Fascismo y guerra civil en Estados Unidos

El sangriento atentado de Oklahoma conmocionó a los Estados Unidos porque fue cometido —no, como se informó inicialmente, por organizaciones “fundamentalistas” extranjeras— sino por elementos pertenecientes a una organización norteamericana, la Milicia de Michigan —una de las tantas bandas paramilitares de ultraderecha que extienden una vasta red por todo el territorio del país— con innegables vínculos con lo más “respetable” del “establishment” imperialista.


Las “milicias” paramilitares (como las de Michigan, Idaho o Montana) y los grupos de la ultraderecha racista (como Nación Aria o la Alianza Nacional) han tenido un “crecimiento explosivo” en los últimos meses, informa El Diario/La Prensa, que se publica en español en Nueva York (La Prensa, 25/4). Las “milicias” comenzaron a formarse en 1994 y ya están presentes en 47 de los 50 Estados norteamericanos; la de Michigan ha reclutado a 12.000 miembros en apenas un año. En el mismo lapso, Nación Aria se ha extendido a quince Estados. Las “milicias” hacen propaganda pública de su entrenamiento militar y de su acumulación de armas; por lo tanto, mal puede decirse que hayan sido “descubiertas en los últimos días” (Página 12, 27/4). Como lo afirma El Diario/La Prensa, se trata de “un fenómeno cuya gestación ha sido visible ‘a quien quisiera verla’”: las denuncias de las organizaciones norteamericanas de derechos humanos sobre la peligrosidad de las más de 300 bandas paramilitares existentes en el país aparecieron regularmente en la prensa a lo largo de todo el año pasado. Durante todo ese tiempo, las “milicias” se han desarrollado a la vista y paciencia del gobierno y de los organismos de seguridad … los mismos que ahora —con el argumento de “combatirlas”— reclaman que se les permita proceder a allanamientos y detenciones sin orden judicial.


“El sheriff del condado, Jeffrey Bodzick, —declara Norman Olson, un ex militar, pastor bautista y vendedor de armas que dirige la Milicia de Michigan— nos visita periódicamente y comprueba que no violamos ninguna ley: todos tenemos nuestras licencias para usar rifles y armas de asalto” (Río Negro, 26/4). Es evidente que el FBI y los organismos de seguridad estaban perfectamente al tanto de los arsenales acumulados por los “milicianos”, de su creciente reclutamiento y del entrenamiento militar de sus miembros. ¿Para qué acumulan armas los “milicianos” si no es para imponer por la fuerza su programa? El “establishment” norteamericano y los organismos de seguridad dejaron correr a las bandas ultraderechistas porque éstas son la punta de lanza de la guerra civil contra las minorías raciales, los movimientos de defensa de los derechos democráticos y de las mujeres, y los trabajadores que se insurgen contra la reducción de los salarios, la “flexibilidad laboral”, el intento de acabar con la seguridad social y el de establecer un sistema de impuestos al consumo.


Las bandas paramilitares constituyen la semilla del emergente fascismo norteamericano, lo cual está expresando la profundidad de las contradicciones y la polarización social; el hundimiento irreversible de la “clase media”, aterrorizada y desesperada por la perspectiva de su rápido pasaje a las filas de los desocupados y de los “homeless” (sin casa); la pérdida de la supremacía económica mundial que el imperialismo norteamericano se verá obligado a defender —frente a las burguesías rivales— por medios militares. La situación de conjunto del imperialismo norteamericano empuja al surgimiento de tendencias fascistas, protegidas y apañadas desde el aparato estatal.


Como ocurriera con el fascismo alemán, los grupos paramilitares norteamericanos cuentan con sólidos vínculos con el “establishment” político y religioso: en estos días, la prensa ha abundado sobre las relaciones existentes entre las “milicias” y el ala derecha del partido Republicano y entre éstas y la ultraderecha cristiana. Y también, como el fascismo alemán, el norteamericano recurre a los “mitos nacionales” (Página 12, 25/4) para su propaganda: la supremacía de los blancos anglosajones, las “libertades individuales”, el “destino manifiesto que Dios ha trazado” para los Estados Unidos.


A poco de las elecciones de noviembre pasado, los republicanos provocaron en todo el país una enorme ola anti-republicana cuando comenzaron a poner en práctica su programa (“Contrato con América”), el cual significa una auténtica masacre social: “recortes a la asistencia social para la nutrición infantil, desempleados, madres solteras y veteranos de guerra”(Noticias, 23/4), prohibición del uso de las escuelas y hospitales públicos por los inmigrantes, liquidación del derecho al aborto, implantación de la educación religiosa en las escuelas públicas y liquidación del “gasto social” (entre los que se cuenta la comida escolar, a pesar de ser ampliamente conocido que ésta es la única comida diaria que ingieren cientos de miles de chicos norteamericanos). La reacción anti-derechista posterior a las elecciones revela que este programa plantea métodos de guerra civil.


El atentado de Oklahoma ha provocado una profunda ola anti-republicana entre las masas norteamericanas, dispuestas a defender sus conquistas democráticas y sociales.


La gran burguesía tampoco acepta todavía el “costoso” método fascista. Su línea política fundamental continúa siendo la democratizante, aunque ésta se halla agotada a nivel mundial. El “nuevo orden mundial”, que debería haber seguido al hundimiento de la burocracia stalinista, se ha convertido en una pesadilla. La crisis mundial del capitalismo pone un límite extraordinario a la posibilidad de su restauración “pacífica” en los estados obreros en disolución y a su afirmación en las naciones oprimidas.