Francia “retira” sus tropas del Sahel

La encrucijada de Macron en el norte de África.

El anuncio que hiciera el presidente francés, Emmanuel Macron, sobre el fin de la llamada Operación Barkhane, en la que las Fuerzas Armadas galas vienen trabajando mancomunadamente con las tropas de los países aliados locales y cuyo objetivo es luchar contra los grupos insurgentes en la región africana del Sahel, ha abierto un interrogante en los círculos de la política internacional, a saber, si estamos o no ante un repliegue en toda la línea del gobierno francés y qué características revestirá el periodo que se abre a partir de ello.

La medida de Macron llega poco tiempo después de la muerte del ex presidente de Chad, quien fuera un aliado clave del imperialismo galo en la región, y de que se produjera el segundo golpe de Estado en Malí, país donde se ha venido concentrando de forma profunda la intervención del Ejército francés. Recientemente ha jurado como nuevo presidente del país africano el coronel Assimi Göita, luego de fuertes choques intestinos en la coalición golpista y en el marco de una agudización de la disconformidad popular. Estados Unidos y las potencias europeas han condenado el golpe y amenazaron a la nueva junta con la imposición de sanciones económicas; la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) y la Unión Africana, por su parte, suspendieron la membresía de Malí. París ha reaccionado poniendo punto final a la cooperación militar con las fuerzas malienses. Algunos ven en esta acción una respuesta a los intentos de un sector del nuevo gobierno de aproximarse a Rusia.

Macron ha señalado que los últimos detalles de su plan se conocerán a fines de junio, aunque adelantó que Barkhane “dejará de existir como operación exterior”, y  que, de lo que se trataría ahora, remarcó, es de la “puesta en marcha de una operación militar y una alianza internacional que reúna a los países de la región y a todos nuestros aliados, centrada estrictamente en la lucha contra el terrorismo” (La Nación, 10/6). Un consejero del Ejecutivo galo, que ha pedido permanecer en el anonimato, ya ha anticipado que al final de este proceso quedarán “unos miles” de soldados franceses, es decir que continuará el injerencismo militar. Macron pretende avanzar hacia una internacionalización de las operaciones bélicas en el Sahel, que según algunas versiones podría incluir la participación de Estados Unidos (la reciente conversación privada entre Biden y Macron en el Reino Unido se inscribe en este sentido), el cual hasta el momento solo ha brindado apoyo logístico y de inteligencia. Se mantendrían, asimismo, los compromisos actuales de Francia con la fuerza especial europea Takuba, que tiene desplegados en aquellas tierras a cientos de soldados suecos, estonios y checos, y con la misión EUTM Malí, cuyo propósito es entrenar a las tropas malienses, y en la que España, país que ha ganado un fortísimo peso diplomático y militar en la región, aporta unos 500 efectivos. Al mismo tiempo, el gobierno francés le reclama a las Fuerzas Armadas regionales un mayor involucramiento en las operaciones. Toda la tentativa en sí estará sometida a discusión en la próxima reunión con los países del Sahel.

Impasse

La movida de París es la confesión de un empantanamiento y el resultado de una serie de reveses. A pesar de la cada vez mayor injerencia militar de la potencia europea, los grupos islamistas vinculados a Al Qaeda y al Estado islámico han fortalecido su presencia en la región y la violencia étnica ha llegado a extremos inauditos, fundamentalmente en Malí y Burkina Faso. La Operación Barkhane se ha vuelto muy impopular en Francia, pues no solo es considerada como un despilfarro de recursos, sino también porque, entre otras cosas, en ella han muerto más de 50 soldados franceses. El anuncio de Macron es también, por tanto, una jugada de cara a las elecciones presidenciales que se desarrollarán el año próximo.

Otro factor a tener en cuenta es el rechazo popular creciente a la presencia francesa, que ha tenido su expresión en movilizaciones, quemas de banderas y de instalaciones de compañías galas en Chad, Malí o Senegal.

Pese a todo, no estamos ante el fin de las operaciones sino más bien ante un rediseño. Ha trascendido que el “fin” de Barkhane apenas significaría el cierre de una de las cincos bases que Francia posee en el territorio maliense y que Europa está en vísperas de llevar adelante un nuevo plan de apoyo financiero y material para los ejércitos africanos. Al compás de estas disposiciones, se ha anunciado el reforzamiento de la operación Minusma, la misión de paz (sic) que la ONU tiene establecida en Malí desde 2013 tras un levantamiento independentista que enfrentó al entonces gobierno nacional.

El gobierno francés es consciente de que un repliegue más acentuado serviría de asidero para el avance de Rusia y China, dos países cuya presencia en la región viene aumentando. París ha congelado recientemente la ayuda financiera y suspendió los ejercicios militares con la República Centroafricana, justificándose en que las autoridades gubernamentales de ese país son “cómplices” de una presunta campaña anti-francesa liderada por los rusos. Moscú se ha transformado en el principal exportador de armas a África, superando con creces a Francia, China y Estados Unidos, y ya ha acordado con el gobierno sudanés la instalación de una base naval en la costa del Mar Rojo. El imperialismo galo tiene en juego intereses muy delicados, a saber, la expoliación del petróleo regional y del uranio, extraído en Níger durante décadas por la empresa Areva, o las inversiones portuarias en Costa de Marfil; la petrolera Total y el banco BNP Paribas, son otros de los tantos factores de dominación imperialista en la región.

Fuera el imperialismo de África. Por gobiernos de trabajadores.