Francia: esto recién empieza

Después de 21 días de paralización total, fue levantada la huelga ferroviaria francesa y fueron retornando al trabajo los demás sectores estatales en huelga.


El gobierno se comprometió a retirar el ‘plan de reestructuración ferroviaria’ (que establecía el levantamiento de 6.000 kilómetros de vías, el despido anual de 5.000 trabajadores y la ‘flexibilidad’ laboral) y a asegurar a cada uno de los gremios estatales el mantenimiento de los actuales regímenes jubilatorios. 


“Hemos vencido”, declaró el principal dirigente ferroviario de la CGT. Pero para Le Monde, el gobierno logró levantar las huelgas mediante “concesiones mínimas” ( 12/12), “de modesto significado intrínseco” (Financial Times, 14/12), ya que queda en pie el ‘corazón’ del  ‘plan Juppé’ , la reforma de la Seguridad Social (que establece la elevación de las cotizaciones y el recorte de las prestaciones). Con el levantamiento de las huelgas, Juppé logró evitar la caída del gobierno a manos de una movilización de características cada vez más extendidas, generales y políticas. Los trabajadores no han vencido: el ataque a la ‘Secu’ sigue en pie. 


¿Por qué no cayó Juppé?


“En una situación normal, Juppé ya habría caído” (El País, 13/12). Juppé se benefició del apoyo sin fisuras de la burguesía francesa y del sostén –calificado como “excepcional” (Le Monde, 14/12)– de Alemania y del capital financiero internacional. En medio de la huelga, el Banco de Francia (banco central) redujo las tasas de interés, lo que fue interpretado como “una muestra de confianza en que el gobierno derrotará a los huelguistas” (Le Monde, 8/12). 


Pero lo que salvó a Juppé fue la política de la burocracia sindical, que en ningún momento planteó la huelga general que sí reclamaban los trabajadores en lucha, y que se opuso tenazmente a reclamar la caída del gobierno.


Esto ocurría mientras las manifestaciones se triplicaban en menos de una semana: 500.000 manifestantes el 5 de diciembre; un millón dos días más tarde y ¡dos millones! el 12 de diciembre. Aun después del levantamiento de las huelgas, un millón y medio de trabajadores manifestaron el sábado 16. En el interior del país, las manifestaciones fueron incluso superiores a las de 1968.


La progresión de las consignas de las manifestaciones también fue impresionante. Del inicial ‘¡Abajo el plan Juppé¡’, los manifestantes pasaron a exigir la renuncia del primer ministro y a plantear consignas de orden político más general  (‘Juppé, ¡que paguen los patrones!’, ‘los patrones deben pagar la crisis, no los trabajadores’). Al mismo tiempo, “las banderolas probaron hasta el asombro la participación del sector privado en la manifestación (del 12 de diciembre)” (Página/12, 13/12), otra expresión de la tendencia de la movilización a su generalización. “La amplitud de las consignas de las marchas –señala Le Monde (14/12)– debe ser comprendida como parte del ascenso de un movimiento que no retrocede o bien que ha cambiado de naturaleza y que no puede tener otra respuesta que no sea política” … algo que viene a desmentir a los que caracterizaron a la movilización francesa como una simple ‘coincidencia’ de movimientos parciales. 

    

El tándem CGT-Force Ouvrière coincidió en dos puntos de extrema importancia: primero, en la negativa a convocar a una huelga general; segundo, el reclamo de una “negociación global” sobre las “reformas” de la Seguridad Social. Desde el momento que renunciaron al reclamo inicial de que Juppé retirara el ‘plan de reforma de la Secu’, para sentarse a negociar con el gobierno, se hizo evidente que la mentada ‘negociación global’ sólo podía tener lugar con el levantamiento de la huelga. Esta concesión fundamental de las burocracias de la CGT y FO fue lo que le dió a Juppé, (según Le Monde, 12/12), “la última oportunidad” para evitar una derrota decisiva a manos de los huelguistas.

    

A la central ‘cristiana’, CDFT, el carnereo de las huelgas y el apoyo al ‘plan’ oficial le sirvieron para potenciarse como ‘interlocutora privilegiada’ de los patrones y el gobierno, un lugar que pretende asumir desplazando a Force Ouvrière. No es aventurado pensar que el apoyo de la CDFT al ‘plan Juppé’ proviene del hecho de que las ‘reformas’ pretenden liquidar el control que ejerce FO en las ‘cajas de seguro de salud’, que codirige con la cámara patronal. Precisamente, la CDFT le arrebató hace dos años a FO el control de la ‘caja del seguro de desempleo’. 


Es precisamente la defensa de la gestión de esas ‘cajas’ lo que le interesa a la dirección de Force Ouvrière. Pero dentro de FO ha surgido una oposición de derecha a su secretario general, Marc Blondel, “que obedece al temor de la pérdida de su poder en la estructura de la seguridad social” (Le Monde, 8/12). Para la derecha “no todo el plan (de ‘reforma de la Seguridad Social’) es para criticar” (ídem) y la defensa de las ‘cajas’ pasa por quebrar el movimiento y llegar a un acuerdo con el gobierno sobre las ‘modalidades de aplicación’ de la destrucción de la Seguridad Social.


En cuanto a la CGT, su política ha sido definida, casi sin pelos en la lengua, por los dirigentes del PCF: “la negociación es necesaria” (Philippe Herzog, en Le Monde, 8/12). Según Le Monde (14/12), el “PC no tiene intención de encabezar un movimiento cuya función sería provocar un desenlace político, es decir electoral”. El argumento ‘ultrista’ de que “el PC no tiene interés en un cambio de cabeza porque cualquiera que reemplace a Juppé aplicará la misma política” (Le Monde, 14/12), pone al stalinismo en el terreno de los defensores de Juppé. 


Perspectivas


¿Se cerró la crisis? ¿El gobierno tiene el campo despejado para aplicar sus reformas sin oposición? La respuesta es no. 


El gobierno no pudo imponer una derrota a los trabajadores. Después de ver fracasar su intento de quebrar las huelgas por el desgaste y por la oposición de las otras capas de la población (intentó formar ‘comités de usuarios’ en contra de la huelga), debió recurrir a las maniobras, a las concesiones parciales y a la colaboración de la burocracia. El País (14/12) caracteriza la política oficial como una “huida hacia adelante”.


Esto explica que la burguesía no haya recibido con agrado las concesiones de Juppé. La patronal francesa “no quiere saber nada con la ‘cumbre social’ convocada por Juppé” (Le Monde, 16/12), porque teme que comiencen a llover los reclamos salariales en las empresas privadas. “Los mercados financieros escépticos ante la estrategia de Juppé”, titula Le Monde (12/12). Aún cuando considere estas concesiones como mínimas, teme que “sean el precedente de otras” (Financial Times, 14/12).


En un cuadro caracterizado por las agudas tendencias recesivas –en Francia y en toda Europa– y, por lo tanto, a la agudización del desempleo, un gobierno débil, un ‘malestar social’ generalizado y el inicio de las movilizaciones de masas de la clase obrera, la crisis francesa está muy lejos de haberse cerrado.