéndum a los planes de ajuste de la Troika  en lo opuesto, la imposición de los ajustes del FMI, Bruselas y el BCE a los trabajadores griegos.


Ni el PSOE ni UP lograrán cumplir una sola de sus promesas, sino que serán la herramienta de nuevos ajustes y nuevos ataques contra los trabajadores; las directivas de la UE y de la Banca Mundial frente a la crisis económica van en ese sentido, y ninguno de estos partidos tiene un programa distinto a ese plan de ajuste, ni la vocación como para romper con esas políticas.


Por su parte, el bloque de la derecha pretende avanzar sobre el desgaste del PSOE, pero sus diferencias en materia económica son cosméticas, porque en la cuestión de fondo todos persiguen el mismo plan: como descargar la crisis sobre los trabajadores. Lo que los diferencia es el ángulo de ataque.


La agudización de la crisis internacional, para la que se preparan todos los organismos multilaterales como el FMI o el BCE, va a hacer trizas incluso algunas promesas de la propia derecha, como la rebaja de impuestos. Por otra parte va a esterilizar cualquier intento de progresismo social de un eventual gobierno del PSOE con Unidas Podemos y ni que hablar si la alianza es con Ciudadanos.


La crisis de Cataluña sigue siendo una divisoria de aguas. Nadie acierta con una salida que permita canalizar el profundo sentimiento nacionalista de la región,  y todas las propuestas giran acerca de los grados de represión a aplicar. La derecha y el PSOE lo dicen claramente: no van a reconocer el derecho a la autodeterminación del pueblo catalán; mientras que la izquierda disfraza malamente lo mismo diciendo que quieren un referéndum, pero en el marco de la constitución monárquica, es decir nada, fuera de la demagogia habitual.


En Cataluña las propuestas electorales de los partidos constitucionalistas van todas por lo mismo: aplicar  a término el artículo 155 de la constitución borbónica. Ya lo dejó bien claro Pedro Sánchez, mientras UP trata de fabricar una cortina de humo con las propuestas de referéndum con la constitución en la mano, para ocultar su apoyo al régimen. La izquierda catalana se divide entre el apoyo al constitucionalismo y el seguidismo al nacionalismo catalán que busca una vía de pacto con el régimen. Los partidos burgueses independentistas coinciden en aplicar los planes de ajustes, recortes a la educación, ataques a la sanidad pública y a los derechos de los trabajadores (han sido aliados en esta ofensiva de los gobiernos de turno en Madrid). La apuesta del nacionalismo catalán es separar a la clase obrera catalana de la del resto del estado, para poder aplicar los mismos planes que el gobierno central pero con el “manejo de la caja”. La izquierda que hace seguidismo de este independentismo, capitula ante esta ofensiva antiobrera y en contra del pueblo de Cataluña. La lucha por el derecho a la autodeterminación debe hacerse desde el punto de vista de la defensa del conjunto de los intereses de los trabajadores, y no de los intereses de la burguesía catalana. Un programa en Cataluña debe centrarse en la unidad de los trabajadores contra la monarquía y el régimen y contra la Unión Europea. La lucha por la autodeterminación de Cataluña es la lucha por una Asamblea Constituyente para organizar a España como una Federación Ibérica de Repúblicas Socialistas.


El panorama electoral que se presenta a los trabajadores es de una gran confusión, con falsas opciones entre las que no habrá una expresión de sus intereses ni de sus luchas: las expectativas frustradas una y otra vez por expresiones políticas que se mantienen dentro del régimen, llevarán a muchos a no votar o a votar en blanco. Es de vital importancia en estos momentos de confusión, desenmascarar la gran maniobra de los partidos del régimen y  de su izquierda; es necesario combatir y desnudar la claudicación de esa izquierda.


Los trabajadores, el activismo y la izquierda que se reclama revolucionaria, tenemos que unirnos en la tarea de hacer un balance de esta situación. Es decisivo romper con estos refritos de recetas y construir una alternativa independiente que luche por derribar el régimen y por un gobierno de los trabajadores. El camino para la construcción de esa alternativa es el debate en cada lugar de trabajo, en las universidades y los institutos, en las plataformas sociales, para la construcción de un frente de lucha independiente de la burguesía que se dote oportunamente de una presencia electoral. La izquierda se debe comprometer en la construcción desde abajo de un frente para el combate.


El sistema proscriptivo del régimen electoral impide la libre presentación en elecciones de cualquier agrupación si no cumple con una serie de requisitos. Sin embargo y a pesar de las trabas burocráticas y políticas, desde GIO le damos una gran importancia a la presentación de una alternativa independiente de clase, de los trabajadores en las elecciones. No porque sea “la” solución a todos nuestros problemas, sino como parte de la lucha política por dotar a la clase obrera de una dirección propia con una estrategia propia, que sirva para romper con los partidos que representan programas opuestos a nuestros intereses. Debido a nuestras escasas fuerzas no podemos plantearnos aún una iniciativa en ese sentido, que llevaríamos adelante junto con otras fuerzas de la izquierda, es decir que no la entendemos como una acción de autoproclamación, sino dirigida a los que se reivindican de la clase obrera.


El método que entendemos como correcto es el de las asambleas abiertas, que convoquen a partidos, sindicatos y activistas, para llevar a cabo el debate en el que se discuta y apruebe un programa y los candidatos/as.


Desde GIO por lo tanto, no vemos ninguna alternativa en las próximas elecciones que pueda ser un paso adelante para reforzar la ruptura de la clase obrera con sus direcciones traidoras, y entendemos que no hay ninguna expresión política de sus intereses, por todo lo cual, llamamos a votar en blanco. El debate que existe sobre a quién o a qué partido votar, debe servir para comenzar la organización política independiente y la construcción de un frente de los trabajadores hacia un Partido de los Trabajadores.