FAO: terminó la cumbre, el hambre continúa

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) pide 44 mil millones de dólares como inversión anual para poner fin al hambre en el mundo.

Es poco en comparación con los trillones de dólares o euros desembolsados para guerras, subsidios agrícolas o para sacar a flote a los bancos golpeados por la crisis financiera.

El problema que afrontan mil millones de personas, que además se ve agudizado por el cambio climático, debería sonrojar a los representantes de las sociedades capitalistas en un mundo que produce dos veces y media la cantidad suficiente para alimentar a toda la población mundial.

Jaques Diouf, director general de la FAO, dijo: “No es un problema de falta de recursos, sino de prioridades. Hay declaraciones, hay compromisos, hay indicaciones de acción, pero no se actúa”.

En relación con la ausencia de los dignatarios del bloque del Norte, dijo que el efecto psicológico da la impresión de que no es un asunto relevante.

El cónclave romano terminó con una declaración que decía que habría que bajar la cantidad de hambrientos a la mitad antes de 2015, pero no daba datos sobre cómo lograrlo: ni un plan, ni fondos, ni unas bolsas de harina. O, según el slogan consagrado: caviar en mesa propia, retórica en la ajena.

Según la FAO, cada seis segundos muere un niño de hambre en el mundo y cada día 17.000 chicos pierden la vida por no tener nada que comer.

Si a esto además le sumamos que hay 3.000 millones de desnutridos, vemos que representa más de la mitad de la población mundial, de 6.500 millones.

La producción y comercialización de alimentos no está supeditada a la lógica del “bien social”, sino a la más cruda lógica de la rentabilidad capitalista.

Según la FAO, diez corporaciones trasnacionales controlan actualmente el 80% del comercio mundial de alimentos básicos, y similar número de mega empresas controlan el mercado internacional del petróleo, de cuyo impulso especulativo se nutre el proceso de suba de los alimentos, causal del hambre que ya se extiende por todo el planeta.

Entre los primeros pulpos trasnacionales de la alimentación, se encuentran la suiza Nestlé SA, la francesa Groupe Danone SA y  Monsanto Co., que lideran mundialmente la comercialización de alimentos y, además de controlar la comercialización y las fuentes de producción, poseen todos los derechos a escala global sobre semillas e insumos agrícolas.

Por lo tanto, no hay “crisis alimentaria” (como sostienen la FAO, la ONU, el Banco Mundial, y organizaciones como el G-8) sino un incremento del hambre mundial por la especulación financiera y la búsqueda de rentabilidad con el precio del petróleo y los alimentos.

En este escenario, el resultado de la Cumbre de la Alimentación en Roma no podía ser otro.

Pague o haga dieta: he ahí la receta del sistema capitalista para la masa mundial de población sobrante que permanece fuera del mercado del consumo.