Estado español: ¿hacia una nueva recesión?‏

Las cifras de desempleo difundidas recientemente desmienten de manera categórica los pronósticos del gobierno español de una recuperación económica. La Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre de 2014 arroja que la tasa de desocupación ha subido casi al 26% y que la desocupación juvenil crece hasta superar el 55%. El gobierno admite que el desempleo creció, pero arguye que la destrucción de empleo es la menor desde 2005. Sin embargo, esto esconde otra realidad: la población activa es la más baja desde 2002 (menos de 17 millones para una población de 46 millones), “señal de que muchos españoles dejaron de buscar trabajo o emigraron. Y también del permanente éxodo de inmigrantes ante la falta de oportunidades: en 2013 abandonaron el país 545.980 extranjeros residentes” (La Nación, 30/4). Más aún: lo único que repunta es el empleo temporal. “Los contratos por horas son los que suben y los que caen son los de jornada completa” (Clarín, 3/5): o sea, crece la precarización laboral. Por otra parte, al igual que en otros países europeos, crece astronómicamente la cifra de los que buscan asistencia alimentaria. Ochocientas mil familias no tienen ninguna clase de ingresos.

Simultáneamente, otro informe ha puesto de relieve que la situación de quiebra de la banca no ha sido resuelta. El Banco Central Europeo ha diseñado, de cara a las pruebas de resistencia que medirán la solvencia de la banca de la zona euro, un exigente escenario -torciendo a la baja las previsiones de crecimiento de la Comisión Europea- en que los bancos españoles “deberán estar reforzados como para afrontar una tercera recesión con dos años más de retroceso económico y uno de estancamiento” (El País, 29/4). Las pruebas de estrés anteriores, dicho sea de paso, culminaron con numerosas entidades que debieron ser intervenidas o rescatadas. La deuda pública española se acerca al 100% del PBI.

Todo esto también desautoriza, dicho sea de paso, la excéntrica fundamentación de uno de los columnistas estrella de Clarín, Jorge Castro, 27/4), que augura un gran repunte de la economía española, tomando como referencia el crecimiento de las exportaciones industriales. Lo único cierto del pequeño boom exportador es que se basa en un descomunal derrumbe del salario, con costos laborales que en los últimos años han caído un 30%. Para el autor, “quizás esta segunda década del siglo XXI sea una de las mejores de la historia española” (ídem). Contrasta con la opinión de los propios empresarios españoles, quienes aseguran que habrá que “esperar bastantes años para recuperar unos índices de paro aceptables” (La Nación, ídem). Ni el ajuste ni el rescate multimillonario de la banca, a expensas de las masas, han sacado al país de la crisis. El problema se encuentra en el propio capital y su organización social. Ningún análisis sobre el Estado español debiera oscurecer, por otra parte, la creciente organización de las masas. La reciente Marcha de la Dignidad concentró, desde los sindicatos hasta las asociaciones de desempleados -pasando por los desalojados y los indignados- a todas las expresiones de lucha contra el ajuste bajo el planteo común de “abajo los gobiernos de la Troika”. Esta es la única perspectiva capaz de abrir una década exitosa en la historia española y de Europa.


Gustavo Montenegro