Fraude electoral, crisis política y movilizaciones en Rusia

Un quiebre de alcance histórico

Las elecciones parlamentarias en Rusia finalizaron en un escandaloso fraude que desató una ola de manifestaciones de masas, cuyo único antecedente comparable en la historia inmediata del país son las movilizaciones durante el derrumbe de la URSS. Los resultados “oficiales” no pudieron ocultar el retroceso de Rusia Unida, el partido del premier Vladimir Putin y el presidente Dimitri Medvedev: RU obtuvo el 48% (una caída del 14% respecto de los comicios anteriores, unos 13 millones de votos), mientras el Partido Comunista Ruso (PCR) trepó del 11 al 24%. En tercer lugar se ubicó Rusia Justa con el 14%, seguido por el partido Liberal Democrático, de cuño nacionalista. El resultado, aún con fraude, significa un duro golpe para la camarilla gobernante, que debe afrontar las elecciones presidenciales en marzo próximo. La magnitud del golpe se evidencia también en qué el gobernador de la región de Volvogda, Vaicheslav Pozgaliov, fue obligado a renunciar luego de que la lista de RU no superara el 33% en su distrito -cuando era encabezada por el mismo presidente Medvedev.

La reacción popular al fraude fue casi inmediata: las calles de Moscú, San Petersburgo y otras ciudades se vieron desbordadas por decenas de miles de personas que reclamaron la dimisión de Putin, en diversas manifestaciones que se prolongaron durante días. Algunas de las movilizaciones se convirtieron en verdaderas asambleas populares, que votaron un pliego de reivindicaciones. “Del mitin (en Moscú) salieron cinco exigencias a las autoridades, entre ellas, nuevas elecciones, legalización de los partidos políticos, castigo a los responsables del fraude y libertad de prensa” (El País, 11/12). Además, pidieron la liberación de los presos políticos.

El descontento popular evidenció un proceso de crisis al interior del país: Rusia ha sufrido una desaceleración económica, que se tradujo en una reducción de las proyecciones de crecimiento a la mitad (del 7 al 3,5%). Por otra parte, se registra un fuerte proceso inflacionario, que implicó “la triplicación en sólo un año del valor de las viviendas en Moscú, (y) el aumento del precio de los alimentos” (Clarín, 17/12). La desocupación “oficial” se ubica en tomo del 8%, mientras que entre los jóvenes la cifra se dispara al 17%. Esta es la base material sobre la cual se desarrollan las movilizaciones, mientras Putin intenta perfilarse como el salvador de la Unión Europea con un fondo multimillonario.

El fraude y el imperialismo 

La irrupción de las protestas contra el fraude -impulsadas desde las redes sociales y por los partidos ilegalizados- desencadenó una crisis política de alcances inimaginables. Un ala de la oposición, encabezada por Gorbachov, reclamó la realización de nuevas elecciones. El PCR y RJ, los dos principales partidos de oposición en la Duma, rechazaron esta variante y evitaron salir a la calle para protestar contra el fraude, considerando que la tarea política era mantener las bancas conquistadas. El PCR se sumó a las protestas una vez que estas ya eran un hecho consumado, pero cuidándose de no reclamar por la realización de nuevos comicios. Se trata de una organización integrada al régimen político “putiniano”.

Los imperialismos yanqui y europeo aprovecharon las denuncias de fraude para ajustar cuentas con el gobierno ruso por su apoyo a Siria e Irán. La canciller norteamericana, Hillary Clinton, y el parlamento europeo reclamaron “elecciones limpias” en Rusia. Putin, ni lento ni perezoso, salió a denunciar que las movilizaciones contra el fraude eran obra del imperialismo. Además, se despachó con una “sorpresa”, como aprendió en su historia en la KGB, al insinuar durante una entrevista pública que el asesinato de Gaddaffi sería responsabilidad directa de las fuerzas militares norteamericanas. La sangre no llegó al río gracias a una solución transitoria, de compromiso, alcanzada entre Obama y Medvedev, quien se comprometió a “investigar” las irregularidades, “autorizó” las manifestaciones de la oposición y dejó abierta la puerta a un acuerdo en las sanciones contra el régimen sirio, que Moscú venía vetando de forma sistemática. Obama, por su parte, seguirá abogando por el ingreso de Rusia en la OMC.

Protestas y crisis 

La afirmación de que el gobierno ruso dejó de lado una salida represiva es una verdad a medias. Si bien las manifestaciones públicas “autorizadas” no fueron dispersadas por la policía, se acrecentó la detención selectiva tenido el magnate petrolero Mijaü Jodorkovski” (ABC, 14/12). La detención de Jodorkovski fue una acción de la camarilla putiniana,”cuyo fin fue el de consolidar un régimen político que superara el cuadro de desintegración a manos de diversas mafias y clanes desarrollado bajo Yeltsin. “La ‘independencia’ de la burocracia estatal respecto de los oligarcas es el régimen político que mejor se acomoda a las características del período de transición existente en Rusia” (Luis Oviedo, PO, 6/11/03).

La crisis en Rusia tiene un alcance mayor al de una refriega electoral: la rebelión contra el fraude es una manifestación aguda del agotamiento de la camarilla de Putin, lo que implica la fractura y quiebre del régimen político que neutralizó el vertiginoso proceso de disolución nacional, al que fue sometido Rusia por la brutal presión del capital financiero en el marco de la restauración capitalista.

El comienzo del fin de Putin y su camarilla coloca el problema de la relación entre las contradicciones no resueltas de la restauración capitalista en los ex Estados obreros, por un lado, y la bancarrota mundial, por el otro, al rojo vivo.

“La transición de la economía estatizada al capitalismo ocupará todo un período histórico, cargado de crisis, convulsiones, choques, violencias y guerra, no sólo determinado por las condiciones internas de Rusia sino, en particular, por la crisis de la economía mundial a la que Rusia debe integrarse” (ídem). Los episodios más interesantes de esta crisis aún están por venir.