Estados Unidos, en el centro de la crisis mundial

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La reunión anual de la Reserva Federal (FED) de Kansas City, con representantes de los principales bancos centrales del mundo, no se sustrajo a las tensiones que hoy atraviesan la economía mundial y, en primer lugar, la estadounidense.


Antes de la reunión, Trump manifestó su disconformidad con los aumentos de la tasa de interés por parte de la FED, que podría poner -según él- en riesgo la actividad económica del país. Para setiembre se espera una nueva suba, como parte de las cuatro que dicho organismo anticipó para el año. Es la primera vez que un presidente se atreve a pronunciarse sobre la política de la FED.


A la luz de esta queja, se revela la endeblez de la publicitada recuperación económica norteamericana. En el segundo trimestre, el aumento superior al 4%, del PBI anualizado, el más importante desde 2014, fue acompañado por una reducción del desempleo, fue en base al trabajo precario y bajos salarios. Pero, además, este curso ascendente se funda en un creciente endeudamiento y bajos niveles de productividad e inversión. El presidente de FED, Powell, puso en tela de juicio la relación entre el crecimiento económico y el bajo desempleo. Aunque la desocupación ha bajado, la economía sigue con un crecimiento anémico.


La suba de la tasa de interés, hasta ahora, no ha provocado una recesión. No hay que olvidarse de las reducciones de impuestos ordenadas por la Casa Blanca, de la mano de otros subsidios a las empresas estadounidenses. Sin embargo, este recurso ha perdido su vigor inicial, a lo que habría que agregar una desaceleración de las otras potencias capitalistas y, también, de China. El precio internacional del cobre, un clásico indicador de la marcha de la actividad industrial, viene cayendo desde junio.


Endeudamiento


Al mismo tiempo, la deuda empresarial en Estados Unidos sigue en aumento, como ocurre en la mayoría del planeta. Con sus 8,6 billones de dólares, la deuda de las empresas estadounidenses es hoy un 30% más alta que en su anterior pico, en septiembre de 2008. Con el 45,3%, el índice de la deuda empresarial en relación con el PIB está en máximos históricos y recientemente ha superado los niveles anteriores a las dos últimas recesiones.


Estamos ante una verdadera bomba de tiempo. En los diez años transcurridos desde la crisis financiera global, la deuda en manos de corporaciones no financieras ha crecido mundialmente 29 billones de dólares -casi tanto como la deuda gubernamental-, según una nueva investigación del McKinsey Global Institute.


La calidad promedio de los deudores norteamericanos ha decaído. El 22% de la deuda corporativa no financiera pendiente de pago incluye bonos “basura” de emisores de grado especulativo, y otro 40% tiene una calificación BBB, apenas un escalón por encima de “basura”. En otras palabras, casi las dos terceras partes de los bonos son de compañías comprometidas financieramente, entre ellas, muchos minoristas estadounidenses. Estas empresas tienen mucha deuda de grado especulativo que vence en los próximos cinco años, lo que se agrava debido a la caída de las ventas, en tanto los consumidores hacen sus compras online.


Esto es lo que explica que las tasas de interés que pagan las empresas estadounidenses (que van de un 5 a un 8%) sean similares y hasta superiores a países emergentes, incluidos países con riesgos de defol. Un aumento mayor de las tasas podría llevarse puestas a muchas de ellas. Trump quiere evitar este escenario.


Guerra comercial


Por otro lado, la presión del magnate contra la suba del interés apunta a abaratar la cotización del dólar en relación con otras monedas, en sintonía con la guerra comercial en curso. Recordemos que ésta fue la promesa que hizo en Davos el secretario del Tesoro, Mnuchin, a principios de año, A contramano de estas aspiraciones de Trump, asistimos a una fortaleza de la divisa norteamericana. Por su parte, el Estado tiene que hacer frente a una deuda de 20 billones de dólares, que supera el PBI y que está llamada a aumentar en el próximo período con motivo de las medidas adoptadas por la actual administración. El aumento del gasto público unido a la poda de impuestos implica un agujero fiscal de varios billones de dólares en las cuentas públicas.


