Estados Unidos: La masacre de Charleston


La obra criminal de Dylan Roof, el joven ultraderechista que avalaba los regímenes del apartheid sudafricanos y que mató a balazos a nueve personas en una iglesia metodista de Charleston, Carolina del Sur, involucra al Estado norteamericano como ideólogo e instigador. En primer lugar, la proclama que anticipa la masacre y que fue publicada por Roof en su página web reproduce mensajes y conceptos contra las minorías que surgen de las entrañas estatales: “los negros son violentos”, “la segregación no es algo malo; es una medida defensiva”, los hispanos son un “enorme problema para los estadounidenses”, etcétera. “No tengo otra opción que ir al gueto y combatir”, concluía el asesino.


 


 


Brutalidad


 


Más explícitamente, Roof declara en su página web que fue despertado a la acción por el crimen de Trayvon Martin, el joven afro-estadounidense asesinado en Florida en 2012 por las fuerzas policiales. Lo inspira, en definitiva, un Estado que descarga una violencia brutal contra la población trabajadora y contra los pueblos del mundo. A modo de ejemplo, cabe señalar la ola de crímenes policiales impunes contra negros que conmovieron el país desde el asesinato de Michael Brown en 2014, y que desencadenaron protestas y levantamientos desde Ferguson hasta Baltimore, lo que prueba también las reservas de lucha de las masas norteamericanas. “Los negros e hispanos suponen alrededor del 60% de los presos del país” (Ambito, 4/12/14), pese a ser apenas el 30% de la población. En las cárceles privadas, el porcentaje trepa al 90%. La bandera esclavista y racista de la Confederación que defendía Roof flameó hasta el año 2000 en la Casa de Gobierno de Carolina del Sur, y aún flamea en un mástil próximo al edificio, en Columbia.


 


 


Masacres


 


La masacre de Charleston, a su vez, se inscribe dentro de un historial de crímenes similares. Según el FBI, “las matanzas con armas de fuego se triplicaron en los últimos años (…) entre 2000 y 2013 (se registraron) 160 tiroteos en que murieron 486 personas” (La Nación, 19/6). Estados Unidos es el país con mayor posesión de armas por persona (casi una por cabeza): “el organismo suizo 'Small Army Survy' dedicado a seguir la producción y posesión de armas pequeñas, establece que de las 650 millones de armas que poseen los civiles en todo el mundo, al menos 270 millones las tienen los norteamericanos” (El Destapeweb, 20/6). La diatriba antiterrorista promueve desde arriba un estado de inseguridad ciudadana.


 


A nivel estatal, los remanentes de la guerra de Irak han ido a pertrechar a las policías locales. Diversas garantías constitucionales han sido suprimidas en aras de la lucha contra el terrorismo. El Estado policial yanqui redobla la represión y el control sobre las masas en el cuadro de la mayor crisis económica de su historia.


 


En definitiva, el Estado policial norteamericano engendra criminales como Dylan Roof.