Estados Unidos: Cientos de miles en las calles

Contra la prohibición del matrimonio homosexual

A diez días del triunfo de Obama, la bronca estalló donde menos se esperaba. En “una de las mayores movilizaciones nacionales en apoyo a los derechos de gays y lesbianas de la historia” (The New York Times, 16/11), cientos de miles se manifestaron el sábado 15 en unas 300 ciudades y pueblos de Estados Unidos. Repudiaban el voto afirmativo a la Proposición 8, que prohíbe el matrimonio entre personas del mismo sexo. La P8 ganó ampliamente en California (cuya Corte lo había legalizado en mayo), Arizona, Florida y Arkansas (allí también votaron que gays y lesbianas no pueden adoptar). El resultado posibilita avanzar sobre más derechos: en algunos de los 30 estados donde el casamiento homosexual fue prohibido está en cuestión la tenencia de los hijos, sobre todo si son adoptados, y las patronales han retirado o amenazan con retirar el seguro médico y otros beneficios a las parejas. En Canadá, Australia y Europa hubo movilizaciones simultáneas.

Desde el domingo posterior a las elecciones hubo “incesantes movilizaciones”, muchas convocadas por Internet, tanto en pequeñas comunidades como en las grandes capitales, incluidas Nueva York (4.000), San Francisco (10.000), Los Angeles (9.000), Chicago, Atlanta (AP, 9/11). En Minneapolis, un mail de una docente convocó en unas horas a un millar de personas. En Palm Spring, la multitud les arrebató la cruz a provocadores de la derecha religiosa y la pisoteó al grito de “paremos a los cristofascistas”. Unos 2.000 fueron reprimidos en Long Beach. En Washington, otro millar marchó bajo una lluvia torrencial y alerta de tornado.

Los pastores gay y la moderada coalición que dirigió la campaña contra la P8 pidieron que las protestas “fueran respetuosas y no atacaran a otros grupos”. Fracasaron. La multitud se dirigió hacia las iglesias católicas y evangélicas, a las que acusan de engañar a sus feligreses (AP, 9/11).
La prohibición despertó una repulsa generalizada en el mundo de la cultura y el espectáculo. Gays, lesbianas, travestis, transexuales -un movimiento que parecía aniquilado por la cooptación de sus dirigentes- se han movilizado como no lo hacían desde la mítica “batalla de Stonewall”, en 1969, cuando una redada en bares gay desembocó en tres días de enfrentamiento con la policía y dio inicio a la larga lucha por la igualdad legal.

La P8 “fue respaldada por el 70% del electorado negro -que votó en masa a Obama-  y por el 53% de los latinos y angloestadounidenses, así como por dos tercios de los católicos, evangélicos y protestantes” (El País, 11/11). Los manifestantes trataron de evitar un mayor fractura con la población negra homologando su reclamo -“la mayor batalla por los derechos civiles de nuestra generación”-  con la lucha de los derechos civiles en los años 60: “Negros, blancos, homo, héteros, todos tenemos derechos”, gritaban, y “Yo también tengo un sueño” (I have a dream, too) en alusión a la famosa frase de Martin Luther King. Otros manifestantes “expresaron la desilusión de la comunidad homosexual, que no se vio beneficiada por la aplastante victoria de Obama” (Reuters) o lo desafiaron directamente, rectificando su slogan de la campaña electoral: “Esto no es ‘Sí, podemos’. Esto es ‘Sí. Lo haremos'”.

Obama ha guardado absoluto silencio, mientras decenas de legisladores y un par de gobernadores demócratas -y hasta el republicano Arnold Schwarzenegger-, salieron a aplacar a la gente prometiendo que la Corte declarará la inconstitucionalidad de la P8. Es el primer cuestionamiento multitudinario a Obama – que apoyó el derecho al aborto pero nunca se pronunció directamente sobre los derechos de los homosexuales-  por parte de una comunidad que lo votó masivamente.