El aumento de las tasa de interés no es el origen sino la consecuencia de la extrema vulnerabilidad de la economía, tomada en su conjunto. Estados Unidos tiene déficits gemelos -no sólo es un atributo de la Argentina- y necesita repatriar capitales radicados en el exterior para atender la crisis de su propio frente interno. Y en esa medida, se convierte en un factor dislocador y desestabilizador de la economía mundial.


El auge de las grandes empresas líderes (Amazon, Google, Apple y Microsoft) no puede ensombrecer el estado más general de la economía. “Las ganancias en el sector no financiero de Estados Unidos han estado disminuyendo, al tiempo que las ganancias globales de las empresas han vuelto a caer en territorio negativo. Esto es algo que no se veía desde 2015, y fue pronto seguido por una recesión en 2016” (Michael Roberts, Sin permiso, 28/8). Esto pone al rojo vivo a la burbuja bursátil que ha llegado a su máximo histórico, en momentos en que se acentúan las divergencias entre su cotización y el desempeño de las empresas en la economía real. Este año, las empresas han gastado más de 1 billón de dólares en la recompra de acciones de sus propias acciones, para impulsar su cotización.


En lugar de invertir en activos productivos, las grandes empresas han aumentado su endeudamiento y gastado su dinero en comprar activos financieros. La acumulación de deuda empresarial amenaza con reducir aún más las ganancias si suben las tasas de interés y se recuperan los salarios.


Un indicador del inicio de una depresión ha sido en el pasado la inversión de la curva de rendimiento de los bonos. La tasa de interés por el dinero prestado es usualmente menor en el corto que en el largo plazo, ya que el prestamista recupera antes lo prestado. Pero cuando la relación se invierte, es porque el acceso al crédito se torna más caro y dificultoso. De un modo general, es un síntoma de la proximidad de una recesión. La curva de Estados Unidos va en esa dirección. “La brecha entre el rendimiento a dos años y el rendimiento a diez años, se encuentra ahora en una curva muy plana “(ídem).


División y crisis política


Esto es lo que explica que algunas voces, incluso dentro de la propia FED, planteen suspender un nuevo aumento de la tasa de interés. Existe, asimismo, una creciente preocupación por las consecuencias de nuevas subas en la economía mundial y, en especial, en los países emergentes. Además de Argentina y Turquía, se encuentran en la picota otros países (Ucrania, Sudáfrica y otros) y la fuga de capitales se está haciendo sentir en todas las naciones emergentes, empezando por China. Hay un temor fundado al efecto cascada que esta crisis pueda generar a escala mundial.


Junto a la polémica sobre la tasa de interés, se extiende la deliberación en torno de la guerra comercial alentada por el gobierno.


La burguesía norteamericana está dividida y van ganando terreno los sectores que plantean la necesidad de ponerle freno a las represalias comerciales. “Pese al buen resultado del mercado laboral, los empresarios estadounidenses temen que la imposición de aranceles al comercio internacional frene la generación de nuevos empleos y las inversiones” (El País, 27/8).


Salvo el sector siderúrgico, la mayoría de las organizaciones empresariales consideran perjudicial la imposición de aranceles de 25% al acero y de 10% al aluminio importados de la Unión Europea, Canadá y México. Los efectos de proteccionismo impactan igualmente en el agro, pulmón económico de los Estados que llevaron a Trump a ganar las elecciones de 2016.


En este punto, los choques que provoca la política económica oficial se entrecruzan con la crisis política, que vienen aumentando su voltaje.


En noviembre tendrán lugar las elecciones de medio término donde el gobierno corre el riesgo de perder la mayoría de ambas cámaras. En tanto, la amenaza de un impeachment ha ganado intensidad. Acaba de publicarse un manuscrito de uno de sus funcionarios , cuya identidad permanece oculta, revelando un funcionamiento caótico de la Casa Blanca. Ello se suma a las denuncias por pagos de sobornos y escándalos sexuales, que Trump ha replicado explosivamente. Este fuego cruzado pone de relieve que Estados Unidos ha entrado en un escenario de golpes y contragolpes, cuya final está abierto.