Fin de fiesta

Cesación de pagos


El préstamo de 10.000 millones de dólares que el FMI le otorgó a Brasil en junio no fue más que una “ligera aspirina” (Clarín, 20/6). En los próximos seis meses vencen más de 40.000 millones de deuda pública interna y 20.000 millones de deuda externa, a los que hay que agregar los 11.000 millones de deuda externa privada. Esto sin mencionar los 1.500 millones que el Banco Central se declaró dispuesto a “quemar” en julio para evitar la devaluación del real.


La renovación automática de la deuda se terminó. Por eso, se anticipa que “el default empresario está a punto de estallar” (BAE, 12/7).


De la deuda pública interna de 10.000 millones de dólares que vencía en mayo, y a pesar de pagar tasas exorbitantes, el Estado sólo pudo renovar 5.000 millones. En junio, la deuda interna creció en 18.000 millones de dólares sólo por el efecto de su indexación (por la variación del dólar o de la tasa de interés).


El gobierno se vio obligado a canjear anticipadamente títulos de deuda externa con vencimientos en los años 2003 y 2004 –por valor de 3.000 millones de dólares– por deuda que vence en los próximos meses, lo que acerca más la perspectiva de la cesación de pagos.


Un “megacanje” para Brasil


Los fondos internacionales de inversión están saliendo masivamente del sector bancario brasileño, “igual que hicieron en Argentina a mediados de 2001” (El Cronista, 3/7).


Se ha desatado una feroz disputa entre los bancos brasileños (que tienen en sus carteras la deuda interna) y los extranjeros (que tienen en su poder la deuda externa). En esta lucha, “los bancos norteamericanos reclaman una reestructuración de la deuda doméstica brasileña antes de la elección”… que “le pegaría de lleno” a los bancos brasileños (El Cronista, 24/6). Esa “reestructuración” es una reedición del “megacanje” de Cavallo, que aceleró la cesación de pagos de la Argentina.


Fin de fiesta


A excepción de China, Brasil es el país que mayores inversiones directas recibió en los últimos años. Después de la privatización de Telebras, la telefonía aparecía como el sector que atraería un flujo de capitales de tal envergadura que le permitiría financiar su enorme deuda.


Pero la telefonía brasileña está en quiebra: muchas telefónicas no han podido cancelar sus vencimientos de deuda. Peor todavía, el colapso del pulpo de las telecomunicaciones WorldCom derrumbó la Bolsa brasileña. Embratel, la principal empresa de comunicaciones de larga distancia de Brasil, propiedad de WorldCom, cayó el 25% en una sola jornada.


Con la crisis de las telefónicas y el derrumbe de Embratel-WorldCom, la crisis brasileña se agrava extraordinariamente porque pone en evidencia que las inversiones recibidas fueron incapaces de generar los beneficios que hicieran posible el repago de la deuda, y se han convertido en una gigantesca hipoteca. La crisis que hoy enfrenta Brasil es el punto final de una tendencia que viene de lejos: desde hace tres años, las inversiones directas vienen cayendo en forma sistemática en Brasil y en toda América Latina.


Crisis mundial


La crisis brasileña ya ha superado a la argentina como un factor de propagación mundial. La Bolsa de Madrid, por ejemplo, cayó un 12% en junio: “esta vez fue Brasil, no Argentina” la causante de la evaporación de un valor accionario de 45.000 millones de dólares en un solo mes, equivalente al doble de lo que las empresas españolas han invertido en Brasil en los últimos años (Financial Times, 3/7). Después del colapso argentino, la crisis brasileña pone fin a la “reconquista española” de América Latina y deja al debilitado gran capital español expuesto al copamiento de sus rivales.


El golpe fundamental, sin embargo, lo recibirán los bancos norteamericanos. Con una deuda total de 370.000 millones de dólares, Brasil concentra el 33% de la exposición de los bancos norteamericanos en América Latina. Las pérdidas de los grandes bancos y los fondos de inversión en Brasil más que triplicarán a las que sufrieron en Argentina.


América Latina echa leña al caldero de la crisis capitalista mundial.