Europa sale a la calle

Huelgas y manifestaciones masivas contra los ajustes capitalistas

La última semana estuvo marcada por grandes manifestaciones y jornadas de lucha de los trabajadores y la juventud en distintos puntos de Europa. Las movilizaciones y huelgas, que en todos los casos tuvieron carácter masivo, cuentan -más allá de sus diferencias- con dos denominadores comunes: de un lado, el rechazo a los planes capitalistas que plantean un ajuste sobre los trabajadores y un “rescate” de los capitalistas; del otro lado, la política desmovilizadora de unas burocracias sindicales, las que son un auténtico bloqueo al desarrollo de la lucha de las masas.

El pasado fin de semana pasó a mejor vida el argumento desarrollado por buena parte de la prensa que destacaba que Irlanda ocupaba el peor lugar en el cuadro de los derrumbes financieros, sin que ello diera lugar a grandes manifestaciones de protesta. El pasado sábado 27 más de cien mil personas salieron a la calle en una manifestación contra los planes de ajuste y salvataje del capital. La marcha confluyó, significativamente, sobre un punto histórico de la ciudad de Dublin donde se originó, a comienzos del siglo XX, el proceso que derivó en la independencia de Irlanda. Las enormes proporciones de la movilización (Irlanda cuenta con una población trabajadora de aproximadamente dos millones de personas) dan cuenta de que se convirtió en un canal para la expresión de la gigantesca tensión social que atraviesa a las masas del país -esto a pesar del carácter absolutamente conservador de la convocatoria realizada por la burocracia sindical de la ICTU (Congreso irlandés de sindicatos), que se cuidó de convocar a una jornada en día sábado y no planteó ningún tipo de huelga. “No creo que en este momento haya que poner el eje en medidas huelguísticas, sino en las próximas elecciones”, planteó una de las dirigentes del ICTU en la cabecera de la marcha (WSJ, 28/11): la capitulación de la burocracia sindical irlandesa es de tal magnitud que supera incluso a la de otros países europeos. Todos los cronistas, de todas maneras, destacaron el malestar existente entre los manifestantes hacia los líderes de la confederación sindical, que se expresó en abucheos y silbatinas: según la CNN, “si bien todos los manifestantes eran opositores al gobierno, no todos estaban de acuerdo con los organizadores oficiales de la marcha”

El otro gran episodio de movilización obrera y popular de la pasada semana tuvo lugar en Portugal, otro de los países que ocupa el primer plano entre los próximos candidatos al quebranto fiscal y bancario. Tres millones de trabajadores pararon el pasado miércoles 24, en la primera huelga general realizada en el país en los últimos veinte años, que fue caracterizada; además, como la mayor de la historia del país. La medida paralizó los aeropuertos y estaciones de tren y autobuses en todo el país, y también tuvo amplia adhesión en escuelas, universidades, oficinas públicas y en el sector privado; el principal polo industrial del país, donde se encuentra la gran fábrica automotriz de Volkswagen, se plegó masivamente. Los dirigentes de las dos centrales sindicales (la CGTP, de origen comunista, y la UGT, socialista) destacaron la gigantesca respuesta de los trabajadores portugueses, pero se limitaron a “instar al gobierno a reunirse con ellos para negociar un giro en la política social y económica” (La Nación, 25/11) -lo cual cayó, por supuesto, en saco roto.

Continúa también el estudiantazo europeo. El miércoles 24 y el jueves 25 volvieron a manifestarse masivamente los estudiantes italianos, en lucha contra los planes de recorte presupuestario de Berlusconi y su ministra de educación, Mariastella Gelmini. Hubo movilizaciones en numerosas ciudades: en la capital, la marcha estudiantil irrumpió en el Senado, y luego hubo diversos enfrentamientos con la policía en toda la ciudad, que el Corriere della Sera caracterizó como episodios de “guerrilla urbana”. Dieron la vuelta al mundo las imágenes de las ocupaciones realizadas por los estudiantes en lugares simbólicos del país como el Coliseo romano y la Torre de Pisa. El martes 30, cuando el plan Gelmini se debatía en la Cámara de Diputados, los estudiantes realizaron bloqueos y manifestaciones en todo el país, que incluyeron cortes de vías, piquetes de accesos a las ciudades y ocupaciones de establecimientos. La aprobación del paquete de recortes en la Cámara se procesó con un alto costo político para el gobierno, que debió sufrir otra vez una extorsión por parte del bloque de Gianfranco Fini, convertido en el virtual árbitro de la supervivencia agónica de Berlusconi. Significativamente, los estudiantes italianos inscribieron su reclamo en el contexto de protestas juveniles que recorren Europa: “algunos mostraron carteles en inglés de solidaridad con las manifestaciones de los estudiantes británicos e invitaban a un “general strike” (huelga general) en toda Europa contra las medidas de austeridad” (Clarín, 24/11). El miércoles 24 y el martes 30, otra vez decenas de miles de estudiantes salieron a las calles en Inglaterra, en una nueva protesta contra los ajustes y aumentos arancelarios en las universidades. A las movilizaciones en distintos puntos del país, se sumó la ocupación de ocho universidades, entre ellas las de Cambridge, Sheffield y el University College de Londres.